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SIDI LARBI CHERKAOUI / IDENTIDAD

El creador belga es el nuevo director del Ballet del Gran Teatro de Ginebra, que recala en el Teatro Arriaga de Bilbao este viernes para estrenar ‘Ukiyo-e’. Fuimos a Ginebra a hablar con él, y esto es lo que nos ha contado…

 

Texto_OMAR KHAN Fotos_THOMAS VAN HAUTE / BRECHT VAN MAELE

Ginebra, 18 de enero de 2023

Nació y creció en Amberes, en 1976, de madre flamenca y padre marroquí. De puertas adentro, la vida, costumbres y cultura de Marruecos. Cruzando el umbral, Bélgica, el país del primer mundo que es sede y centro neurálgico de la Unión Europea. Entre sus `principales aficiones de niño, consumir vorazmente manga y anime, los cómics y animaciones japoneses que, a su vez, le hacían evadirse hacia un mundo fantástico tremendamente influenciado por el pensamiento nipón. Todo este cóctel cultural corriendo por sus venas, de alguna manera, explica la prolífica y fascinante obra coreográfica de Sidi Larbi Cherkaoui, que acaba de abrir un nuevo capítulo como director artístico del Ballet del Grand Théâtre de Genève, en Suiza, después de siete años al frente del Royal Ballet de Flanders, en su Bélgica natal.

Ukiyo-e, su primera creación para el potente equipo de Ginebra, que venía de ser una compañía mixta de repertorio desde 2003, mientras estuvo bajo la dirección del recientemente fallecido Philippe Cohen, tuvo estreno suizo en noviembre del año pasado y ahora, en una de las primeras giras internacionales que realiza, recalará con sus aires japoneses en Bilbao para dos actuaciones en el Teatro Arriaga, este viernes 20 y sábado 21 de enero, donde será bailada junto a la reposición de su breve dueto Faun, adaptación libre de La siesta del Fauno, de Nijinsky, que realizó en 2009, a propósito del centenario de Los Ballets Rusos, de Diaghilev.

A fecha de hoy, el muy prolífico creador sobrepasa fácil las cincuenta obras estrenadas. Han sido todas coreografías muy distintas, hechas principalmente para su compañía Eastman, todavía activa en Amberes, pero también como encargos para otras o bajo el amparo de casas muy diferentes, donde ha sido director artístico, asociado o simplemente apoyado.

Pero casi todas vienen movidas por las mismas preocupaciones. Los asuntos de identidad, mestizaje, fronteras, diferencias culturales, problemas de comunicación y lenguaje, son temas comunes y frecuentes en una obra larga que se inició empujada por Alain Platel, desde la plataforma Les Ballets C de la B, y encontró continuidad más tarde en su propia compañía, con títulos relevantes como Babel (words), que montó junto a Damien Jalet, o Nomad, recientemente repuesta y aún girando. No han sido excepción las muchas ocasiones en las que ha sido coreógrafo invitado de otras agrupaciones, incluidas casas tan relevantes como el Ballet de la Ópera de París, la Martha Graham Dance Company, de Nueva York, los Ballets de Montecarlo o el mismo Ballet de Ginebra.

No es tampoco secreta su fascinación por la cultura oriental. En 2011 montó para Eastman TeZukA, su personal homenaje al fundador del manga japonés, y en 2008, Sutra, su tributo al kungfú, en un espectacular montaje bailado por los mismísimos Monjes Shaolin, que ha sido uno de sus títulos más exitosos y que ha estado remontando en China de cara a una gira europea que se iniciará en Ginebra en febrero próximo.

En otra vertiente importante de su trabajo, cuando aún bailaba, realizó Sidi Larbi Cherkaoui varios duetos con colaboradores de lujo, que le permitieron husmear en territorios que le eran ajenos pero le seducían. Exploró la fusión contemporánea con danzas tradicionales indias al lado de Akram Khan o Shantala Shivalingappa, usual colaboradora de Pina Bausch. También exploró el flamenco junto a María Pagés, con quien estrenó en España la muy notable Dunas (2009).

 

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¿CÓMO LLEGA A LA DIRECCIÓN DEL BALLET DEL GRAN TEATRO DE GINEBRA?

En el Ballet de Flanders sentía que no podía ir más allá y necesitaba empezar de cero. Poco antes de morir, Cohen me había dicho que se estaba retirando de la dirección de Ginebra y que se necesitaba un nuevo director. Él era un buen amigo, fue de los primeros en invitarme a crear para una compañía de repertorio y cuando monté Loin para ellos, en 2005, fue una buena experiencia, la obra tuvo un recorrido internacional importante, que me dio la oportunidad de que se conociera mi trabajo en medio mundo.

¿Y QUÉ LE HAN OFRECIDO QUE YA NO TUVIERA EN EL BALLET DE FLANDERS?

