LEFTOVERS
Antes de su irrupción en el Centro Matadero Madrid esta semana, La Venidera presentó su contundente dueto NO en la Fira de Manresa. Fuimos a verlo y esto nos ha parecido…
Texto_OMAR KHAN Foto_JOSÉ JORDÁ
Manresa, 11 de octubre de 2025
“Al final todos morimos, cerramos los ojos y dejamos de ser”. Eso se escucha en off en un momento de NO, la coreografía que supone el primer reto de envergadura de La Venidera, jovencísima compañía conformada por el tándem Irene Tena y Albert Hernández, ex bailarines del Ballet Nacional de España (BNE), que cambiaron las comodidades y bondades del empleo público por la incertidumbre y vértigo de un proyecto propio. Y a juzgar por lo visto hace dos noches en el marco de la XXVIII Fira Mediterránia de Manresa, muy bien que hicieron. Ahora, tras su paso por la fira, cerrado con una ovación cálida del público, la pieza llega esta semana (viernes 17 y sábado 18) al Centro Danza Matadero, de Madrid.
NO es una pieza lúgubre. Tensa, oscura, violenta... un dueto de dos humanos en conflicto evidente, que desvela solo a retazos la verdadera naturaleza de su intensa relación, que es a un tiempo de atracción, repulsión, dependencia y reclamo. Está hecha desde un flamenco feroz perfectamente ejecutado. Impresiona el entendimiento escénico de la pareja en esta obra compleja en la velocidad y pericia exigida en sus pasos, que tienden a la representación del forcejeo y la lucha, y es por otra parte, profunda y nítida en la exteriorización de las emociones.

Realismo mágico
Se inicia todo en aparente sencillez y austeridad, pero de a poco, el escenario, que parecía desnudo y estático, se nos va desvelando como un personaje relevante de la intriga con abundante información, una maquinaria llena de trampas mortales, huecos, sorpresas y humeantes recovecos. El uso y tratamiento del espacio escénico, desde la nada hasta su posicionamiento como elemento clave es uno importante pero no el único de los atractivos de esta pieza contundente e intencionadamente bella, a pesar de sus aires siniestros. Este cuidado en lo escénico y la estética en general, recuerda, no erróneamente, a los ámbitos de las piezas de Marcos Morau para La Veronal. No extraña pues que el célebre creador haya estado asesorando a la joven pareja.
La muerte, las tumbas, los rituales funerarios, el sepulturero, el texto en off y especialmente, la amplificación de los sonidos… parecen querer darnos pistas sobre lo que subyace en la obra, aunque nunca se nos desvele abiertamente.
¿Estarán vivos? es una pregunta que persiste durante una representación plagada de alusiones a la muerte. De no estarlo pudieran ser como los leftovers, de la enigmática serie televisiva, gente muerta que ahora sobra entre los vivos, personas que retornan a lo que fueron sus rutinas cuando eran de este mundo, y que vuelven a lo que sabían y solían hacer. A bailar los que bailaban, probablemente sin saber por qué ni para qué. Todo un manifiesto del realismo mágico. Ya lo vaticina su voz en off: “Al final todos morimos, cerramos los ojos y dejamos de ser”...






