AVE CONTENIDA
El Festival Canarias Dentro y Fuera acogió ayer ‘Irse al limbo’, la bellísima propuesta en la que Paula Quintana se introduce en una suerte de jaula transparente para encarnar a una criatura aviar. Allí estuvimos y esto nos pareció...
Texto JUDIT GALLART
Tenerife, 30 de diciembre de 2025
Irse al limbo, la pieza site specific presentada ayer tarde por Paula Quintana en el Círculo de Bellas Artes de Tenerife, bajo el manto del Festival Canarias Dentro y Fuera, se desplegó como una experiencia de observación prolongada y atención extrema. Durante sesenta minutos de improvisación, la creadora tinerfeña habitó un pequeño cubículo acristalado —apenas dos metros cuadrados— situado en una suerte de patio interior dentro del edificio, mientras el público se disponía a su alrededor formando un anillo silencioso de miradas.
Desde el inicio, el cuerpo de Quintana se mostró atravesado por una vibración contenida. Movimientos temblorosos, casi imperceptibles, se sucedían con una precisión minuciosa, acompañados por sonidos de pájaros que impregnaban el espacio de una cualidad suspendida, como si el tiempo hubiese decidido ralentizarse. Todo en la pieza parecía responder a una lógica de contención en la que no había gesto sobrante ni intención subrayada. La intérprete sostenía una expresión constante de templanza, una calma tensa que se filtraba incluso en los momentos de mayor desgaste físico.
Vestida con un pantalón ancho, de textura peluda y color terroso, Quintana evocaba una figura animal, una suerte de ave atrapada en su propia jaula transparente. Sus movimientos remitían a lo aviar sin caer en la mímesis, dando como resultado un trabajo delicado de brazos, cuello y manos, donde cada detalle estaba cuidadosamente atendido. El punto de inflexión emocional se produjo cuando Quintana comenzó a utilizar el cristal como superficie de apoyo. Manos, pies, frente, cada parte del cuerpo encontraba en el vidrio un límite y un sostén. Fue entonces cuando algo se desplazó también entre el público. De manera orgánica, algunos espectadores se levantaron y acercaron sus manos al cristal, alineándolas con las de la artista. Ese contacto imposible lograría generar una atmósfera de comunión silenciosa, resultando en uno de los momentos más bellos y honestos de la propuesta. El gesto, reiterativo y obstinado que representaría Quintana al girar sobre sí misma durante más de dos minutos al tiempo que agitaba un manojo de llaves por encima de su cabeza, funcionó como una imagen de encierro y búsqueda simultánea: la promesa de una salida que se desplazaba constantemente, para finalmente ser alcanzada.
Irse al limbo no busca narrar ni resolver, pues se ofrece como un espacio de permanencia, de escucha y de resistencia mínima. Una experiencia que exige tiempo y atención, convirtiendo la fragilidad en una forma de potencia compartida desde la más absoluta belleza.





