AL GRITO DE LIBERTAD ARRANCÓ ANOCHE EL CENTRO DE DANZA MATADERO
El Ballet Flamenco de Andalucía dejó inaugurado el nuevo espacio para la danza del Ayuntamiento de Madrid, con la muy eficaz ‘Pineda’, de Patricia Guerrero. Allí estuvimos y esto nos pareció…
Texto_OMAR KHAN Fotos_MARCOS MEDINA
Madrid, 07 de febrero de 2025
Políticos, famosos, gente del flamenco y de la danza, caras conocidas del sector en general, abarrotaron anoche la Nave 11. Casi todos la conocían y ya habían estado allí pero era la primera vez que la pisaban como Centro de Danza Matadero, el nuevo proyecto del Ayuntamiento de Madrid que dirige María Pagés y escuchó ayer su primera ovación de pie para el Ballet Flamenco de Andalucía, que puso en escena (con funciones hasta el domingo 16) Pineda, adaptación de Lorca, firmada y protagonizada por Patricia Guerrero.
Para ella también era noche especial. Por aquí es ampliamente conocida como la inspirada bailaora que verdaderamente es (no olvidar que fue La Bella Otero para el Ballet Nacional de España) pero no tanto como creadora, en la que supone, además, su primera producción como líder de la célebre compañía andaluza, un equipo de muy jóvenes y prometedores intérpretes, que estuvieron a la altura de una creación muy coral y exigente con el cuerpo de baile.
Mariana Pineda, obra teatral temprana de Lorca que ya había sido llevada al flamenco por Sara Baras, se mantiene muy fiel al texto del poeta granadino bajo la tutela de Guerrero y la dramaturgia de Alberto Conejero. Aún así, se decanta por exaltar más la agitación política de la obra que su lado romántico, que usualmente es el más explotado. Pineda aquí es una revolucionaria y no tanto una amante herida. No solamente es una opción muy válida sino que, desde la puesta en escena, la coreógrafa demuestra habilidades insospechadas para mantener ese pulso.

Un pueblo enardecido
Está bien resuelto el dueto de amor, no se le puede negar, pero donde suben los decibelios y llega la tensión es en los grandes momentos corales, los más difíciles sin duda. Dota de entidad a la masa de bailarines como un pueblo enardecido y no simplemente como un cuerpo de baile. Crea una danza masculina y angulosa con los militares que arropan el solo de Alfonso Losa, una soleá con muy mala energía que dibuja a la perfección a este ser infame que fusila al pueblo a su paso. En este sentido, aunque con menos espectacularidad y recursos claro, recuerda al Gades grandilocuente de aquella Fuenteovejuna, que algún parentesco guarda con esta Pineda.
Patricia Guerrero es una bella bailaora. Aborda su Pineda con la firmeza que requiere un personaje que, al final, va a preferir morir antes que traicionar, pero al tiempo le otorga cierta inocencia cándida que engrandece y humaniza el rol de esta mujer subversiva que ha bordado una bandera que significa libertad frente a la opresión. No podía encontrar mejor contrapeso que Alfonso Losa en el villano Pedrosa. Es él bailaor de alta tensión, eso ya lo habíamos notado, pero colocar toda esa energía en la interpretación de un antagonista oscuro le desvela perfecto para los hombres malignos.
Por lo demás, Pineda es elegante. Esa escenografía modular de paredes desvencijadas de las que brota moho y musgo, junto a su cuidado y calculado sentido cromático –con esos estridentes trajes verdes o rojos de la protagonista en contraste con el ambiente apagado de toda la obra- se conjugan con lo coreográfico y lo musical –estupendo equipo en directo- para crear un espectáculo de buena factura, muy eficaz como ballet narrativo, un género que siempre nos parece en extinción.






