ODETTE ECOLOGISTA
Se presenta hoy y mañana en el Teatro de la Maestranza, de Sevilla, el muy original ‘Lago de los cisnes’, de Angelin Preljocaj, que da un vuelco ecológico y político a la historia, suponiendo que hay petróleo bajo esas aguas. Te lo contamos…
Texto_REDACCIÓN Foto_J. C. CARBONNE
Madrid, 24 de febrero de 2024
¿Qué pasaría si debajo del lago de El lago de los cisnes hubiese petróleo? es la pregunta que el coreógrafo francés Angelin Preljocaj se ha hecho, elaborando en una ingeniosa adaptación la respuesta desde una perspectiva contemporánea e industrial, en la que los padres de Sigfried, en vez de reyes son los dueños de una ambiciosa corporación petrolera, mientras que Odette se nos presenta ecologista y preocupada por el medio ambiente. Con esta mirada ecologista, politizada y actualizada del ballet más famoso del mundo llega el Ballet Preljocaj hoy (con función adicional mañana) al Teatro de la Maestranza, de Sevilla.
Pero no hay que engañarse. Aunque el mensaje político-ecológico, hoy más que nunca necesario, es frontal y contundente, El lago de los cisnes de Preljocaj es también amable y tremendamente entretenido, lo que de ninguna manera implica que sea naif. Por el contrario, no trasgrede ni trastoca la línea narrativa y mantiene todo lo que el balletómano espera: la partitura de Tchaikovsky -con algunas licencias de música electrónica-, el acto blanco, el pas de deux y el celebérrimo pas de quatre, pero al mismo tiempo sabe tejer su propia narrativa sobre estos mismos elementos y nos dibuja un mundo corporativo ambicioso y despiadado, apoyado por unos vídeos en deslumbrantes blancos y negros, firmados por Boris Labbé, que se hacen cómplices de la iluminación y le permiten recrear la atmósfera de este lugar lleno de yuppies sin escrúpulos, que terminan colocando sus máquinas perforadoras y contaminando el lago.
No solamente en el segundo acto, el de los cisnes propiamente, sino en todo el ballet, Preljocaj coloca el acento coral y llena el escenario con su masa de bailarines en cadena, canon o al unísono, lo que procura dinamismo y elegancia a su danzado mundo corporativo, que sabe cómo entretejer altas finanzas con ballet tradicional. No hay final feliz, desde luego, y aquí va un spoiler: una masa negra se derrama sobre el agua y los cisnes mueren contaminados. Sigfried antepone el amor, un asunto personal, a sus principios, que simbolizan aquí un interés colectivo, y por supuesto, pierde. En este sentido, el ballet es coherente con el mundo real, donde las corporaciones y su dinero siempre ganan.
No es lo más usual en su ya larga trayectoria, pero las pocas veces que Angelin Preljocaj y su compañía con sede en Aix-en-Provence, que ostenta la distinción oficial de ser Centro Coreográfico Nacional francés, se aventura con la narrativa en adaptaciones de conocidas historias, ha triunfado. Baste recordar su Romeo y Julieta, a la manera de un cómic, en los orígenes de su carrera o, muy especialmente, su celebrada Blancanieves, en la que destacaba aquella bruja dominatrix vestida por Jean-Paul Gautier.
