MOVIMIENTO TELÚRICO
Teatros del Canal se apunta el privilegio este jueves 23 de la premier de ‘La consagración de la primavera’, de Pina Bausch, bailada por 38 bailarines africanos. Esta mañana la presentaron y allí estuvimos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_POLYPHEM FILMPRODUKTION
Madrid, 21 de septiembre de 2021
Del coronavirus solamente tenemos cosas malas que decir. Pero, mira por dónde, es gracias a la pandemia que Madrid se convierte el próximo jueves 23 de septiembre en la ciudad en la que se producirá el estreno mundial de La consagración de la primavera, de Pina Bausch, por primera vez bailada por un equipo de 38 bailarines africanos procedentes de catorce países del continente.
Es un proyecto esperado ansiosamente por los miles de admiradores planetarios de la coreógrafa alemana fallecida en 2009, que tenía previsto su estreno en Dakar en mayo de 2020, pero la pandemia lo pospuso hasta una primera parada que sería en el Teatro Chaillot parisino, que también lo canceló, hasta que Blanca Lí, en alianza con el principal promotor, el Sadler’s Well, famosa casa londinense de la danza, y los demás coproductores, sortearon todas las dificultades para hacer posible el estreno en Teatros del Canal esta semana.
“Yo no conocí a Pina Bausch pero me parece maravilloso ver ahora a estos bailarines africanos haciendo su creación, porque reafirma su obra como una coreografía universal”, comentaba esta mañana en el Canal durante la presentación a los medios, la elegante bailarina e impulsora senegalesa Germaine Acogny, directora de la École des Sables (Escuela de las Arenas), cerca de Dakar, donde se gestó por completo el montaje, con el asesoramiento y supervisión de la Fundación Bausch, que preside Salomon Bausch, hijo y heredero de la coreógrafa, que también estuvo presente junto a Malou Airaudo y Josephine An Endicott, las históricas bailarinas de Bausch en el Wuppertal Tanztheater, además de Blanca Li, directora del Canal, y Lucky Profit, uno de los bailarines.
“Yo conocía bien La consagración… de [Maurice] Béjart”, prosigue Acogny, “y la de Pina Bausch la había visto bailada por los bailarines del Ballet de la Ópera de París, que son de formación clásica, y aún así, apenas vi esos movimientos enérgicos, esos espasmos, esa energía, me dije ‘pero, si esto es África’”.
Trasvase africano
En su intervención esta mañana, Salomon Bausch quiso relatar los orígenes de esta alianza tan particular. “Este proyecto lo iniciamos en 2018 cuando por fin conocí en Bruselas a Germaine Acogny. Por esos días había estado en Londres con el montaje de La consagración… para el English National Ballet y discutíamos sobre cómo podía crecer esta obra, cuál podía ser su futuro. Y de esta coincidencia surgió la idea de hacerla no con una compañía, sino montarla en Senegal con 38 bailarines de 14 países africanos, que fueran convocados y reunidos por Germaine”.
Josephine Ann Endicot, que fue de las bailarinas que estrenó la obra en 1975 y junto a su colega Jorge Puertas se encargó ahora del remontaje, ha querido advertir que no se trata de una versión ni una revisión. “No cambia nada. Es la misma pieza. Pero cada bailarín que la hace debe sentir y vivir en cada músculo la música y la coreografía. Para bailarla, la obra te tiene que tocar. Tienes que sentirla”.
Cabalgando precisa sobre el estremecedor crescendo de la música de Stravinsky, y sin desechar la anécdota de una obra que fue originalmente coreografiada en 1913 por Nijinsky para Los Ballets Rusos, Pina Bausch convirtió el ritual de la elección de una virgen para el sacrificio en una lucha de sexos. El motor de la pieza tiene su origen en una fuerza primitiva y salvaje que parece emanar de esa tierra oscura que cubre el escenario. Una fuerza explosiva que condiciona los gestos virulentos de esos 38 cuerpos en movimiento telúrico.
“Una de las cosas que más me ilusiona del proyecto es poder dar a los madrileños la oportunidad de descubrir esta obra pero para los que ya la conocen, el atractivo está en poder verla de una manera diferente y renovada”, apostillaba Blanca Li, mientras que visiblemente emocionado, el bailarín africano Lucky Profit hablaba en nombre de todos sus compañeros. “Ha sido una experiencia de vida. Para nosotros ha sido una bendición y estamos agradecidos de poder mostrar al mundo lo que podemos hacer. África tiene un potencial que no es muy conocido”.
Lo que tenemos en común
Pero habrá más. Durante la realización del proyecto se reunieron en Senegal Malou Airaudo, una de las bailarinas fetiches de Pina Bausch, y Germaine Acogny, conocida como la madre de la danza contemporánea africana. Ambas bailarinas aun activas, fueron gestando en paralelo common ground[s] (en la foto de ROSWITHA CHESHER sobre estas líneas), un dueto de media hora que es duelo de veteranas y será bailado antes de La consagración… en las funciones del Canal, que van del 23 al 26 de septiembre.
“Nos reunimos en Senegal, prácticamente estuvimos viviendo juntas”, rememora Acogny, “y fuimos descubriendo esas cosas que teníamos en común, como que ambas somos madres y abuelas, gustos en los que coincidimos. Ella me hablaba de su abuelo y parecía que hablaba del mío. Y de este conocimiento mutuo sale common ground[s]. De lo ordinario y lo extraordinario”.
Finalmente, Salomon Bausch quiso explicar cómo la Fundación que preside, desde donde vela y gestiona el legado de su madre, busca caminos para mantener vivo ese vasto repertorio. A finales de esta misma temporada, en junio del próximo año, el Ballet de la Ópera de Lyon estará incorporando a su catálogo Se ha escuchado un grito en la montaña, una de las creaciones de Bausch. “Nuestra meta es llevar las piezas al futuro. Somos conscientes de que la única manera de que las obras permanezcan vivas, es haciéndolas. Estamos aprendiendo, buscando formas nuevas, originales y pertinentes de presentarlas”, concluye.