UN QUEJÍO Y UN CRUJIDO
Inauguró Paula Bruna el pasado viernes el Festival 10 sentidos con la instalación sonora de su ‘Embolismo por soleá’. Te lo contamos…
Texto_SARA ESTELLER
Valencia, 11 de mayo de 2025
Arrancó el pasado viernes la nueva edición del Festival 10 sentidos, de Valencia, este año bajo el lema Naturaleza Viva, en alusión directa a su naturaleza centrada en las Artes Vivas. Para la inauguración, en la Sala Carme Teatre, se desplegó la versión sonora de la propuesta multiforme de Paula Bruna, Embolismo por soleá, o la constatación de cómo los árboles sedientos se expresan en un lenguaje similar al flamenco.
Como artista visual, ambientalista y ecóloga, en la cabeza de Paula Bruna (Barcelona, 1977) resonaba la relación que se podía establecer entre la naturaleza y el arte flamenco. Cuando un árbol está falto de agua, sufre sequía, se forman embolias en sus vasos conductores. Como ella misma explica, “el embolismo suena como unas palmas sordas que siguen un ritmo sin compás. Al principio es lento, como una soleá. Conforme se agudiza la sequía, el ritmo se acelera y, como en las fiestas flamencas, el embolismo acaba por bulerías. Yo interpreto el sonido del embolismo como unas palmas que exigen ser contestadas. Pues el embolismo no sólo son datos científicos, también es una expresión del ánimo”.
Durante su investigación, Bruna llegó al Laboratorio de Investigación desde el flamenco del Institut del Teatre que dirige Juan Carlos Lérida desde hace ocho años. La escucha de los sonidos provocados por los árboles secos que Bruna compartió con el grupo provocó un efecto inmediato, se los acompañó al cante, se bailó con ellos, se generó un diálogo flamenco con ese eco lejano que sale de las entrañas del tronco. Invitada por la Bienal Cuidad y Ciencia de Barcelona, la artista pudo presentar en La Capella una primera entrega de su estudio en febrero de 2023 en formato de conferencia performativa. La versión de pieza escénica, con los artistas en directo, se estrenó el pasado mes de marzo en la Casa Encendida de Madrid.
Para Bruna, quien ha sido bailaora aficionada durante años, “de la misma manera que el flamenco acompaña alegrías y penas, refleja la vida, los árboles también se expresan en el proceso de cambio climático que vivimos, manifiestan sus penas ante esta situación”.
Performatividad arbórea
Hay varios ingredientes destacados en la instalación que ahora ha presentado en Valencia. Por un lado las proyecciones del ecólogo Michael Zimmerman, quien en 1971 grabó las vistas microscópicas de los conductos interiores de los árboles donde se producen las embolias. Las grabaciones en un bosque, realizadas con cámaras térmicas junto a la bailaora Carmen Muñoz, es otro de los recursos visuales. El sonido arbóreo se conjuga con el cante de Salvador Sánchez y los ecos del baile de Lérida y de la propia Carmen Muñoz.
Las reflexiones científicas que la artista aporta modulan un entendimiento entre los árboles y el flamenco. ‘El flamenco habla árbol porque está impregnado de él; tanto en el lenguaje (los palos, la letra de los cantes que bien podrían ser transcripciones de sus quejíos…), como materialmente (los tacones, las castañuelas, la guitarra, el cajón, la silla y el tablao están hechos de madera). Así, el flamenco conoce al árbol porque lo contiene”, afirma. “El flamenco es aquí un lenguaje mediador entre los humanos y los árboles, configurando una forma de acompañamiento festivo entre especies en esta situación de cambio climático que afrontamos”, concluye.






