SHAKESPEARE EN DANZA
Triunfó anoche en Los Jardines del Generalife Jean-Christophe Maillot en su adaptación de La fierecilla domada para su compañía Los Ballets de Montecarlo. Allí estuvimos y así te lo contamos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_ALICE BLANGERO
Granada, 19 de julio de 2020
El gran momento internacional de danza del Festival de Granada lo trajo anoche Jean-Christophe Maillot con su acertada versión de La fierecilla domada, de William Shakespeare, con la que triunfó su compañía Los Ballets de Montecarlo en los Jardines del Generalife. Se trata del mismo montaje que originalmente creó por encargo, en 2014, para el prestigioso Ballet Bolshoi moscovita y que ahora ha trasladado a los bailarines de su potente agrupación de Montecarlo. Allá donde los rusos eran técnicamente irreprochables, los monegascos (es un decir porque la compañía está integrada por unos 40 bailarines de más de veinte nacionalidades) mostraron que son capaces de contar esta historia de enredos amorosos con más emociones, chispa, gracia y humanidad, aunque tampoco es que carezcan de técnica para hacerlo.
No son tiempos favorables para una historia en la que una chica rebelde termina dócil en las manos del hombre de malos modos y modales que la corteja. Maillot lo sabe. Pensó en ello, en la relevancia actual del movimiento feminista y en el #metoo, cuando se decidió por este título de Shakespeare, autor por el que siente cierta fascinación (ya había montado Romeo y Julieta y Le Songe, a partir del Sueño de una noche de verano). Según confesaba ayer en Granada, se siente muy solidario con el movimiento feminista pero quiso reivindicar el valor de los clásicos y al tiempo reafirmarse en su rechazo a prácticas en los extremos como la reciente prohibición en HBO de Lo que el viento se llevó por racista o las condenas a Gauguin por pedófilo. Por el contrario, asegura que esas obras, incluida La fierecilla domada, deben permanecer para recordarnos que en otros tiempos, esos pensamientos eran admitidos y celebrados como normales. Y hoy ya no. Lo que para él sería inadmisible es que se tratara de obras creadas en este momento.
Por lo demás, en su fierecilla domada, vuelve a dejar en evidencia su enorme capacidad para narrar con gran nitidez argumentos complejos desde el ballet. Es Maillot de los pocos coreógrafos europeos del momento que tiene esa predilección cercana a la fascinación por los ballets narrativos, un territorio en el que se mueve como pez en el agua, quizá porque en el fondo de su alma de coreógrafo, tiene espíritu de cineasta.
Uno de los méritos más destacados de esta coreografía reside en el trabajo que le supuso articular unas quince obras de Shostakóvich como si fuesen música creada especialmente para este ballet y este argumento. Le ayudaba, desde luego, el carácter cuasi cinematográfico de muchas composiciones del músico soviético, pero el resultado es verdaderamente sorprendente y demuestra también las habilidades de Maillot para la música en ballet y la musicalidad de los cuerpos.
La pieza discurre con gran agilidad. Es divertida y entretenida, especialmente en el segundo acto. Sus bailarines responden a la perfección a las exigencias interpretativas de sus roles, al tiempo que una blanca escenografía modular y unos trajes discretos pero eficaces, terminaron de dar forma a esta entretenida y elegante noche de danza en los Jardines del Generalife. El Festival de Granada, por primera vez bajo la conducción artística de Antonio Moral y en condiciones francamente excepcionales por el coronavirus, se apunta otro tanto en su selección de danza después del destacado debut de la compañía de Antonio Najarro y el estreno de Gugurumbé, obra mestiza de Antonio Ruz.
