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OBJETOR DE CONCIENCIA 

Ovación de pie en su tierra. Antonio Ruz estrenó anoche ‘Norma’, en el Gran Teatro de Córdoba. Allí estuvimos y esto nos pareció…

 

 

Texto_OMAR KHAN Fotos_JUAN CARLOS TOLEDO

Córdoba, 05 de octubre de 2024

Se apaga la luz, se escuchan los reconocibles primeros acordes de la Casta Diva, de Bellini, pero al encenderse, ya sabemos que vamos a estar muy lejos de la ópera belcantista. Aquí vamos a ver otra Norma. Antonio Ruz, coreógrafo cordobés, inicia con este truco semántico su propia Norma, que fue presentada anoche, en estreno absoluto, en el Gran Teatro de Córdoba, antes de recalar esta temporada en el Teatro Central sevillano (enero de 2025) y más tarde en los Teatros del Canal madrileños (mayo). Con el teatro prácticamente lleno, los cordobeses manifestaron orgullo por su hijo pródigo ovacionándole largamente de pie. Y mira que no era una obra fácil, mucho menos una dispuesta a hacer concesiones al gran público.

De entrada, en los primeros minutos, pareciera que asistimos a un desfile friqui de estridencias kitsch, una pasarela de moda flanqueada por elegantes cortinajes rojos de espectáculo con glamur, por la que se exhiben, no si descaro y desparpajo, amanerados, gordos, empollones, superdotados e infradotados. Son muy pero que muy insistentes y cansinos en su exhibicionismo de tercera, tanto que llegamos a preguntarnos porqué los cuerpos no normativos lucen tan mal haciendo poses de exhibicionismo propias de los cuerpos socialmente viables. Y es aquí cuando empezamos a aterrizar en la pista a la que Antonio Ruz nos quiere llevar.

De a poco, vamos cayendo en la cuenta de que esto no es la parada de los monstruos ni el circo de los horrores. Aparece muy medida la progresión que nos conduce del desconcierto inicial a la empatía que empezamos a sentir avanzado el espectáculo, cuando comienzas a querer a estos cinco chicos, lo que en otras palabras, quizá más acertadas, podría decirse que los empiezas a aceptar. Norma dignifica y humaniza a sus criaturas, no las juzga. Y tienen una gracia natural que no impide que nos riamos con sus ocurrencias y descaro, pero no de ellos.

Los cinco bailarines, a los que obliga nombrar, Begoña Quiñones, Chelis Quinzá, Carlos Carvento, Manuel Martín y Alicia Najeros, defienden espléndidamente bien las ideas de su coreógrafo porque supieron entender, desde lo físico lógicamente, pero principalmente desde la sensibilidad, el fin último de la propuesta. Supieron transmitirnos cómo es estar en el lado supuestamente equivocado de la vida pero desde allí seducirnos para obligarnos a repensar y empujarnos a concluir que en esta vida, no hay ningún lado equivocado.

 

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Reflexiona

Norma es oba que te interroga, te pide reflexión, y te lleva a cuestionamientos. Es verdad que la propuesta se percibe de una u otra forma, dependiendo de en qué lado te tocó caer. Si sufriste bullying e intimidación, si se metieron contigo por tu físico, por lo que pensabas o por lo que parecías, si fuiste el rarito o la gordita, si como el autor de esta coreografía para la conciencia (objetada) un día soñaste, rogaste y quisiste ser normal, te va a doler más al que al resto.

En lo formal, Norma es bella. Hay armonía en el color, esa iluminación expresiva de Olga García, habitual colaboradora, hay expresividad en esos cortinajes impresionantes que tienen incluso un momento estelar de gran potencia visual, hay desconcierto y atrevimiento en los trajes diseñados por Roberto Martinez, responsable también del espacio escénico y hay un pálpito siniestro de fondo en la música sugerente de Aire, otro habitual, que sabe mezclarse con ese Bellini que aparece tan intencionadamente mal cantado por Najeros, en uno de los momentos mas delirantes de la noche. En el fondo, y no en la forma, Norma nos recuerda a las demoledoras críticas contra la intolerancia de aquel Lloyd Newson, del colectivo británico DV8, hoy extinto. La alusión a los borregos, desternillante en su acidez, es buen ejemplo.

Es difícil reivindicar lo friqui sin parecer friqui. Este uno de los méritos de la nueva obra de Antonio Ruz que sigue fiel a su “norma” de conseguir que nunca sus obras se parezcan entre sí, en un estilo que reniega del estilo. Porque este es el mismo creador que metió la guerra en una burbuja opresiva en Pharsalia, se imaginó Electra correteando por la España profunda y está a punto de materializar un Requiem emotivo para la compañía alemana Tanzkassel.

ARTÍCULO RELACIONADO: ANTONIO RUZ / GRAN TEATRO CÓRDOBA (susyq.es)

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