ANIMAL CONFUSO
Edita Miguel Marín un nuevo disco pero se reafirma como hombre de danza con una propuesta que abre la temporada del Teatro Central de Sevilla este sábado 17. De danza, música y amor hablamos con él…
Texto_OMAR KHAN Fotos _IGNACIO BASCON
Madrid, 15 de octubre de 2020
Después de la edición de She Read The Wrong Book (2012), el compositor sevillano Miguel Marín había parado la producción de discos para su Proyecto Árbol. Pero no de componer, tocar y girar. Tiene debilidad por la danza, los coreógrafos lo saben y se han aprovechado. No obstante, desde hace unos pocos años en su cabeza venía configurándose la idea de Just Another Confused Animal, un nuevo disco que tendrá su salida oficial este sábado 17 de octubre, coincidiendo con el arranque de la temporada 2020/21 del Teatro Central de Sevilla. Pero no será el rutinario concierto de presentación de un disco. Quizá ya nunca más Miguel Marín haga algo así.
En sintonía con el artista que es hoy, Just Another Confused Animal será una experiencia audiovisual, en la que participarán los veinte cantantes del coro Proyecto Ele, que dirige Carlos Cansino, no solamente aportando su voz sino también movimiento, bajo las directrices de una vieja colaboradora y amiga, la coreógrafa Teresa Navarrete, además de las bailarinas Lucía Vázquez (en la foto inferior, ayer durante un ensayo) y Candela Capital, y los paisajes interiores del artista audiovisual Javier Vila, en lo que promete ser un festín para los sentidos.
Las motivaciones del nuevo disco están en sus propias experiencias de vida. “Yo me desenamoré y ahora me he reencontrado con el amor”, confiesa. “Vivimos tiempos en los que la gente ya no se enamora o lo hace desde lo físico y lo superficial, en relaciones en las que la otra persona es como un objeto, un cacho de carne que te acompaña, alguien a quien no conoces bien porque siempre estás mirando el móvil. Las relaciones de hoy se desarrollan en Instagram … ¿cómo puedes enamorarte así? He querido basar el disco en esta idea”.
Hacer un disco de amor puede ubicarse en la cima de los clichés pero para Miguel Marín es una necesidad. No solamente suya sino de todos. “Estamos viviendo un momento difícil en el que hay una nueva situación que te enseña que ahora, más que nunca, necesitamos el amor. Hay que valorar el amor: el amor de novio, el amor de amante, de amigo, de madre, de familia”, reflexiona.
La otra novedad importante de su nuevo disco está en que, después de aquel experimento fundamental que fue Welcome to The Montgomery Experience!, que hizo para el Festival Mes de Danza de Sevilla 2014 con músicos y bailarines, comenzó a sentirse cómodo y seguro con su propia voz, que hoy añade valor a su música. Por lo demás, el disco más que disco, es reafirmación en la danza. “Llevo más de quince años conectado con la danza. He hecho música para cine de ficción y para documentales, pero nada me motiva más que estar en el estudio con bailarines, se sucede una conexión que no siento con otro artista. En una película tú en realidad eres el último mono, en la danza no. Hoy no concibo mi música sin danza. La danza la convierte en algo muy humano”.
Música para bailar
En los últimos tres lustros, Miguel Marín ha realizado, nada menos, que 110 composiciones para coreografías. Su trabajo aparece fusionado e indisociable al de Teresa Navarrete, con quien lleva trabajando más de 10 años, o al de Guy Nader & María Campos, con más de siete. Thomas Noone, Carlos Acosta, Rambert, Lali Ayguadé, Marco Vargas & Chloé Brûlé o más recientemente, Metamorphosis o Fabian Thomé, son apenas algunos de los coreógrafos para los que ha hecho esas arquitecturas sonoras que sustentan danza.
“Lo de componer para danza fue más bien accidental”, rememora. “Ocurrió en 2004. Yo ya no vivía en Londres sino en Barcelona, pero estaba allí dando un concierto y al final se me presentó Saju Hari, un bailarín de Akram Khan que estaba haciendo su propia coreografía, y me dijo que me quería para que tocara en directo en su pieza. Quedó todo muy en el aire pero a la vuelta de dos semanas me estaba enviando billetes para viajar a Londres y de pronto estaba tocando para su pieza en la sala chica del Covent Garden. Allí estaba un coreógrafo cercano a Sidi Larbi Cherkaoui, que quiso que hiciera música para su pieza y luego apareció Teresa Navarrete que me pidió que compusiera para Erre que Erre”.
Marín tiene, eso sí, su propia clasificación y preferencias en este territorio en el que se mueve. “Hay dos tipos de trabajos. Están las coreografías que me llevo a mi terreno, con las que me implico, que las hago mías porque tengo libertad y luego está el coreógrafo que te da indicaciones y te describe lo que quiere en cada momento, que te muestra un vídeo y te dice ‘aquí quiero percusión’. Yo obviamente prefiero los primeros, los que te dejan formar parte, los que te dejan hacer e implicarte”.
Admite que a día de hoy está más atento y va más como espectador a ver danza que a conciertos, le interesa poco todo lo relacionado con el mundo discográfico, aunque este sábado este presentando un disco. “El disco estaba allí, en mi cabeza, es algo que como músico quieres hacer, es un capricho que te quieres dar, pero ya no se venden discos, es una pena. Lo que ocurre es que me gusta, lo relaciono con una pequeña obra de arte, donde está la música pero también diseñar la portada, crear el concepto, tenerlo editado”.
