¿POR QUÉ SIGUE SIENDO INCÓMODA ROBYN ORLIN?
En el marco del Festival de Montpellier, la polémica coreógrafa sudafricana ha re-estrenado ayer un viejo solo y esta misma semana presenta allí a su compañía. Nos acercamos anoche a su (intenso) universo…
Texto_OMAR KHAN FOTO_JOHN HOGG
Montpellier, 22 de junio de 2022
Queda lejos ya aquella obra sorprendente y descarnada, irónica e incisiva, con la que Robyn Orlin (Sudáfrica, 1955) escandalizó a medio mundo en 1999, atacando desde la danza la tradición de hacer ballets interpretados por bailarines blancos para espectadores blancos, una práctica muy habitual en su ciudad, Johannesburgo, que ella veía como un símbolo de hegemonía colonialista. En aquella obra, de largo título como todas las que hace, una joven negra en tutú blanco se pintaba pacientemente toda la piel de blanco, antes de salir a bailar El lago de los cisnes. El mensaje no podía ser más claro ni la metáfora mejor escogida.
Desde entonces y hasta ahora, Orlin no ha hecho más que reafirmarse como una creadora problemática para ciertos círculos del arte, de la danza y la política. Francamente irritantes para muchas sensibilidades, sus creaciones coloridas, de aspecto muy africano siempre y en algún sentido bastante festivas, son dardos certeros disparados sobre distintos asuntos que aquejan al sudafricano negro, todavía víctima de viejas prácticas coloniales enquistadas en aquella sociedad.
Han pasado los años, las coreografías y los públicos, pero Robyn Orlin sigue creyendo un deber hacer una danza beligerante y políticamente incorrecta, que a un tiempo, sacuda y divierta. Este año el Festival de Montpellier se prosterna y la ha puesto en su cartel con dos creaciones: We wear our wheels with pride and slap your streets with color… we said bonjour to Satán in 1820, una nueva coreografía para su compañía, que se verá en la ciudad francesa el próximo sábado 25, y la reposición/transmisión a la fantástica bailarina de Costa de Marfil residenciada en Montpellier, Nadia Buigré, de su solo de 1994 In a corner the sky surrenders… unplugging archival journeys… #1 (for Nadia).
Frigorífico
Buigré demostró anoche, en el abarrotado Théâtre des 13 Vents, no solamente que es una intérprete extraordinaria, dueña de un abanico amplio de registros, destacando especialmente su vis cómica y su derroche de simpatía, sino que encaja perfecta como bailarina de Orlin. Tiene los modos, el físico y la chispa que caracteriza a las voluminosas intérpretes que siempre han fascinado a esta coreógrafa sudafricana pequeñita, blanca y con aspecto de señora tierna.
El solo, lleno de ironía y tan vigente como si se hubiese creado ayer, presenta a una mujer cargando delicadamente la caja gigante de un frigorífico. Creemos que tanto cuidado se debe al electrodoméstico hasta que se mete dentro y se desvela que es su casa. A partir de allí, con los mismos cartones va construyendo, decorando y transformando su hogar, que llega a convertirse en una chabola muy mona de color azul. Con humor, sí, pero también con resquemor, Orlin revive en forma de metáfora la indescriptible tragedia de los que viven en la calle. Creó para sí misma esta coreografía en los noventa (en la foto), después de una visita a Nueva York en la que vio gente viviendo dentro de cajas de cartón a temperaturas bajo cero.
La coreógrafa se mueve en esos territorios imprecisos donde se funden danza, performance y teatro, pero al final esa no parece una preocupación auténtica. Al menos, no una tan importante como que el público francés que anoche seguía el espectáculo y al final aplaudió enardecido, le quedara bien claro el mensaje que le estaba enviando.