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EL POLE DANCE DEJA LA PROSTITUCIÓN

Las redes sociales y el desprejuicio de una juventud poco atenta a los preceptos morales, le han dado nueva vida a una danza estigmatizada por cabarets y prostitutas. Te lo contamos…

Texto_OMAR KHAN

Madrid, 01 de febrero de 2025

Puede que la hasta hace poco inequívoca vinculación del pole dance con cabareteras y prostitutas esté en proceso de extinción. De ocurrir, esta connotación sexual será recordada como un capítulo en su historia, un descalabro de juventud, porque hay que aclarar, de entrada, que en su nacimiento, esta forma de danza no estaba, en absoluto, conectada con el erotismo.

Sus orígenes son milenarios y no están del todo precisados. India y China se disputan su paternidad. En el primer país aparece vinculado a un deporte antiguo, el mallakhamb, una combinación de gimnasia y yoga que se ejecutaba en un poste de madera y era, principalmente masculino. Mejoraba la fuerza física, la flexibilidad y coordinación. En cambio, los chinos lo tuvieron siempre unido al hecho escénico y las artes circenses orientales. De hecho, todavía hoy sigue vigente en el mundo del circo occidental la barra china, que consiste en la realización de acrobacias insólitas en un poste.

La idea de una mujer sensual, provocadora y ligera de ropa, cuando no desnuda, pero siempre llevando tacones, bailando en un poste surgió en Norteamérica. Las ferias ambulantes entre la década de los treinta y cuarenta del siglo pasado comenzaron a tener éxito cuando viraron hacia el burlesque, en los albores del entretenimiento sexual para (hombres) adultos. El pole dance empezó así su aventurilla erótica y pronto se instauró en todo el mundo como la danza típica de las mujeres de los burdeles, cabarets y locales de alterne. Cuando los preceptos morales y religiosos comenzaron a etiquetar de inmorales estos locales, su danza cayó en el mismo saco.

En el imaginario se solidificó la imagen de la prostituta que enganchaba a sus clientes con la sensualidad de su baile alrededor de un poste. El cine nocturno de gángsters y bajos fondos, sin duda, alimentó este cliché. Hace no demasiado, Hollywood reivindicó a Las Vegas como el paraíso del pole dance y el strip de lujo, en películas mainstream sobre cabareteras fabulosas, en títulos como Showgirls (1997), de Paul Verhoeven, o Striptease (1996), de Andrew Bergman, que estigmatizó a Demi Moore con un sambenito de estrella erótica que le ha costado horrores sacudirse. Pero ahora, en este nuevo siglo, y con la velocidad que propician las redes sociales, todo esto ha empezado a cambiar de manera radical.

La ignorancia y falta de referentes históricos sin cargos de conciencia, el desinterés por el pasado y las tradiciones, aunado a la contradictoria carencia informativa que ha generado la era de la información y los datos, han hecho que el pole dance llegase inmaculado y “desexualizado”, casi como una novedad, a cientos de jóvenes a través de TikTok o Instagram, redes que le quitaron las connotaciones morales y el peso del estigma, y lo convirtieron en moda y pura diversión.

Pole Tiktok

Tras este borrón y cuenta nueva el pole dance se ha reinventado bajo la sombrilla del fitness y ha tenido acceso al mundo del espectáculo no erótico, ampliando su radio por vez primera y consiguiendo lo hasta hace poco impensable: chicos que lo practican. Que sea un recurso en algunos espectáculos del Circo del Sol, que admite a todos los públicos, da fe de este cambio de mentalidad.

Claro que cabarets y locales de alterne y prostitución lo siguen manteniendo como reclamo erótico en todo el mundo pero ya no es de su exclusividad, y en los ámbitos del deporte y el arte, comienza a verse como una forma legítima, honrada y no estigmatizada de trabajo o entretenimiento.

Tampoco ha sido del todo espontáneo. Hay colectivos que vienen luchando por limpiarle el historial, porque lo ven como lo que realmente es: una técnica de danza, un trabajo físico exigente y saludable que, en sí mismo, nada tiene de erótico o sexualizado. Hay gente luchando por incluirle como deporte olímpico, que de lograrse, le convertiría en la segunda forma de danza que sube al Olimpo, después del hip hop, que no está tan claro que siga manteniendo ese estatus después de París 2024, donde debutó.

La Federación Internacional de Pole Sports (IPSF) es la cabeza institucional de respaldo a un pole dance no erótico. Ha creado filosofía, normativas, reglas y estándares de competición que descartan cualquier connotación sexual o erótica. Existe ya plenamente instaurado y aceptado un star system, masculino y femenino, de campeones y estrellas. La virtuosa rusa Daria Chebotova, el chino Ke Hong, que se inclina por el arte circense, la norteamericana Allegra King, que lo practica en combinación con la danza contemporánea y lo promueve como arte inclusivo o el también ruso Dimitri Politov, una rutilante estrella que hizo delirar a las audiencias con un número verdaderamente insólito en el espectáculo Vitori, que estrenó Cirque Du Soleil, en Malta (2019), se cuenten entre ellos.

Resulta del todo llamativo que la danza contemporánea, hoy tan amplia y diversificada, no haya reclamado la parte que le corresponde en la apertura y renovación del pole dance. No obstante, tiene un referente de gran relevancia en Revolution (en la foto de arriba y el vídeo de abajo), fascinante coreografía minimalista del reputado creador francés Olivier Dubois, que tiene el mérito visionario de haberla montado en 2009, cuando este interés por el pole dance estaba aún en ciernes. En ella, quince bailarinas muy sobrias e inexpresivas, cada una apostada alrededor de un mástil de pole dance, vestidas de negro y llevando tacones, repiten de manera obsesiva una rutina de este baile, empujadas por el crescendo del Bolero, de Ravel.

No hay connotación erótica alguna y la insistencia en una misma frase hace de la coreografía un acto de obstinación, resistencia y resiliencia que, para muchos críticos, hablaba de empoderamiento femenino. El título Revolution parecía, hoy lo entendemos, el heraldo del #metoo por venir.