LA FRÍA BELLEZA DE SABURO TESHIGAWARA
El Ballet de Basel trajo anoche al Teatros del Canal un programa doble dedicado al destacado coreógrafo japonés. Fuimos a verlo y esto nos ha parecido…
Texto_OMAR KHAN
Madrid,22 de junio de 2024
No gozó de la fama al instante. La carrera, ya larga, del creador japonés Saburo Teshiwagara se ha ido consolidando lenta y parsimoniosamente, digamos que con el mismo ritmo que imprime a sus creaciones. El León de Oro a una trayectoria, que le otorgó la Bienal de Venecia en 2022, por iniciativa de su director Wayne McGregor, reactivó y refrescó su nombre y aportaciones como coreógrafo, pintor, escultor y diseñador, que ha desarrollado su trabajo desde Karas, la compañía de Tokio que fundó en 1985, a contracorriente del butoh, la danza imperante y que es referente de Japón.
Anoche, Teatros del Canal, en Madrid, nos ofreció un reencuentro con el creador. En los cuerpos del Ballett Basel imprimió su estética y modos escénicos en el programa Verwandlung, un díptico ideado en exclusiva para la compañía suiza, conformado por Metamorphose, revisión y adaptación de un trabajo anterior que hizo para Göteborg Danskompani en 2014, y Like a Human, que funciona como una suerte de secuela.
Metamorphose se alinea con las constantes que han caracterizado su obra. Uno de los mayores méritos de Teshigawara consiste en esa capacidad para crear atmósferas, usualmente enrarecidas y siniestras, que como el buen cine de terror están llenas de sobresaltos, conseguidos con cambios radicales y sorpresivos de luz, ritmo y sonido. En este sentido, la pieza es ejemplar. Va desde escenas largas y contemplativas de completo silencio y cuerpos desplomados que espasmódicamente rompen su inercia, hasta estallidos de velocidad y adrenalina, con rápidas entradas y salidas de los bailarines, que recuerdan de forma inequívoca a aquel William Forsythe del Ballet de Frankfurt, extinguida compañía alemana, a la que el creador japonés fue invitado a crear en 1994.
Unas esculturas metálicas en forma de espiral acompañan y otorgan elegancia a este viaje, en el que los espléndidos bailarines de Basilea asimilan eficazmente ese desapego emocional de fría belleza y obsesivo perfeccionismo, que acusa su estética.

Vestidos como Bausch
Si Forsythe parece planear en Metamorphose, es el espíritu de Pina Bausch el que intenta apoderarse de la escena en Like a Human, con su suelo rojo, los bailarines engalanados como si fueran a una fiesta y una variedad de músicas y melodías que incluyen a Ravel, Mozart o Rachmaninov. El título Como un humano ya nos asoma la intencionalidad de desprenderse del geométrico, racional y frío marco de la primera pieza, para adentrarse en la calidez y meandros emocionales de sus intérpretes en este segunda. Pero vestirlos como Pina Bausch no es suficiente para llevarlos a las cimas emocionales que conseguía la creadora alemana. Deambulan y bailan por el escenario pero la calidez humana no emerge, a pesar de que todo parece diseñado para que esto ocurra. Y entonces, lo que aparece es la monotonía.
Se demuestra así que la naturaleza y habilidades de Teshigawara están más bien en lo siniestro y abstracto. Se nos desvela mucho más contundente y eficaz como señor de las tinieblas. Nos depara en el final, eso sí, la imagen más bella y sugerente de toda la velada: esas cuatro figuras enigmáticas que avanzan lentas hacia la niebla y la oscuridad.





