SMART ROBOT
Deslumbrante estreno anoche el de COPPÉL-i.A., nueva producción de Les Ballets de Montecarlo que se podrá ver hasta el domingo en Teatros del Canal. Fuimos a verla y esto nos pareció…
Texto_OMAR KHAN Foto_PABLO LORENTE
Madrid. 06 de enero de 2023
Es Coppélia un grandioso ballet de segunda división. Estrenado por Arthur Saint-Léon con música de Leo Delibes en 1870, se ha conservado como ese ballet naif al que llevamos a los niños. La peripecia del campesino Franz que deja a su novia Swanilda porque se ha enamorado de la muñeca creada por el Dr. Coppelius creyendo que es humana, es la anécdota fácil de una creación con encanto pero poco más. ¿Y si en vez de una muñeca fuera el prototipo de smart robot en un futuro cercano? fue la pregunta que se hizo Jean-Christophe Maillot y la respuesta llegó anoche a los madrileños Teatros del Canal materializada en COPPÉL-i.A., elegante producción de Les Ballets de Montecarlo, que se podrá ver hasta el domingo próximo.
Conservando la anécdota, la historia aparece redimensionada. Aunque Coppélia da título al original, allí no es más que una muñeca inerte que genera la acción pero no la protagoniza. Al cambiar la naturaleza del personaje, Maillot la trae a primer plano y la convierte en el foco de atención, dotándola de inteligencia y emociones auténticas, que van del amor al odio, pero también a la maldad. Su COPPÉL-i.A. (el título juega con las siglas A.I., de Inteligencia Artificial, en inglés) se mueve en dos mundos: uno completamente blanco y feliz, que representa a Franz, Swanilda y sus amigos, y uno tremendamente negro y siniestro, en el segundo acto, cuando la narración entra al laboratorio del inventor.
Lou Beyne, bailarina de insólitos registros, engrandeció anoche la propuesta con su interpretación de este papel difícil, que vive una transformación progresiva que la lleva desde la robot obediente que aprende a ser humana hasta la mujer malvada y determinada que mata a su creador para obtener la libertad. En el acto blanco, cuando es humanoide que aprende de su progenitor, Beyne es androide creíble, su cuerpo dúctil parece sorber del popping del break dance pero conservando la elegancia y la línea del ballet, parece inexpresiva pero ya mira con atención de humana celosa la manifestación del amor entre Swanilda y Franz. En el segundo, ha perdido angulosidad y rigidez, y se mueve sinuosa como femme fatale, posicionándose ahora como diva de ballet, dibujando así un puente que la ha llevado de la neutralidad autómata de una máquina a la expresividad maligna de un humano. Cuando mata a Coppelius se despide del cadáver con un beso, en clara manifestación de agradecimiento y amor.
La ambientación es el otro gran hallazgo de COPPÉL-i.A. Maillot mueve a sus bailarines en un espacio aséptico y futurista, blanco o negro, siempre de fría belleza, que le ha creado Aimée Moreni, quien se ha responsabilizado también del vestuario, elegante y discreto, que le hace guiños al Ballet Triádico (1932), del Oskar Schlemmer de la Bauhaus. La iluminación (de Samuel Thery y el mismo Maillot), blanca y sin brillos, parece discreta pero se responsabiliza de esa atmósfera tremendamente inquietante, al tiempo que la música es una acertada hibridación entre la composición electrónica original de Bertrand Maillot (hermano del coreógrafo), que crea un bellísimo leit motiv sonoro para el androide, y los arreglos del original de Delibes, que animan la danza del grupo de amigos de los protagonistas.
Que Coppélia sea aquí una inteligencia artificial que quiere tomar el control y sus propias decisiones, eliminando a Coppelius, el verdadero humano, convierte al ballet infantil original en una inteligente y entretenida advertencia para adultos, una fábula sobre los alcances (y peligros) de las nuevas tecnologías más cercana a Matrix que a .Arthur Saint-Léon.
Ovacionada anoche en Teatros del Canal, la obra volverá en verano , ésta vez a Barcelona, con funciones previstas en el Teatre El Liceu, del 26 al 30 de julio.