"YO EN LA BARRIGA DE MI MADRE, YA BAILABA"
Jesús Carmona reflexiona sobre la masculinidad en El salto, que se estrena esta semana en Teatros del Canal y la Bienal de Flamenco. De mujeres, de su baile y otras cosas hablamos con él…
Texo_OMAR KHAN Foto_marcosGpunto
Madrid, 6 de septiembre de 2020
Hubo un detonante. Cuando al bailaor y coreógrafo Jesús Carmona (Barcelona, 1985), a punto de ser padre, le dijeron que lo que venía en camino era un niño le asaltaron varias dudas. “Me iba a tocar educar un hombre en esta sociedad y surgieron preguntas”, rememora hoy el creador. “¿Qué tipo de hombre ha de ser?, ¿Qué tipo de hombre quiero que sea?, ¿qué puedo o qué debo hacer? y eso me llevó a preguntarme qué tipo de hombre soy. Vengo de una familia con muchos hermanos y cada uno de nosotros somos distintos, lo que me confirma que hay muchos tipos de hombres”.
Como ocurre a los artistas inquietos, las reflexiones y cuestionamientos personales no tardan en convertirse en dramaturgia y de ahí rápidamente dan el brinco al escenario. Si el eje dramático de El salto, su novísima creación de estreno, es una aproximación a la masculinidad en el siglo XXI, es porque tuvo temor y se hizo estas interrogantes cuando supo que su primogénito sería varón.
“Entendemos que todo el que vive en esta sociedad es un hombre de hoy. Lo que mostramos son nuestras dudas y miedos, los de cada uno de los siete intérpretes varones que estamos en escena, y llegamos a nuestras conclusiones, que a lo mejor no son compartidas porque el machismo está muy instalado en esta sociedad. Pero concluimos que un hombre de hoy es el que asume los deberes y no el que va de moderno repartiendo micromachismos”.
Montar un espectáculo sobre la masculinidad implica necesariamente posicionarse frente al feminismo, especialmente en estos días del #metoo, con mujeres que no callan y encuentran micrófonos para hacerse oír. “Soy optimista, veo la parte positiva de lo que pasa, y creo que estamos en el camino”, reflexiona Carmona, “pero hay que hacerse las preguntas adecuadas y una de ellas es ¿en qué mundo queremos vivir? Yo veo a la sociedad concienciada pero nadie tiene la razón absoluta, ni nadie lo hace todo bien y todo mal. Yo digo siempre que soy un feminista en la fila de atrás porque en la primera fila de esta lucha está la mujer. Puedo ser empático, entenderlo y actuar de manera consciente, pero no soy mujer. Creo en su lucha y las animo a que la sigan”.
Estrenar saltando
El Salto tendrá preestreno exclusivo en la Sala Negra de Teatros del Canal, en Madrid, como parte del ciclo Baila Canal los días 8 y 9 de septiembre, justo antes de su estreno previsto para el día 11, en el Teatro Lope de Vega, de Sevilla, en el marco relevante de la Bienal de Flamenco. Las razones de su título son varias y tienen que ver con el momento artístico que vive Jesús Carmona. “El fin último del espectáculo no es el flamenco. Lo he llamado El salto porque afrontar retos como ser padre supone un salto, pero en lo profesional es también un salto importante a nivel de producción, de concepto, de baile. Creo que avanzo hacia un movimiento mucho más libre y contemporáneo. Hay seguiriyas, bulerías y alegrías pero en el contexto de un discurso más personal y con unas músicas maravillosas que te llevan a otros lugares”.
No le gustan las casillas ni los posicionamientos. Prefiere creer que cada artista es cada artista y responde a sus circunstancias. “Yo creo que el flamenco no es de nadie y es de todos. Esto es como una chaqueta que te compras y la customizas, le pones los apliques que te gustan, la personalizas y la haces tuya. Con mi flamenco hago lo que quiero porque es mi carrera. Lo contamino, le pongo contemporáneo, clásico, moderno, popping… tengo tantísimas influencias. Y no quiero fusionar, palabra que odio, porque son todos movimientos que están conmigo, que han crecido en mí”.
Y tanto que han crecido. Lleva la vida bailando y curioseando. Está en el flamenco desde los cinco años. Se formó en Barcelona y más tarde en Madrid, donde llegó a ser primer bailarín del Ballet Nacional de España. Tras tres años allí, se decidió por la creación y se empeñó en tener compañía propia. “Yo en la barriga de mi madre ya bailaba. Con diez años estaba montando bailes y no jugando al fútbol. En el conservatorio me divertía montando cositas pequeñas para mí y mis amigos. A los 25 estrené Cuna negra y blanca, y de pronto se me abrieron puertas, giramos, y una cosa llevó a la otra”.
Así empezaron a sucederse títulos, llegando hoy a la veintena. Impetu’s, 7 balcones o Amator entre ellos, pero todos distintos. “Cada espectáculo es diferente. Si hay algo que los une quizá sea la intensidad. Es que yo soy muy intenso…”, concluye.
