PROFETA EN SU TIERRA
Estrena ‘Norma’ mañana, en el Gran Teatro de Córdoba, ciudad en la que Antonio Ruz lidera ahora un nuevo centro coreográfico, mientras que en pocas semanas, debuta con un ‘Requiem’ creado para la compañía Tanzkassel, de Alemania. Nos lo ha contado…
Texto_OMAR KHAN Fotos_JUAN CARLOS TOLEDO
Madrid, 03 de octubre de 2024
Para muchos creadores es su propia vida la que dicta, encadena y coordina los proyectos. Antonio Ruz (Córdoba, 1976), uno de ellos. Ostenta una trayectoria larga y ninguna de sus piezas se parecen entre sí, quizá porque cada una responde a un momento vital diferente. Enfrascado ahora mismo en dos proyectos distintos, cada uno ha tenido como detonante asuntos estrictamente personales. Por ahora residente en Madrid, se trajo de su Córdoba natal una mochila que dormía en un armario de la que fuera su casa. Allí dentro, esperándole, apareció una especie de diario, un cuadernito de pensamientos, en el que, a los 19 años, había escrito: “Quiero ser normal”. Y se sorprendió a sí mismo preguntándose hoy ¿pero, qué es ser normal?
De la interrogante ha salido Norma, la nueva pieza de su compañía, que se estrena mañana en el Gran Teatro de Córdoba y aguarda para verse esta temporada en el Teatro Central sevillano y más tarde, en Teatros del Canal, de Madrid.
Cuando Thorsten Teubl, director artístico de Tanzkassel, le llamó para proponerle montar por encargo para esta compañía alemana un Requiem, a partir de Mozart, que se estrenará en la ciudad alemana el próximo 02 de noviembre, justamente el Día de los Fieles Difuntos, no pudo más que conectar con la muerte de su padre acaecida el año pasado. De esa pérdida y el dolor que le ha causado, ha emergido éste, su primer encargo para una compañía europea de envergadura. “Son casualidades felices”, comenta intentado convencerse y buscando explicación.
“Con la muerte de mi padre viví una semana extrema, y un amigo me dijo ‘no te pierdas ni un detalle, aunque te duela’, así que me convertí en una especie de cámara, todo lo veía como secuencias de cine, como fragmentos de coreografías… ahora todo eso va a estar en mi Requiem”. Y enumera: un mar negro, una caja blanca, un espacio que puede ser una morgue, un tanatorio, un club clandestino de Berlín…
Se siente privilegiado. Contará con 16 bailarines y será la primera vez que este teatro una a todas sus unidades de producción en un único espectáculo, participando juntos el ballet, la orquesta y el coro. Le tiene respeto a la magnitud de la producción y también a la partitura pero va seguro porque si de algo le sirvió la larga experiencia como guest habitual de la compañía alemana de Sasha Waltz -una extensa colaboración hoy ya finalizada- fue aprender a moverse en las grandes dimensiones de las coreografías de la reputada creadora berlinesa.

Rara avis
En cambio Norma, que crea después de su antibélica Pharsalia, le supone moverse en casa, con su gente, sus bailarines habituales y colaboradores conocidos, si no amigos. No quiere esto decir que lo haga más fácil, pero quizá genera menos incertidumbre, especialmente para una pieza con un tema tremendamente sensible. “Me puse a llorar cuando leí en mi diario que lo que yo quería entonces era ser normal. ¿Qué es lo que hace que un joven quiera ser normal? ¿Qué es lo normal? ¿Qué es lo que nos hace normales frente a la sociedad?... Cuando lo hablé con mi equipo encontré en cada uno de ellos historias dolorosas pero también bonitas, de gente que ha luchado por mantener y preservar su identidad, gente que se ha enfrentado a sí misma para no ser borrego. Por eso quiero que Norma sea una celebración, un alegato a la rara avis porque, en algún aspecto, raras avis somos todos”.
Exalta y reafirma en su nueva creación a los que, con frecuencia y absurdamente, son ubicados en los márgenes. “El maricón, el gordo, la loca, el tonto, el listo, el superdotado”, enumera, “toda esa gente que es colocada fuera de la norma, cuando la realidad es que todos tenemos rarezas y cosas que queremos ocultar”.
Explica que durante todo el proceso ha echado mano de los estereotipos e indicadores de belleza y éxito marcados por la sociedad. “Hemos trabajado la fisicalidad desde las diferentes identidades que se forman a través del cuerpo, todo lo que tiene que ver con la imagen, la publicidad, con exhibir, mostrar y vender nuestro cuerpo. De todas, es mi pieza más frontal, los bailarines interpelan al público mirándolo a la cara”.
Aunque ha bailado prácticamente todos sus trabajos en su Córdoba natal, que su nueva pieza se estrene esta vez en su ciudad, adquiere especial significado, pues allí ha encontrado finalmente receptividad para poner en marcha un proyecto largamente acariciado: La Normal Centro Coreográfico de Córdoba (el nombre coincidente con el de su nueva pieza, dice, es otra casualidad feliz), una iniciativa que nace dispuesta a activar y generar un movimiento de danza en la ciudad. “Lo digo con tristeza pero en Madrid, después de catorce años con mi compañía, lamentablemente no he construido nada. No quiero ser victimista ni decir que doy portazo a la capital, porque seguiré vinculado, pero uno va donde las puertas se le abren. Yo llevo mucho tiempo tocando puertas, me he sentado con todas las legislaturas en un intento por crear algo más perdurable, que vaya más allá de unas subvenciones por proyecto, que haya una continuidad, que la danza produzca un impacto social…”
Y de repente, encontró ese apoyo donde quizá no lo esperaba: su propia ciudad. “Yo sí que he sido profeta en mi tierra”, autoproclama convencido. “Vamos a descentralizar la danza por partida triple. En lo nacional, no lo hacemos en la capital, en lo autonómico tampoco porque no estamos en Sevilla ni en Málaga, y en la propia ciudad, nos ubicaremos en una barriada humilde, el barrio del Guadalquivir, en sector sur”, concluye.






