CRONOLOGÍA DEL AMOR
Pau Aran, que ha sido bailarín de Pina Bausch, estrena mañana Lettre D’amour en el marco del Festival Grec. De esa pieza, de sus motivaciones y de la vida, hablamos con él…
Texto_OMAR KHAN Foto_BEATRIZ MEXI MOLNAR
Madrid, 28 de julio de 2020
Es Pau Aran Gimeno (Cerdanyola del Vallés, 1981) la prueba andante de lo imprevisible e intuitiva que podía llegar a ser Pina Bausch. Como tantos, este joven mediterráneo que estudiaba en el Conservatorio Mariemma de Madrid, se fue en 2005 a estudiar en la Folgwang de Essen, la escuela vinculada a Tanztheater Wuppertal, la compañía de Pina Bausch, y como a unos pocos elegidos, le ocurrió que nada más llegar hizo audición para la célebre agrupación y la legendaria creadora alemana, con ese ojo avizor que la caracterizaba en vida, apenas lo vio lo contrató como bailarín. Así que él se había imaginado como un estudiante en Alemania y se vio de pronto haciendo el rol principal de Orestes en Ifigenia en Tauris, en los más importantes escenarios del mundo.
En la Tanztheater vivió dos relevantes momentos. Fue de los últimos bailarines del mundo en incorporarse a un proceso creativo liderado por la propia Pina Bausch, con la que montó dos trabajos, que han quedado como sus piezas póstumas: Bamboo Blues y Como el musguito en la piedra ay sí sí sí, y después de la muerte de la líder, en 2009, participando en el remontaje de muchas de sus obras, ocupando con frecuencia el papel que originalmente interpretaba Dominique Mercy, bailarín fetiche de la coreógrafa. En total, participó en unas 25 creaciones de Bausch hasta su separación oficial de la compañía este mismo verano. Ahora, participará como bailarín invitado en actuaciones puntuales de la compañía. “Cerrar puertas no es fácil pero dejarlas abiertas es más difícil todavía”, asegura convencido.
Pero ello no significa que haya quedado inactivo. Desde hace cuatro años se ha instalado en Madrid y su cabeza centrifuga. Los que han vivido los procesos creativos de Pina Bausch, de alguna manera, tienen savia de coreógrafo corriendo por las venas, y Pau Aran, ahora apuntando a consolidarse como creador, no es excepción. El primer producto oficial de sus inquietudes y búsquedas podrá verse mañana mismo, cuando estrene en el marco del Festival Grec, de Barcelona, Lettre D’amour, un trabajo inspirado en los textos del poeta peruano César Moro (1903-56) que lo tiene a él en la danza, acompañado por la actriz Consuelo Trujillo, todo con dramaturgia de Alberto Conejero. Tendrá funciones en el CCCB de Barcelona, mañana y pasado.
¿Cuál es el punto de partida de Lettre D’amour?
Investigar la relación entre palabra y movimiento. Tengo esa tradición que cargo, honro y celebro, así que he apostado por la poesía y la dramaturgia corporal y literaria. Quiero hablar de agradecimiento, de amor, de necesidad de reconocimiento a lo vivido. Abordar la cronología del amor… desespero, entusiasmo, liberación, deseo, todos los estados por los que pasas a través del amor.
¿Cree que Lettre D’amour supone el inicio de la consolidación de un lenguaje propio?
En este proceso he encontrado unos códigos que pienso que me pueden servir para la próxima creación. Si bien la temática puede cambiar he conseguido unos disparadores y este aprendizaje me ha llevado a nuevas preguntas y nuevas motivaciones. En esta producción he tenido que tomar decisiones sobre lo que funciona y lo que no, he trabajado con una actriz, con un dramaturgo, he aprendido a hacer exploraciones que me hacen llegar a conclusiones. Las colaboraciones son siempre complejas y hay que tratarlas desde el cuidado. Hemos hecho un trabajo respetuoso con el lugar del otro y no ha sido fácil, especialmente por el momento que estamos viviendo
¿Cómo valora el proceso?
Teníamos diferentes posibilidades. Estaba, por un lado la palabra sola. Por otro, el movimiento. Luego, las diferentes combinaciones posibles. Ver por ejemplo cómo la palabra genera movimiento. Hemos querido que todo fuese muy simple, sin muchos objetos ni complejos vestuarios.
¿Qué se ha traído de la compañía de Pina Bausch?
De Wuppertal me he traído un legado del movimiento, del gesto y del cuerpo, por supuesto. Pero también un modelo de cómo acercarme a la creación, esa manera de aproximarse con curiosidad al material creativo, esa forma de relacionarse con los otros que forman el equipo
¿Se siente heredero de ese legado?
Las pautas son distintas, no quiero imitar para nada porque ahora soy yo fuera de Alemania, soy yo en Madrid con un proyecto propio para el que he querido traerme lo aprendido. Es como lo que has conocido a través de tus padres, que a su vez ellos lo aprendieron de los abuelos. Me traigo aquello que me dieron: los valores, la esencia de las cosas, unas pautas que me permiten madurar y transformarlas. Lo que sería la memoria de los ancestros.
¿Y ahora…?
Ahora me han entrado ganas de hacer crecer a la familia y ponerme definitivamente detrás de la mesa. Con Lettre D’amour quería compartir algo de mí con el público pero para el próximo paso ya me gustaría hacerlo a través de otros. Tengo en mente una pieza para cinco bailarines, en la que yo estaría fuera, un trabajo colaborativo para el próximo año.
