ASÍ DE BIEN ACABÓ LA FIESTA VALENCIANA DE LA DANZA
El prestigioso Festival Dansa València en su recta final contó este fin de semana pasado con la ferocidad de Rocío Molina y dos invitados internacionales: el Ballet de Marsella y Suave, de Brasil. Así los vimos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_JOSÉ JORDÁ
Valencia, 22 de abril de 2024
En la recta final de la XXXVII edición del Festival Dansa València este fin de semana, se escucharon dos estruendosas ovaciones. La que más, se la llevó, merecidamente, Rocío Molina el viernes pasado en el Teatre Principal, mismo espacio que retumbó anoche con el sonoro aplauso de pie que recibió el Ballet de Marsella, dirigido por LA(HORDE). Entre medias, el sábado, la otra invitada internacional, Alice Ripoll, trajo desde las favelas de Río a su compañía Suave, que escenificó la muy bulliciosa Zona Franca, en el Teatro El Musical (TEM), ubicado en el corazón del muy popular barrio El Cabanyal.

Esto no es cualquier cosa
Ceremonial, ataviada de rosa, bajo la espectacular y al mismo tiempo simple escenografía, Rocío Molina avanza hacia proscenio y a viva voz, dos veces, nos anuncia: “Esto no es cualquier cosa”. En la próxima hora larga, corroboraremos cuánta razón tiene. Vuelta a uno, tercera parte de su trilogía de la guitarra, en la que se hace acompañar por Yerai Cortés, quien arranca a su guitarra una nitidez y calidad sonora sorprendentes, verdaderamente no es cualquier cosa.
La bailaora se nos desvela feroz cuando quiere (apoteósico gran final), entrañable por momentos (ese baile descalza sobre la mesa) y divertida intermitentemente (se pasa la función mascando chicle y comiendo golosinas). Aunque enorme es el escenario, delimitado por los numerosos y portentosos focos de la expresiva iluminación de Carlos Marquerie, colaborador habitual, ella y Cortés pasan la mayor parte del tiempo muy próximos, como necesitándose todo el rato.
Vuelta a uno nos presenta a una Rocío Molina menos densa y oscura, también más bailaora y menos teatral que en otras ocasiones. Hay mucho juego de niñas, pataletas incluidas, en esta obra de apariencia abstracta pero que en realidad es un viaje festivo que permite a la bailaora pasearse con seguridad y soltura por los palos y moverse bajo una gama amplia de registros emocionales. En su compenetración y complicidad con el destacado guitarrista, descansa buena parte del encanto y poder de seducción de esta excepcional propuesta coreográfica.

Seis coreógrafos
La otra creación que hizo saltar al público emocionado de sus butacas ocurrió anoche en la clausura del Festival Dansa València. El colectivo (LA)HORDE, ahora encargado del Ballet de Marsella, cerraba un programa inusual de seis coreografías con un extracto de su creación Room With A View, una coreografía grupal breve y contundente, con aires de rebeldía y agitación política, que se mueve al ritmo trepidante y contagioso de la música techno-tribal de Rone, toda una estrella en Francia.
Las breves coreografías que conforman el programa traen todas grandes firmas y son, por un lado, un reconocimiento a los coreógrafos que han modelado la personalidad artística de (LA)HORDE, y por otro una declaración de principios, que habla del tipo de lenguaje que les interesa y los lineamientos conceptuales que quieren para la agrupación. El uso riguroso de la técnica clásica, y los modos del neoclásico y el contemporáneo al servicio de propuestas de riesgo conectadas con la estética de nuestro tiempo parece un norte, a juzgar por lo visto.
Acostumbrados a crear obras experimentales, el tándem Francois Chagnaud y Cecilia Bengolea, se aventura con las puntas en chicos y chicas para su creación Grime Ballet, un cuarteto bastante formal y estilizado, en comparación con sus obras performáticas. En cambio rigurosa, matemática y minimalista, la pionera de la posmodern dance norteamericana Lucinda Childs diseñó para el grupo francés Concerto, obra obstinada muy en la línea de su éxito Dance, que resulta fascinante para el que observa, y agotadora y extenuante para los bailarines.
El otro gran momento de la velada, nos lo trajeron cómo no, los infalibles de Peeping Tom, con Oiwa, de Franck Chartier, en apariencia un dueto que deviene en cuarteto, con dos parejas que simulan ser la misma aunque se intercambian bajo la densa nube de humo que constantemente cubre el escenario. De una belleza conmovedora.
La ampliación en número y reducción en tiempo, de Lazarus, adaptación del exitoso solo que catapultó a la creadora irlandesa Oona Doherty, reaparece con toda su carga de violencia urbana, y el delicado dueto femenino Les indomptés (en la foto), de Claude Brumachon, que se mueve sereno y pulcro bajo los acordes de una emocionada canción de Wim Mertens, terminaron de dar forma a Roommates, programa en el que sorprendió la capacidad de los bailarines del del Ballet de Marsella para cambiar sus registros y aparecer eficaces, incluso a veces virtuosos, en prácticamente todos.

Desde la favela
La segunda agrupación extranjera invitada vino de lejos. Desde las favelas de Río llegaron al escenario del TEM los insólitos bailarines de Suave, la compañía que dirige Alice Ripoll, y trajeron su danza híbrida, ese passinho típico de las favelas, danza urbana en la línea del hip hop pero con muchas ramificaciones e influencias, que no desdeñan la samba, el perreo o los ritmos tropicales y como aportación propia de la autora, también la danza contemporánea.
Zona franca, la pieza que estrenaron en nuestro país (y que se verá este verano en el Festival Grec, de Barcelona) tiene como punto de partida la celebración de una fiesta, por lo que está llena de globos, confetis y tartas. El tono es eufórico y los bailarines, con pies veloces, caderas indomables y glúteos autónomos, no paran de moverse veloz y agitadamente por todo el escenario. Asombra el estilo y sorprende la destreza. Son además, encantadores.
Pero la estructura de la obra dificulta la fluidez, alternando momentos de danza sincronizada y grupal (que son los mejores, especialmente con ese trío masculino que sube los decibelios en cada intervención) con otras más performáticas y menos claras en el discurso, que ralentizan y entorpecen el fluir del todo.






