EL ESPÍRITU DE GADES VIVE EN ‘CARMEN’
Regresa esta semana al Teatro Albéniz, de Madrid, la Compañía de Antonio Gades, reponiendo la ‘Carmen’ que montó a cuatro manos con Carlos Saura. Te lo contamos…
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 06 de mayo de 2025
Como invadiendo y apoderándose del espacio escénico, la tragedia de la cigarrera Carmen se funde con el ensayo de una compañía flamenca. Así vislumbraron y concibieron Antonio Gades y Carlos Saura, la que supuso su primera colaboración escénica, que ahora vuelve a Madrid, del 08 al 17 de mayo, en el UMusic Hotel Teatro Albéniz, a propósito de la conmemoración de los 150 años del estreno de la ópera Carmen, de Bizet, que ha prestado su música a este ballet emblemático de los innovadores modos escénicos que desde el flamenco experimentó Gades con éxito.
El remontaje llega precedido del éxito de una gira internacional de la Compañía Antonio Gades, en la que volvió a escuchar ovaciones de cientos de viejos y nuevos admiradores en países como Bélgica, Suiza o Italia, incluyendo varias ciudades de Francia, donde esta obra tuvo su premier mundial el 17 de mayo de 1983, en el Théâtre de París. Nada más en la capital francesa, Carmen fue vista estos días por cerca de 10 mil espectadores que abarrotaron la Salle Pleyer.
“Carmen y Bodas de sangre llevaron al mundo un lenguaje flamenco que no existía, fueron obras que crearon un nuevo universo escénico y en el caso de Carmen, se trataba de la revisión del grito de amor libre de una mujer desde la visión de un hombre”, reflexiona la actriz María Esteve, hija del coreógrafo y presidenta de la Fundación que lleva el nombre de su progenitor.
Carmen se ubica segunda en la celebérrima trilogía cinematográfica que Gades, coreógrafo, y Saura, cineasta, llevaron juntos a la pantalla, revolucionando el concepto del cine musical europeo con Bodas de sangre, que fue la primera, y Amor brujo, título que cerró este tríptico trágico de amor y flamenco, que redimensionó tanto el cine como el flamenco escénico.
Solía Gades decir que las motivaciones de hacer Carmen venían de la necesidad de liberar al personaje del estereotipo nacido en la mente de un francés, Prosper Merimée, y popularizado en la ópera por otro, Georges Bizet, quienes imaginaron una Andalucía que les quedaba cultural y geográficamente lejos.
Así es como la Carmen vislumbrada por el tándem Gades/Saura se construye desde la autenticidad como un personaje feroz y representativo de la mujer libre, la que lucha por su derecho a amar y elegir, aunque termine siendo una víctima de la violencia de género en una España de otros tiempos. “Mi padre cogía el coche y se iba a recorrer pueblecitos para embeberse de qué bailaba la gente, qué trajes usaba, cómo se comportaba… por eso ves su Carmen y sientes a la gente del campo, ves a una Carmen campechana de verdad” opina su hija.
El hallazgo de esta Carmen radica en que no se trata de una representación de la ópera de Bizet ni una adaptación teatral del libro de Merimée, y aunque sorbe de ambos, en realidad es un ballet flamenco narrativo. El artilugio del teatro dentro del teatro, les permite fusionar realidad y ficción, a partir de un drama que, entre los miembros de una compañía de flamenco, repite la historia de ficción que están ensayando, creando así una meta-realidad y al mismo tiempo una coreografía innovadora que se despliega básicamente desde los usos del flamenco, negándose a ser simplemente la recreación del relato.

Danza, cine, drama…
A diferencia de Bodas de sangre, que fue una película rodada en 1981 a partir de la coreografía previamente estrenada por Gades, Carmen fue un proceso más o menos simultáneo, en el que Saura y Gades participaron juntos creativamente en los dos formatos. Nada más estrenada la obra escénica, ambos se embarcaron en su rodaje, por lo que hay una simbiosis única entre montaje teatral y filme. El éxito de la película en todo el mundo, legitimó e impulsó la gira y popularidad de esta versión escénica, que esta noche vuelve a subir el telón en un (ahora renovado) Teatro Albéniz, que fue tan emblemático para la danza en la capital.
Tras la muerte de Antonio Gades, en 2004, quedaba la incógnita de qué iba a pasar con su legado. La lógica decía que debía cederse al Ballet Nacional de España (BNE), que él mismo dirigió, pero parecía difícil que la complejidad de su estilo pudiera convivir en una agrupación obligada a atender todos los lenguajes y formas de la danza española. Se decidió mantener entonces la compañía, que ha funcionado bajo la dirección artística y mirada fidedigna de Stella Arauzo, que fue una de sus bailarinas destacadas. La agrupación funciona bajo el paraguas de la Fundación Antonio Gades, presidida por su hija y teniendo en la dirección general a Eugenia Eiriz, su viuda.
“Esta compañía supone la preservación de un legado coreográfico y estilístico, de unas formas” nos comenta hoy Eiriz. “Para nosotros es importante que los bailarines que pasen por aquí sean capaces de llevarse en sus cuerpos el mundo de Gades, que siga vivo en sus movimientos, en su conciencia política”.
Tanto Esteve como Eiriz reconocen que Arauzo ha sido clave para sacar adelante el proyecto. “Cuando retomamos la compañía en 2005 reunimos a sus más estrechos colaboradores, gente que había trabajado muy cerca de él, y Stella ha sido muy importante a la hora de difundir y preservar su estilo, porque es muy fácil que se desvirtúe. Ella tiene la experiencia, la capacidad pedagógica y una enorme generosidad”.
A diferencia de otros países, en los que existe una política de Estado para la preservación del patrimonio escénico, lo que ha permitido la permanencia y desarrollo de compañías como las de Martha Graham, Alvin Ailey o Maurice Béjart, en el nuestro no ocurre. La Compañía Antonio Gades subsiste por voluntad, responsabilidad e iniciativa de su familia y antiguos colaboradores, pero tiene las limitaciones de una compañía privada. No han podido evolucionar hacia la agrupación deseable, una capaz de mantener activo el repertorio y abrirse a la nueva creación. Tampoco han podido mantener activa, como merece, una pieza fundamental de Antonio Gades como Fuenteovejuna, un sueño que en las condiciones actuales no pueden permitirse, dada la monumentalidad de este título ciertamente monumental.






