LO QUE JOAQUÍN DE LUZ NO ENTENDIÓ
Se despide de Madrid como director de la CND en el Patio de Condeduque con un programa sin estrenos, representativo de lo que ha sido su gestión al frente del ente público. Hacemos balance..
.
Texto_OMAR KHAN Fotos_ALBA MURIEL
Madrid, 20 de julio de 2024
Joaquín De Luz (Madrid, 1976) se despide este fin de semana de la capital como director de la Compañía Nacional de Danza (CND), después de que el Ministerio de Cultura / Inaem decidiera no ampliar su contrato con la compañía tutelada por el gobierno. Lo hace en el marco del Festival Veranos de la Villa, donde hasta mañana estarán bailando en el patio de Condeduque un programa sin estrenos que, en sí mismo, es emblemático y representativo de la gestión del que fuera aclamado bailarín estrella del New York City Ballet (NYCB).
El rasgo más notorio (y desconcertante) del comportamiento de la CND en los últimos cinco años ha sido su intento de convertirse en una sucursal del New York City Ballet. Claro que es comprensible que esa relevante compañía norteamericana, depositaria de la herencia y legado de Balanchine, fuera un modelo para Joaquín De Luz, que llegó al cargo directivo español sin más experiencia ni referencias que las que él vivió allí, como bailarín estrella y no como gerente o coreógrafo habría que subrayar.
Tiene mucho valor, y era algo que podía ser vaticinado, que haya enriquecido y enaltecido el repertorio de la CND trayendo obras referenciales del icono del neoclásico Georges Balanchine, una ausencia notoria en el acervo de una compañía que ha querido abarcar del clásico a las vanguardias.
A pesar de ser la más breve, Tchaikovsky pas de deux fue, con diferencia, lo mejor de la noche del jueves en el patio de Condeduque. Obra breve pero significativa de Balanchine, fue bailada con brillo y arrojo, venciendo todas sus dificultades técnicas, que son muchas. Para la CND, De Luz trajo también Apollo, obra muy importante del padre del neoclásico norteamericano. Nada que objetar.
La otra exportación de interés traída del norte, es de las pocas aportaciones de Joaquín De Luz relacionadas con la actualidad. Incorporar al repertorio la fantástica Heatscape, de Justin Peck, actual residente del NYCB fue un acierto, en tanto que es la gran estrella y promesa del ballet norteamericano, prácticamente desconocido en Europa. Se mueve como pez en el agua tanto en Broadway como en el mundo del ballet, y fue el coreógrafo de la nueva versión cinematográfica de West Side Story firmada por Spielberg. Dará mucho que hablar este chico y resulta de lo más relevante que ya forme parte del repertorio de la CND.
Made in USA
Lo que nos podía beneficiar de la experiencia y contactos de De Luz con el NYCB debería acabar aquí. El problema fue todo lo demás. Hemos asistido a cinco años de resurrecciones de obras venidas del repertorio del colectivo norteamericano, incluidas las visitas como invitados de algunos de sus bailarines. Unas mejores, otras peores, pero la abundancia terminó por definir y delinear la estética de nuestra compañía como copia e imitación de otra. La CND en estos últimos años perdió todo rasgo de identidad propia por esta errática línea de programación.
Joaquín De Luz nunca entendió la CND como una compañía europea. “No veo mucho coreógrafo europeo que se alinee con la visión que tengo para la compañía”, declaraba en su momento a susyQ. No comprendió que el éxito del NYCB en Estados Unidos tenía que ver con los gustos, sensibilidad y costumbres tan peculiares y únicas de Norteamérica, donde El cascanueces es una obligación navideña para sus ciudadanos. Pensó, tal vez, que estos autores y repertorios no habían llegado aquí porque a nadie se le había ocurrido traerlos, y nunca porque no encajaran.
La añeja Sinatra Suite (en la foto), de Twyla Tharp, que estará él mismo bailando en Condeduque hasta mañana, es ejemplar. En los años ochenta innovadora, Tharp es un referente típicamente americano de danza que en esta obra emula y siente nostalgia por el el musical dorado de Hollywood y las canciones de otro emblema de aquel país como fue Frank Sinatra. Pero es que a Twyla Tharp, Joaquín De Luz sumó al repertorio de la CND obras de Alexei Ratmanski, Christopher Wheeldon, Jerome Robbins, o Peter Martins, coreógrafos de distintas nacionalidades, es cierto, pero todos ampliamente representados, difundidos y ensalzados por el NYCB, compañía que defiende un neoclásico en la línea de Balanchine, con obras abstractas, bonitas y con frecuencia aburridas y olvidables, donde por lo general, el contenido importa poco y la ejecución y el dominio de la técnica mucho.