Aquí siento que tengo libertad artística y hay curiosidad verdadera por mi trabajo. En Amberes tenía limitaciones y nunca me sentí bienvenido. Me esforcé mucho. Siempre estuve como el Dalai Lama perdonando a todo el mundo y me pasé siete años intentando mantenerme calmado y zen. Lo he dejado y me he venido aquí para darme un poco de espacio como artista, para que me permitan estar triste o feliz. En Amberes, que es mi ciudad, me sentía tratado como un extranjero quizá porque no tengo apellido flamenco. Si me hubiese llamado Jan, las cosas habrían sido distintas porque veía que los artistas con nombres flamencos eran tratados de forma muy diferente.

¿ES POR TODO ESTO QUE ABANDONÓ FLANDERS?

No solamente. Allí, además, tuve que enfrentarme a muchas contradicciones. Yo soy un pensador y artista contemporáneo, y me obligaban a defender una idea muy clásica de la danza. Fue difícil conciliar ambas realidades. A mí me gusta tender puentes y construir diálogos con otros artistas y otras disciplinas pero allá estas ideas muchas veces no eran bien recibidas. En cambio aquí es justamente lo que me han pedido. Este primer año nos hemos enfocado en crear piezas que están estrechamente vinculadas con la plástica y cuentan con participación de coreógrafos invitados y artistas visuales trabajando juntos.

PERO… ¿SE SIENTE USTED MÁS BELGA QUE MARROQUÍ?

Yo me siento de todo. Muy belga y europeo, muy flamenco y muy marroquí. Siempre tuve ese sentimiento y he tenido que luchar todo el tiempo contra ideas preconcebidas pero, al mismo tiempo, eso me ha enseñado paciencia y humildad… nunca fui criado bajo la protección de una cultura o una identidad. Desde muy joven tuve que protegerme a mí mismo.

A TODA ESTA MEZCLA CULTURAL HAY QUE AÑADIRLE SU FASCINACIÓN POR JAPÓN…

Yo crecí en Europa pero en contacto con la cultura oriental a través del manga y el anime. Los consumía desde muy niño y me hicieron sentirme muy cerca de la cultura japonesa. Son caricaturas pero están muy influenciadas por el pensamiento budista y sintoísta. Hace 23 años que fui allí por primera vez y quedé muy impresionado por aquella cultura. Me sentía perdido pero me encantaba esa idea de estar perdido e ir descubriendo significados. Era como explorar otro planeta y poco a poco se me fue haciendo más familiar, me resultaba muy atractivo porque calmaba mi alma, hasta un punto en el que me sentía mejor estando allí que en Europa.

¿NO LE RESULTA DEMASIADO AJENA?

Sigo frecuentando Japón y admito que hay mucho de lo que todavía no entiendo pero también es cierto que hay mucho de mi cultura, que es europea, flamenca y marroquí, que tampoco consigo comprender. Mucha gente habla de mí como un artista pluricultural pero creo que todos somos así. Tú has venido desde Madrid hasta Ginebra para escribir en español sobre una compañía suiza que tiene un director belga marroquí, que estrena una pieza inspirada en la cultura japonesa. Lo que tú y yo estamos haciendo en esta entrevista, en realidad, es un reflejo de cómo somos hoy en el mundo.

 

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¿QUÉ LE HA LLEVADO A NOMBRAR A DAMIEN JALET COREÓGRAFO ASOCIADO EN GINEBRA?

Es de mi generación, hemos hecho muchos trabajos juntos y tenemos una línea de pensamiento similar. Nunca lo invité a Amberes por el temor de que me echaran en cara que era mi amigo. Aquí es diferente.

¿SON SIMILARES O COMPATIBLES VUESTROS TRABAJOS?

Hay una profunda conexión pero también grandes diferencias. Damien es más como de ciencia ficción, sus trabajos se ubican en otro mundo, en escenarios extraordinarios en los que los bailarines son más criaturas que seres humanos. Pero su obra también se inspira en rituales de diferentes países. Yo, en cambio, reflejo lo que ocurre en mi mente, que a su vez es un reflejo de lo que yo creo que ocurre en el mundo. Absorbo de la realidad y trato de darle sentido. A veces también conecto con rituales pero me alejo de la postura de Damien porque me intereso por lo psicológico y pienso mucho en la forma en que los humanos nos relacionamos entre nosotros, la manera en que lidiamos con nuestras mentes como seres humanos, las contradicciones que hay en ello.

HA CREADO PARA ESTRELLAS DEL BALLET COMO NATALIA OSIPOVA, PARA MONJES SHAOLIN Y PARA COMPAÑÍAS DE CONTEMPORÁNEO… ¿SE LE HACE MUY DIFÍCIL?

