STABAT MATER DOLOROSA
Helena Martin ha estrenado anoche ‘Carne de perro’, en el Ciclo Canal Baila, de Teatros del Canal. Hemos ido a acompañarla y así lo hemos vivido…
Texto_OMAR KHAN Fotos_JUAN DAVID CORTÉS
Madrid, 29 de septiembre de 2024
Hacernos sentir tan vívidamente la devastación y el derrumbe emocional desde el silencio, la quietud y la entereza es uno de los más grandes y sorprendentes logros de Carne de perro, pero no el único. La artista catalana Helena Martín, ex bailarina del Ballet Nacional de España (BNE) e inquieta coreógrafa, estrenó anoche –con función adicional esta tarde- su nuevo trabajo en la Sala Negra, como parte del Ciclo Canal Baila, que adelanta Teatros del Canal, en Madrid.
No debe haber sido fácil para ella abordar desde la danza un asunto tan personal. Sabemos, porque lo ha contado y no porque la coreografía lo narre, que el punto de origen está en el momento en que le comunicaron que su hija padecía autismo, pero desconocerlo, no resta mérito, emoción ni parece un dato necesario para acceder a esta coreografía que dibuja el tránsito de una mujer por los laberintos de las emociones extremas: el dolor, en primer lugar, pero también la rabia, el miedo, la decepción, la aceptación… el final del espectáculo, tan abrupto, supone el fin para nosotros, los espectadores que la hemos acompañado este rato, pero es heraldo de que para ella, esto no ha acabado. Ni va a acabar.
En lo formal, Carne de perro se teje con mimbres propios de la performance. Espacio desnudo, habitado solamente por los artilugios, instrumentos y chismes varios que su eficaz y multiusos acompañante en escena, el compositor Pablo Peña, trae al escenario. El espectáculo, a la manera de la performance, se despliega a la vista. Nos hace vivir el bosque, aún cuando estamos viendo que es él quien ladra como manada de perros, saca vendavales de un tubo plástico o crea la lluvia con una jarra de agua. Esta sensación performática se acentúa en su papel de hombre enigmático, ser entrañable, solícito y anónimo que ayuda a esta mujer emocionalmente golpeada, perdida y desorientada a seguir por su senda con menos dolor.
Emociones desbordadas
Pero la pieza se desprende de estos aires de performance, y aquí su hallazgo, a la hora de abandonar esta taciturna percepción de lo exterior y derramar el torbellino emocional interno de su protagonista que, como no podía ser de otra manera, se expresa estrictamente desde la danza. Y es que, aunque es de lo más acertado (y arriesgado) que los silencios y quietudes de la pieza adquieran un papel tan dominante en el discurso, en el fondo su naturaleza es coreográfica y Helena Martín, una bailarina. Además, ha sido ella -y aquí sigue siendo- una defensora a ultranza de la danza española desde los flancos más insospechados. Sus soliloquios bailados, un oasis dentro de lo opresivo de la propuesta, son de una sinceridad, precisión y belleza formal que conmueven.
En su estructura coreográfica, Carne de perro acude a dinámicas recurrentes pero progresivamente cambiantes, que corren paralelas a la montaña rusa de estados anímicos de la protagonista a lo largo de su viaje. El Stabat Mater, leit motiv musical doloroso que exalta el sufrimiento de la Virgen por su hijo crucificado, es presentado en distintas versiones e interrumpe los silencios, primero entrecortado, apenas identificable, para irse reafirmando y definiendo poco a poco en su magnificencia de dolor, una eficaz estrategia escénica, ahora mejorada, que ya había hecho lo suyo con el Dido & Eneas, de Purcell, en Los narciso, creación anterior de la coreógrafa.
Otro tanto ocurre con los insistentes interrogatorios sin respuesta alguna que a lo largo del camino van allanando el terreno a ese gran momento, en el que el hombre enigmático descubre, al fin, que ella no va a hablar pero su cuerpo sí… entonces desliza la grabadora por toda su humanidad para poder, al fin, escucharla. Metáfora bellísima y certera que legitima y empodera a la danza como vía expresiva. En la danza los cuerpos hablan, se dice con frecuencia. También está de manera intermitente ese sol inclemente y en contraposición el agua, como elemento importante que sana, refresca, calma y reaviva.
Carne de perro es más que una confesión o una catarsis. Al final del todo, nos queda la sensación gratificante de que, en absoluta sintonía y empatía con el hombre enigmático, nuestra presencia muda un poco también ha contribuido a ayudar y apoyar a Helena Martín en este largo y amargo tramo de su vida…
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