ARRANCÓ DFERIA A RITMO DE GERSHWIN
El festivo estreno de la nueva pieza de Iratxe Ansa e Igor Bacovich para la compañía italiana Aterballeto abrió anoche la gran fiesta escénica de San Sebastián. Allí estuvimos y así lo vimos…
TEXTO_OMAR KHAN FOTOS_CHRISTOPHE BERNARD
San Sebastián, 11 de marzo de 2024
No solamente es pegadiza y fácil de recordar sino que, de alguna manera, permanece anclada al inconsciente colectivo. Rhapsody in blue, de Gershwin, es de esas músicas con tanta autonomía, personalidad y seguidores, que se hace esquiva a cualquier tipo de experimentación escénica. El tándem Irxte Ansa & Igor Bacovich, líderes de su propia compañía madrileña Metamorphosis, nos enseñó anoche en el escenario del Teatro Victoria Eugenia cómo supo sortear esta dificultad (y otras que supone abordar esta melodía), al montarla para el solvente equipo de Aterballetto, la relevante agrupación de danza italiana que dejó anoche inaugurada la trigésima edición de dFeria, la gran cita escénica de San Sebastián.
No se trata de una coreografía montada sobre la música de Gershwin sino el esfuerzo titánico de intentar convertir, con precisión exacta, esa música en danza. Cada nota, cada compás, cada sonoridad… tiene una respuesta visual en los cuerpos del potente equipo italiano. La dificultad desde luego radica en amoldar la musicalidad de esos cuerpos –a veces en solitario, en pequeños duetos o casi siempre en conjunto-, en cómo cada uno -o todos a una- son ilustración de lo que suena. La coreografía, en este sentido, cabalga sobre la partitura, calcando sus variaciones rítmicas, sus estados anímicos y su poder de seducción. Así, cuando la música sube y se hace épica, la coreografía incluye cargadas y cuerpos por los aires. Cuando susurra y aísla el tintineo del piano, solo los dedos de algún bailarín lo ilustran.
Sexy y rockera
Este punto de vista supone un verdadero acierto y una manera inteligente de resolver el problema más obvio de la empresa: cómo hacer para que esa música, tan conocida, tan melódica, tan espectacular y tan incrustada en la cabeza del espectador, no se coma la coreografía. Se trata pues de crear una alianza inquebrantable, hacer visual la música desde la danza, en la que supone además, la pieza más festiva y despojada de ataduras de la creadora vasca y el coreógrafo italiano.
El programa de la noche incluyó otras dos coreografías, que dieron cuenta de la versatilidad del equipo italiano. Supieron acercarse al ya inequívoco estilo israelí, tan influenciado por Ohad Naharin, que les impuso Eyal Dadon, en su coreografía Yeled, la menos vistosa de la velada, en tanto que tenía una dramaturgia poco clara y problemas de fluidez en un discurso un tanto atropellado. Otra cosa fue Shoot me, del creador italiano Diego Tortelli, uno de los impulsores iniciales del proyecto madrileño Kor’sia.
Sexy, explosiva, desenfadada, algo rockera y muy entretenida, Shoot me orquesta un ajetreo escénico muy calculado, que mueve por el espacio a la masa de bailarines, no pocas veces imitando los andares inconfundibles de modelos en pasarela. La música de lo más sugerente y la iluminación de lo más eficaz mantienen arriba esta coreografía que se desplaza desde cierta frivolidad chic hacia un emocionado, muy lírico y sentido, segmento final.
En otro tiempo identificada como compañía de autor, cuando estuvo bajo la égida de Mauro Bigonzetti, la compañía Aterballeto, hoy Centro Coreográfico Nacional y buque insignia de la danza italiana, avanza hacia distintos derroteros, incorporando en cada programa obras nuevas de autores vivos, muy en sintonía con las vanguardias pero al mismo tiempo, con los rigores de la perfección técnica en la ejecución (que es una de las bases que sustenta las propuestas del tándem Ansa-Bacovich). La compañía, joven y entusiasta como se mostró anoche en cada una de las piezas, responde y parece estar a la altura de las diferentes exigencias, tanto físicas como emocionales, de cada trabajo.
