UN DON JUAN DESCRIPTIVO
En el marco del Festival Dansa Metroplitana, el Ballet de l'Opéra National du Capitole de Toulouse ha estrenado un programa doble en El Liceu. Fuimos a verlo y esto nos ha parecido...
Texto_ JORDI SORA i DOMENJÓ.
Barcelona, 25 de marzo de 2025
Dentro de la programación Dansa Metropolitana, certamen que este año llega a doce ciudades del ámbito metropolitano de Barcelona, el Liceu se había reservado un gran estreno: Le Ballet de l'Opéra National du Capitole de Toulouse, con música en directo de Jordi Savall y su formación Le Concert des Nations. Tres composiciones de Christoph Willibald von Gluck, para la que probablemente sea la formación más reputada en la interpretación de música antigua. De manera que tanto público melómano, como amantes de la danza estaban muy pendientes el pasado domingo, día del estreno, de los matices que podrían ofrecer esa combinación y las dos coreografías presentadas: Sémiramis y Don Juan, que podrán verse hasta el próximo 29 de marzo en el coliseo de Barcelona.
La primera está firmada por el madrileño Ángel Rodríguez sobre una pieza de ballet original de 1762. Sémiramis se basa en la tragedia de esta reina asiria, escrita por Voltaire. Y de su fortaleza y resiliencia. La coreografía transita entre ambos aspectos de una manera fluida: describe muy bien la psicología del personaje femenino; y lo hace desde una gravedad muy evidente en el dibujo en movimiento. Más allá de la técnica precisa que todo el cuerpo de baile demuestra, está la robustez de su gesto expresivo. Y esta primera parte de la velada regala alguna de las imágenes más bellas: desde un fragmento en el cual tres bailarines se lanzan a los pies de su partenaire, recepcionados con un evidente desprecio, reflejo de la fortaleza del personaje central de la historia. Hasta el eficaz contraste que produce un enorme tapiz en el fondo del escenario, que va retratando con distintas tonalidades los momentos de la historia. Parecería un papiro gigante, lleno de espectros de luz que más tarde servirá como telón de fondo de las distintas escenas. Todas ellas con una danza de marcados matices contemporáneos que conjugan perfectamente con el enorme esfuerzo de la orquesta y sus instrumentos de época para alcanzar con buena sonoridad la inmensidad del gran teatro.

Un enorme caballo
La coreografía de Don Juan, en cambio, no resulta tan lucida. Se echa en falta la imaginación visual de la primera parte y, si bien el trabajo de los dos bailarines principales, Alexandre De Oliveira Ferreira y Marlen Fuerte Castro, como Don Juan y Donna Elvira respectivamente, es solvente en todo momento; queda algo eclipsado por el papel de Sganarelle que interpreta Kleber Rebello. La razón es muy simple: a falta de un acento más claro en las emociones, se hace evidente que no es suficiente con una disciplina corporal de alto voltaje. De sentido más clásico, la coreografía de Edward Clug queda un poco enredada por una escenografía invasiva: unas cenefas rodantes que van colocando aquí y allí; o un enorme caballo sobre el que cabalga el protagonista. Todos elementos de alto impacto visual, pero limitadores del espacio y poco compatibles con el cuerpo de baile. Es una plaza mayor sin espacio, ni lenguaje gestual. Pese a que el conjunto no tiene aquella brillantez de la primera parte, la batuta de Jordi Savall y sus músicos siguieron regalando una entrega incuestionable. El público supo distinguir cada aspecto: con cerrada ovación para el director y su orquesta, en esta segunda parte; y un reconocimiento a los bailarines por su esfuerzo.






