LEGÍTIMO QUIJOTE
Muy acertada la reposición de este famoso título del repertorio en versión de José Carlos Martínez por parte de la CND, anoche en el Teatro Real. Allí estuvimos y esto nos ha parecido…
Texto_OMAR KHAN Fotos_JAVIER DEL REAL
Madrid, 28 de febrero de 2025
Tiene el José Carlos Martínez coreógrafo un don para adaptar a nuestro tiempo, ritmo y sensibilidad los clásicos del repertorio académico del ballet sin que lo parezca. Su opción, muy eficaz, va a contracorriente del ego, el autor y la personalidad, colocándose más en sintonía con la modestia, la honestidad y el respeto a la tradición del ballet en general, porque en realidad su objetivo es que no quiere que se noten los cambios realizados. Don Quijote, que había estrenado en 2015 cuando estaba al frente de la Compañía Nacional de Danza (CND) y que regresó anoche –ampliado en número- al Teatro Real madrileño, donde permanecerá en cartel hasta el próximo domingo, es ejemplar de esta práctica.
Cuando Mats Ek, en los noventa, nos proponía que Giselle no era una willie fantasmal sino una loca de manicomio o más recientemente, Akram Khan nos la politizaba convirtiéndola en una obrera explotada, el original sufría una transformación tan intencionada y radical que el término adaptación ya no encajaba, pasando a ser en realidad una nueva creación de autor basada en “yo sé que tu sabes cómo es el original pero mira cómo lo te lo he cambiado”. No es el caso de Martínez.
Su quijote, en esencia y apariencia, es el quijote, y él quiere que así sea. Pero recortarle la duración, lo agiliza. Aderezar con pasos del flamenco y abandonar los clichés españoles de un original añejo y desfasado que fue creado en 1869 en la Rusia de los zares por Marius Petipa, un astuto francés inclinado por ofrecerle a su público historias y paisajes exóticos de países pintorescos que sabía le encantaba, lo hace cercano, veraz, auténticamente español. Desechar el modo narrativo del ballet, colocándose en modo velocidad cinematográfica, lo hace más entendible, ágil y digerible, más entretenido y menos lejano. Son cambios importantes pero no trasgresiones. Y ahí reside su acierto.
La función de anoche lo corrobora. La historia, un episodio de equívoco amoroso sacado del libro de Cervantes, fluyó con velocidad y naturalidad sobre el escenario del Real. Cómplice con la intención del coreógrafo, Manuel Coves desde el foso supo entender la finalidad esa música, imprimiendo el ritmo y velocidad requeridos, al frente de la Orquesta Titular del Real, que sonó nítida y tan pragmática como lo es la partitura de Minkus, una música “narrativa” diseñada exclusivamente para acompañar la acción escénica, que carece de la inspiración, emotividad y entidad propia de otras partituras de ballet como las de Tchaikovsky, artísticamente ubicadas a años luz de Minkus, que fue más funcionario que artista.

Sobresaliente acto blanco
Claro está que nada de esto podría ocurrir si los bailarines sobre la escena no lo comprendieran. La Compañía Nacional de Danza lució plena y coherente, teatral como corresponde. Su mejor momento, el acto blanco, la fantasmagoría alucinatoria con Dulcinea de ese Quijote que acaba de pelearse con un molino, en el que el equipo femenino demostró su capacidad para funcionar como un todo compacto, venciendo las enormes dificultades que supone la perfecta sincronización de grupo. Aunque el cubano Yanier Gómez, en el papel del barbero Basilio, arrancó tibio se fue creciendo hasta terminar verdaderamente brillante, limpio y preciso, en el difícil pas de deux del último acto, al tiempo que la italiana Giada Rossi lució cómoda y segura en el de Quiteria. Más allá de su dominio técnico, que lo tiene, supo dar sensualidad y gracia a un personaje por naturaleza sensual y gracioso.
Este Quijote, además, es importante para la CND, hoy dirigida por Muriel Romero aunque esta reposición no haya sido iniciativa suya sino de Joaquín de Luz, el regidor anterior. Su estreno, hace una década, supuso el primer título completo del academicismo montado por la compañía, en lo que quizá fue el reto más importante de toda la gestión de José Carlos Martínez al frente del ente público. La ex estrella de la Ópera de París, que por aquel entonces ni en sus sueños más dorados y optimistas podía imaginar que iba a llegar a la dirección artística del colectivo francés, se nos desvelaba además como un coreógrafo muy valioso para la renovación y revisión fidedignas de los clásicos. Después de lo visto anoche, sería deseable que ahora vuelva a los escenarios su Cascanueces (2019), que al ser estrenado casi a su salida de la CND, tuvo muy poco recorrido a pesar de sus innegables méritos. No sería tampoco mala idea que remontándolo, Madrid se sumara así a la tradición de las grandes ciudades del mundo, que inequívocamente lo traen cada Navidad. Como el turrón, para entendernos…





