FUENTE OVEJUNA
El Teatro Central sevillano acoge mañana y pasado a los belgas de FC Bergman con un (auténtico) rebaño de ovejas para contarnos la historia de una díscola, en ‘The Sheep Song’. Nos lo cuentan…
Texto_BEGOÑA DONAT Fotos_KVDE
Madrid, 17 de noviembre de 2022
En una sesión de terapia de grupo coinciden Michael Jackson, el escarabajo de La metamorfosis de Kafka, un borrego homínido, Pinocho y la diosa Diana de Las metamorfosis de Ovidio. A todos les une idéntica angustia, la de saberse seres en transición. De entre los personajes en la estampa, el único que de primeras desentona es el rumiante, pero cabe recordar su cualidad incontestable como alegoría religiosa. El buen pastor, el cordero de dios y la oveja perdida son botones de muestra de ese simbolismo en la cristiandad. La criatura necesitada de asistencia psicológica, mitad hombre, mitad carnero, es la protagonista de la última producción del colectivo FC Bergman, The Sheep Song. Los artistas asociados al Toneelhuis belga lo suben al escenario del Teatro Central de Sevilla mañana y pasado para contarnos esta fábula sobre el miedo y la atracción que provoca el cambio.
“La oveja es el símbolo religioso por excelencia, pero en la vida real es bastante inocente, dócil y terca. El público empatiza fácilmente con ella, pero también se sirve de ella como un lienzo en el que proyectar sus propios pensamientos y sentimientos”, valora el actor y creador Stef Aerts. Su propuesta es la historia visual de un carnero en su conversión en ser humano. Durante el proceso, el protagonista pierde su inocencia y abandona el rebaño. Su aspiración será un calvario lleno de sufrimiento, exclusión, humillación y dolor.
Para el actor que la interpreta, Jonas Vermeulen, la parte más complicada de representarla fue la evolución biológica hasta incorporarse sobre sus dos patas traseras, lo que implicó un uso diferente de la musculatura superior de las piernas para plasmar la búsqueda de estabilidad.
“Las ovejas no hacen mucho. Son dulces, inofensivas y curiosas la mayor parte del tiempo. Incorporamos todos esos rasgos al movimiento corporal, pero tomé prestados algunos de diferentes animales cuadrúpedos, como perros y caballos”, añade el bailarín, al que acompaña sobre el escenario un verdadero rebaño.
Rebaño empoderado
No es la primera vez que el colectivo flamenco trabaja con animales. De hecho, ya lo había hecho con ovejas –en 300 EL x 50 EL x 30 y en The Land of Nod-, pero no con un grupo de ellas. Para su alivio, fue mucho más sencillo que las complicaciones que barruntaban. “Su movimiento es muy hermoso. Están constantemente protegiéndose unas a otras, girando alrededor de la compañera que está en el centro, que va cambiando. El centro es como un torbellino. Su actitud varía según la representación. A veces se muestran muy seguras de sí mismas y poseen el lugar, y otras buscan el final de la actuación, se siente su fragilidad”, explica Aerts, quien sin querer avanzar la escena final, revela que siempre es diferente en cada actuación, pues el comportamiento animal influye en la narrativa.
Según revela Vermeulen, hay espectadores que piensan que el rebaño está entrenado, pero a los animales no se les puede coreografiar: “Son ellas las que deciden cómo serán las escenas. El público tal vez no se dé cuenta, pero para nosotros es bueno que estén a cargo, porque implica traer la naturaleza al escenario”.
A Jonas también lo acompaña una cinta de correr. El accesorio está en marcha durante la totalidad del montaje. La decisión responde a dos objetivos, su contribución al lenguaje del movimiento y su carácter metafórico, “es la línea de tiempo imparable y la dirección de rumbo preciso en la evolución que está viviendo el personaje”.
Cordero de Dios
The Sheep Song está plagada de guiños al arte de los flamencos primitivos y a las primeras experiencias teatrales en la Europa occidental. La dolorosa metamorfosis se plasma en un viaje visual desde la bidimensionalidad de finales de la Edad Media hasta el Renacimiento. La iconografía cristiana en la pintura de autores como Van Eyck y Hans Memling, que utilizaron formas tempranas de perspectiva, da paso a las formas artísticas y formales de El Bosco y Brueghel.
“Ya que planeábamos contar una historia sobre lo que supone convertirse en una persona, quisimos crear una parábola moderna sobre la moral y la distinción entre lo bueno y lo malo. La forma ingenua en que la oveja busca el núcleo de la humanidad nos recordó los primeros rastros de teatro en nuestro continente, que relataban este tipo de historias cándidas y bidimensionales. En el paso de la la Alta Edad Media al Renacimiento, la forma de pensar la religión, pero también el arte y la ciencia se vuelve más refinada. Es una transición que tratamos de mostrar de manera formal, con una limitación inicial del espacio de actuación y una apertura y un mayor uso del escenario al final, de manera que sientes que hay más profundidad y más matices”, desarrolla Aerts.
La inclusión al inicio de la representación de la frase en latín In ludo monstrorum designatur vanitas vanitatum (A través del juego de los monstruos se muestra la vanidad de las vanidades), es toda una declaración de intenciones. No solo porque las palabras fueron recogidas en la enciclopedia Hortus deliciarum de la abadesa alemana Herrad von Landsberg en la miniatura de la representación de títeres más antigua conocida en el viejo continente, sino porque las palabras hablan, en lo literal, de la monstruosidad acometida por la oveja, “la máxima vanidad en el cristianismo, pues trata de ser algo a lo que no está destinada”, y en lo figurado, ya que aluden a la naturaleza misma del teatro, “imitar la vida”.