No sé si difícil pero a mí me gusta encontrarme con todas estas formas y aprender de ellas. Al final, los artistas no son demasiado diferentes. Cuando trabajo con un talento como el de Osipova, su sentido de la disciplina no difiere tanto del que tienen los Monjes Shaolin. En esencia, lo que me gusta es trabajar con bailarines profundamente comprometidos con la manera de aproximarse a sus cuerpos. Claro que no es lo mismo ser breaker que bailaor, pero en el arte, al final, siempre se trata de seres humanos queriendo expresar sentimientos y emociones.

¿TODAVÍA BAILA?

Sí y no… bailé hace poco para una película marroquí que se rodó en Túnez, pero ya no tengo grandes planes de estar en el escenario. Hay gente que se retira con mucho anuncio y mucho bombo pero no es mi caso, yo he ido dejando el escenario sin que la gente se diera cuenta y está bien, va más con mi carácter. No necesito hacer un revuelo acerca de nada…

 

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UN MUNDO FLOTANTE

 

Texto_O.K. Foto_GREGORY BATARDON

Cuando sube el telón y vemos una enorme grada con escalones sobre los que están hieráticos los bailarines de negro, salta la pregunta de dónde está el espacio para bailar. Pero pronto la grada se divide en cuatro escaleras móviles que al final, no van a ninguna parte, y se desplazan veloces por el espacio empujadas por los intérpretes, creando puentes, pasajes o pasadizos, bloqueando el espacio o dispersándose y dejándolo diáfano.

Ukiyo-e es la creación con la que Sidi Larbi Cherkaoui debuta al frente de la dirección artística del Ballet del Grand Théâtre de Genève. Es obra que da continuidad a su fascinación por la cultura japonesa y tiene como punto de inspiración el Ukiyo-e, un estilo pictórico japonés vigente entre los siglos XVII y XIX, que tuvo como gran exponente al pintor y grabador Hokusai, autor de La gran ola de Kanawa, la obra más representativa de esta escuela, cuyas trabajos en su conjunto fueron conocidos como pinturas del mundo flótante.

“Me gusta mucho esta forma de representar el mundo a través de imágenes sencillas de la naturaleza, y como soy coreógrafo, sentí necesidad de hacerlo a través del movimiento. Así que en mi primera pieza para Ginebra, he querido desde allí, hablar de la soledad y melancolía que vivimos en el mundo hoy”, nos explica Sidi Larbi Cherkaoui. Según nos cuenta, en Ukiyo-e, está contenida su visión del mundo actual.

“Hay momentos en que unos bailarines son expulsados fuera del grupo y otros en los que algunos de ellos quieren salir pero no se lo permiten, también hay otros que lo que quieren es entrar pero no los dejan… la obra es una representación física de cómo yo percibo nuestro mundo, en el que nos empujan en una dirección o nos retienen. Este es un mundo en el que todos somos el problema de los demás”.

Toda la maquinaria escénica no deja de moverse y crea un estado de emergencia durante la representación, en el que la veintena de bailarines va y viene, a veces parecen trepar las escalaras solamente para dejarse caer desde arriba como suicidas intencionados, todo en medio de un caos perfectamente organizado, de gran dinamismo y belleza, de donde se desprenden duetos, tríos o solos, uno de ellos bailado por el catalán Pau Arán, que además de asistente en la dirección, ha sido bailarín invitado. Como maestro de ceremonia de este ritual, un inquietante cantante, poeta y bailarín nipón.

Arriba, la música de un usual colaborador, Szymon Brzóska, y Alexandre Dai Castaing, suena en directo desde los instrumentos de un equipo mixto de intérpretes occidentales y japoneses, dando efecto exótico y dramático al conjunto.

“Los bailarines van en distintas direcciones y deambulan sin saber qué camino tomar. Esa fue la premisa de arranque, porque yo siento que hoy la humanidad no sabe adónde ir. Cuando yo era más joven había una idea más clara de cómo hacer un mundo mejor pero a medida que me fui haciendo mayor se fueron perdiendo ciertos ideales y sueños, y a pesar de los esfuerzos, creo que el mundo va cada vez a peor, así que la conclusión es que estamos haciendo todo mal y lo mejor parece ser no ir desbocado, sino quedarse quieto por un momento, mirar el mundo y meditar sobre bien sobre cuál es el camino que deberíamos tomar”.

En este momento de quietud está la esencia de Ukiyo-e. Es la respuesta que, desde la danza, Sidi Larbi Cherkaoui quiere transmitir. Al menos, esa es una de las enseñanzas que le ha dejado su contacto con la cultura japonesa, que hoy quiere compartir con el público. “Es verdad que no es nada optimista pero al mismo tiempo es una forma de lucidez, una manera de estar al tanto y mirar el mundo como realmente es y no como eres tú. Yo estoy convencido de que podemos darle forma al mundo desde los impulsos creativos y de esta manera hacer un mundo mejor, más inclusivo y comprensivo, no uno en blanco y negro, bueno o malo, sino uno que tiene muchas capas”, concluye.

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