PROMETEDOR DEBUT
Llegó el esperadísimo momento de la primera función del Ballet Español de la Comunidad de Madrid que bajo la batuta de Jesús Carmona como director artístico presentó anoche un doble programa en su sede, los Teatros del Canal...
Texto_JUDIT GALLART Fotos_ANA YÑAÑEZ
Madrid, 13 de octubre de 2024
Todo un año ha pasado desde que se anunciara por primera vez el futuro nacimiento de una joven compañía de danza española que finalmente, tras más de 12 meses de gestación, presentó anoche su más que esperado debut bajo los focos de la Sala Roja de los Teatros del Canal. Con Jesús Carmona a la cabeza de una jovencísima y heterogénea agrupación conformada por una veintena de bailarines, el Ballet Español de la Comunidad de Madrid se descubría por primera vez ante el mundo en una fecha tan señalada en España como es el 12 de octubre, con un doble programa bajo el brazo conformado por Suite Española, op. 47, de I. Albéniz y Epifanía de lo Flamenco.
Con un foso que no acostumbra a verse ocupado en espectáculos de danza y que anoche aparecía conquistado por la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid, bajo conducción de Miguel Cobes, la primera de las piezas nos revela sobre un fondo rojo a una multitud de corporalidades ataviadas con trajes blancos, ¿mera casualidad o guiño intencionado a la bandera de la Comunidad que los acoge? Un dinámico juego de líneas que se entrecruzan entre sí de todas las formas imaginables dando como resultado una geometría folclórica en la que las rodillas quedan fuertemente clavadas en el suelo entre aullidos y alaridos que resuenan a través del eco de las castañuelas y el abrir de los abanicos. Tríos, sextetos e incluso un solo interpretado por Carmona alternando una pieza tras otra que, en su conjunto, nos regala un alegre convite logrando poner, por primera vez en escena y en su orden original, el recorrido por las diversas regiones españolas que hace dos siglos ideó el célebre compositor Isaac Albéniz con el que dibujaría un refinado y estilizado nacionalismo.

Sobre la grada
En contraposición, Epifanía de lo Flamenco se descubre sobre un escenario desnudo cuyo núcleo proyecta una danza de sombras a través de una tela extendida verticalmente que, una vez elevada, desvela tras de sí una enorme grada escalonada en la que dos cuerpos se deslizan, impelen, sostienen y empujan en una despiadada batalla coreográfica entre peldaños que queda arropada por la cada vez más acelerada respiración de un elenco extasiado en un espacio asediado por los músicos. Y es que, si su antecesora derrochaba alegría y delicadeza, la obra compuesta por Juan Requena es todo opacidad, brío y dureza. Completamente engalanados con prendas azabaches como si en lugar de bailarines nos encontrásemos ante los componentes de una orquesta, los panderos son golpeados con dureza una y otra vez en un acompañamiento de su propio cante. Una celebración del arte flamenco y en especial del palo más representativo de Madrid, los caracoles, que hasta el próximo 27 de octubre continuará fundiéndose con el movimiento de sus intérpretes en los teatros de la calle Cea Bermúdez.





