TIROTEO EN LA PLANETA
Los Informalls la lió anoche en la Sala La Planeta, de Girona, donde presentaron ‘Perdón’, en el marco de Temporada Alta. Fuimos a verlos, casi salimos heridos, pero plenamente satisfechos. Léelo…
Texto_OMAR KHAN
Girona, 24 de noviembre de 2024
Si tampoco te tomas en serio pedir perdón, el acto de contrición se te convierte en una licencia para hacer lo que te de la gana. Por eso al final de este espectáculo inaudito, Luis García y Pere Joseph, el dueto Los informalls, todos sudados, sucios, maltrechos, extenuados, disparados, probablemente heridos (levemente, pero heridos), jadeantes, exultantes y pícaros, nos largan una lista larga de las cosas por las que nos piden perdón, intentando que nada se quede en el tintero. Saben que mañana o pasado volverán a representar este superlativo y desternillante, a la par que inquietante, acto gamberro de danza irónicamente llamado Perdón, y al final, volverán a pedirnos disculpas para no sentirse culpables. Todo arreglado.
Perdón ha sido la sorpresa inesperada en medio de las sorpresas inclasificables que ha deparado estos días la ya célebre semana de los programadores, ahora bautizada BIG-BANG, en la nueva edición en curso del Festival Temporada Alta, de Girona. Es así como anoche, en la Sala Planeta, se armó un tiroteo entre los dos intérpretes y un público (literalmente) borracho, que se vino arriba cuando fue invitado a disparar a mansalva contra bailarines y todo el mundo con el dudoso argumento de que repartíamos amor, porque las balas asesinas eran corazones de goma.
Pero claro que este momento de catarsis y carcajadas no llega de repente. Empieza a tientas. Nada más entrar has de encender la linterna del móvil porque la sala está a oscuras con una música techno a decibelios insoportables. Una vez sentado, tras varios tropezones, en medio del negro paisaje, ves a estos dos tipos encantadores allí bailando. Cuando empieza de verdad, ambos se pegan un tour-de-force retro-clubbing de más de veinte hipnóticos minutos sin parar, toda una hazaña de resistencia, resiliencia, humor… y muy buena danza discotequera.
Y luego ya se desata la locura. Se deforman los rostros, se hacen daño, increpan al público, le lanzan cosas. Al grito “el mejor público es el público borracho” reparten cervezas, se dotan de escopetas que disparan corazones de goma, nos ofrecen pistolitas con el mismo fin, se cuelgan absurdamente como ahorcados, se disparan gas con un extintor directamente a la cara y no paran de hacer gamberradas y disparates sin lógica, dramaturgia ni sentido. Hay también riesgo y (controlado) peligro. Se divierten y nos divierten, en una velada no exenta de ciertas reflexiones sobre el acto creativo y sus insondables caminos. Es todo muy extremo, incluso la diversión.
No deja de ser catártico pasarse una hora viendo burradas. La danza contemporánea es muy intensa siempre, muy oscura, por lo que la propuesta de Los informalls, de lo más lúdica, se alza novedosa por divertida, se convierte en un hallazgo por su sentido del humor, tan directo y tan burdo, tan ordinario, tan extremo y tan salvaje. Es mérito propio permitírselo todo, con plena libertad y en apariencia, sin más aspiraciones ni culpa. Lo pueden hacer, porque tienen en el bolsillo la fórmula mágica de la redención. Al final, nos van a pedir perdón… y todos tan felices. Excepto quizá, los encargados de la limpieza de La Planeta, que ha quedado como si hubiese pasado un huracán.