¿Qué puede aportar al repertorio de la CND tener una obra descafeinada como Barber Violin Concerto, de Peter Martins? No era tan relevante como para saltarse normas imperantes hoy de lo políticamente correcto e invitar a un creador que fue el director del NYCB, en los tiempos en que él era estrella, y que salió por la puerta trasera acusado de abusos y malos tratos. Cierto es que un juzgado lo absolvió de los cargos pero la pregunta es cuán necesario, trascendental, importante e imprescindible era tener una obra suya en el repertorio de la CND, una compañía sostenida con dinero público, lo que hace parecer que el Estado intenta lavar la imagen de un creador americano denostado. Otra cosa sería si De Luz tuviera una compañía privada.
¿Y España?
Rebuscando, escarbando y argumentando, vivir de espaldas a Europa podría encontrar alguna justificación. Vivir de espaldas a la danza en España, no. Joaquín De Luz no fue generoso con los creadores ni con la profesión. No le llamó la atención ni le dijo nada que In Paradisum, que le encargó a Antonio Ruz (que merecía una pieza de una noche y no una obra corta), fuese una coreografía coherente con la estética de nuestros días y que, siendo original y potente, se alineara con la danza que hoy se hace y aprecia en Europa. Eso era algo que la compañía necesitaba con urgencia y el que se lo estaba dando era un creador español.
Cuando hace cinco años llegó a la dirección de la CND, Joaquín De Luz no era coreógrafo. Pero tras su llegada, comenzó a experimentar en este sentido, con resultados desiguales. Su creación Passengers Whitin (en la foto sobre estas líneas), que cierra la velada de Condeduque, aparece deudora de los modos y estilo del New York City Ballet (otra vez el NYCB). Con música del norteamericano Philip Glass, encaja en aquello de “obras abstractas, bonitas y con frecuencia aburridas y olvidables”, características que hemos atribuido más arriba al repertorio de esta compañía.
En su afán de añadir nuevas y excitantes aventuras a su vida, se dedicó a crear coreografías, en vez de dar oportunidad y espacio a los creadores locales. Sara Calero y Mar Aguiló, que fueron de las pocas invitadas, debieron conformarse con compartir su firma junto a la suya, en piezas inexplicablemente creadas a cuatro y hasta seis manos, lo que restaba protagonismo a las coreógrafas españolas invitadas.
Hizo acto de justicia al incorporar de nuevo al repertorio a Nacho Duato, que fuera por veinte años director de la CND y acabara fatal con el Inaem, lo que limó asperezas y devolvió a su sitio obras relevantes del valenciano, como Remansos (en la foto inferior), coreografía que abre el programa de Condeduque. Fue también un acierto encargarle un nuevo trabajo, solo que no salió bien, porque la aparatosa Morgen, con sus clichés sobre el suicidio, está bastante lejos de lo que fueron las obras grandes de Duato, como la misma Remansos. Pero eso, claro está, no es culpa de Joaquín De Luz.
CND clásica
Lo del empeño (del Inaem) por mantener obras significativas del repertorio académico se saldó con una Giselle errática y fallida, coreografiada por De Luz con dramaturgia de Borja Ortiz de Gondra, y una correcta puesta de La Sylphide, con una función pendiente, con la que culminará definitivamente su gestión el 08 de agosto próximo en el Festival de Santander.
Con un repertorio como ese, resulta obvio que tampoco pudiera recuperar la fortísima y exitosa presencia internacional que la CND alguna vez tuvo. Del todo llamativo resulta que durante toda su gestión, la pieza que más saliera al exterior fuese Carmen, de Johan Inger, una coreografía que le llegó como portentosa herencia del anterior director, José Carlos Martínez, hoy al frente del Ballet de la Ópera de París.
En una entrevista que le hicimos, justo antes de que supiera que el Inaem no renovaría su contrato, De Luz nos había contado sus planes futuros para la CND. Quería, cómo no, un teatro para la danza en Madrid y abrir una ventana a la entrada de dinero privado, ignorando la inexistencia de una [necesaria] Ley de Mecenazgo, aspiraciones de todos los que han pasado por la CND. También quería reabrir la CND2, que fue el proyecto joven de Duato. Planeaba un Romeo y Julieta con dirección de Andrés Lima y un título de Lorca dirigido por Jesús Carmona…