A WOYZECK LE SIENTA BIEN BAILAR
DanceLab Berlín estrenó anoche en el ciclo Canal Baila, de Teatros del Canal, esta versión compacta de Büchner firmada por Norbert Servos y Jorge Morro. Allí estuvimos y esto nos pareció…
Texto_OMAR KHAN Foto_PABLO LORENTE
Madrid, 04 de octubre de 2024
Originalmente teatro, Woyzeck, ese clásico sobre la alienación de Georg Büchner, ha sido insistentemente representado como teatro y también como ópera. En no pocas ocasiones ha sido llevado a las tablas con ampulosidad de gran espectáculo, como ocurría en célebres versiones como la de Bob Wilson o todavía más cerca, la de Calixto Bieito. Anoche, sin semejantes ambiciones y trasladada al mundo de la danza, se nos presentó como coreografía pequeña, compacta, desnuda y sintetizada dentro del ciclo Canal Baila, en la Sala Negra de Teatros del Canal, por cortesía de DanceLab Berlín, compañía que lidera en Alemania el erudito escritor y creador Norbert Servos (alabado autor de los ensayos más difundidos y reconocidos sobre Pina Bausch) y el español Jorge Morro, que además de co-creador, baila este dueto en clave de danza-teatro, junto a la muy expresiva bailarina Silvia Ventura.
OUTCAST. Woyzeck. Baila, que así se llama su propuesta (con función adicional esta tarde), huye de la narrativa convencional y se articula sobre una dramaturgia que da por buena la teoría de que una de las causas de la enajenación y alienación de Woyzeck, soldado con alma proletaria que pasa de víctima del sistema a asesino, está en la locura que le produce ser el conejillo de indias de un médico extravagante. Pero, como decíamos, no importa aquí tanto la historia ni sus connotaciones de crítica social como lo que significa un cuerpo descoordinado con la cabeza, que se mueve fuera de control, lo que legitima la elección de la danza como camino expresivo.
Aunque hay algunos momentos que intentan ilustrarlo, cuesta identificar esa relación y paralelismo que sus autores dicen haber querido hacer entre el personaje, dibujado como un outsider, con el tema de la inmigración, pero importa poco porque uno de los hallazgos de este sencillo pero emotivo montaje, reside sin lugar a equívocos en la versatilidad y compromiso de sus dos intérpretes, dos cuerpos veteranos, sabios e inteligentes pero para nada jóvenes ni normativos, que se mostraron expertos en el difícil cometido de convertir gestos y movimientos en emociones, y lo hicieron en el marco en una puesta en escena despojada y sobria, quizá con demasiados e innecesarios blackouts que por momentos cortan abruptamente la acción, pero que mantienen inalterables la concentración, química y buen entendimiento de su notable pareja protagonista.





