UNA BAILARINA EN CANNES
El festival de cine ha presentado esta semana Clara Sola, película protagonizada por Wendy Chinchilla, bailarina de la Compañía Nacional de Danza de Costa Rica. Hablamos con ella...
Texto_BEGOÑA DONAT
Cannes (Francia), 14 de julio de 2021
Cuando Wendy Chinchilla se marchó a Francia en 2004 para formarse en el Centro Nacional de Danza Contemporánea de Angers asegura que vivió un despertar. “La estructura que tiene la escuela permitía acceder a coreógrafos, a profesionales del canto y del teatro. En suma, a profesionales muy distintos. Fue como abrir los ojos a un mundo más grande y a mucha experimentación, porque es un lugar donde se estimula la investigación, mirarse y contaminarse”.
Esa hibridación que describe la ha acompañado hasta culminar ahora con un nuevo viaje a Francia. En esta ocasión, a Cannes, donde la bailarina y coreógrafa de la Compañía Nacional de Danza de Costa Rica ha venido a promocionar su primer papel como actriz.
La película que protagoniza se llama Clara Sola y participa a concurso en la prestigiosa sección Quincena de los realizadores. En la propuesta, Chinchilla interpreta a una mujer que mantiene una conexión mística con los animales y a la que se le atribuyen milagros. Su directora, Nathalie Álvarez Mesén ha querido explorar la liberación sexual femenina a través de un personaje coartado por el catolicismo y las normas de la sociedad patriarcal.
A la costarricense le motivaron los aspectos que trataba la película para terminar de enrolarse en el proyecto, porque considera extremadamente necesario, “independientemente de la localización geográfica, abordar de manera poética aspectos como la religión y la sexualidad, que afectan la situación de la mujer en el mundo”.
Su selección para liderar esta ópera prima no fue casual. Nathalie Álvarez sabía con certeza que quería darle el papel protagonista a una bailarina, porque necesitaba a una intérprete que tuviera un manejo absoluto del lenguaje corporal. La Clara del título sufre de una desviación de columna que le hace moverse con dificultad y agarrotamiento en las extremidades.
“Cuando nos encontramos por primera vez fue amor a primera vista, una de esas ocasiones en las que sientes un click y no hace mucha falta hablar. En primer lugar hicimos un ejercicio de contacto visual y a partir de ahí nos pusimos a bailar juntas. Ha sido muy fácil entenderse. Nathalie procede del mundo del mimo, así que trabajó mucho las posturas del personaje y sus necesidades físicas”, revela Chinchilla.
Todos los aspectos físicos de la interpretación le resultaron más familiares que la voz de su personaje. De hecho, las partes habladas fueron las más difíciles. “Mis herramientas son la danza y la relación con mi cuerpo y el de otros. Así me relaciono hasta con la cámara”, ha compartido la actriz debutante en estos días viviendo la experiencia de participar en el festival internacional de cine más importante del mundo.
Fue, precisamente, con una serie de rutinas relacionadas con el lenguaje gestual como la bailarina encontró la voz de su alter ego en la pantalla. El proceso de emancipación personal y corporal de Clara la llevó a probar diferentes posibilidades que fue presentándole a la realizadora.
“Mi personaje lleva una prótesis, así que durante toda la película tuve que mantener una posición condicionada por la espalda. Para liberarla decidimos que teníamos que construir el movimiento desde abajo, desde el sacro, como recolocando vértebra por vértebra”, detalla la bailarina, galardonada en tres ocasiones en su país con el Premio de Danza Mireya Barboza a la Mejor Interpretación, en 2005, 2018 y 2019.
Guiño TikTok
Durante la película, su sobrina en la ficción baila junto a sus amigas una canción para celebrar su quinceañera. La coreografía se convirtió en un chiste privado entre el elenco: “La desarrollamos juntas. Queríamos que tuviera aspecto de baile de TikTok. La música va diciendo palabras, como, por ejemplo, navegar, y vamos imitando los movimientos evidentes que nos sugieren”.
Chinchilla, que sigue vinculada a la Compañía Nacional de Danza, prepara un dúo que va a coreografiar e interpretar ella misma a finales de año. Afirma que siempre crea desde la incomodidad. “Me motiva algo que necesita ser dicho y lo verbalizo a través del cuerpo”.
En 2010, trabajó bajo las órdenes de Yoshua Cienfuegos, que montó la pieza Leonardo en Costa Rica. De aquella experiencia destaca la exigencia, la claridad y al tiempo, la dulzura y el respeto del coreógrafo asturiano afincado en València. “Cuando viene un creador de fuera siento que las dinámicas de adaptación son distintas. Personalmente, es retador, me encanta la disciplina, y siento que en Europa hay mucha. Nosotros tenemos mucha pasión y la mezcla con el rigor puede dar muy buenos resultados”.
Con 44 años, se siente en la responsabilidad de investigar las posibilidades expresivas de su cuerpo. “Como dice Maguy Marin, una de mis referentes en el mundo de la danza por su afán revolucionario, conocemos y asistimos a la potencia de los cuerpos jóvenes, pero ¿cuáles son las de los cuerpos mayores? Trabajo para una estructura gubernamental en la que se baila y se está en escena hasta muy mayor. Así que me siento en el compromiso de seguir bailando, porque uno no deja de ser bailarín, ni de expresarse a través del cuerpo. Pero mi danza no puede ser la misma que cuando tenía 20 años, mis potencias son otras”.
Ese bagaje expresivo es el que le ha facilitado su entrada al audiovisual. No descarta repetir la experiencia. “Ha sido una vivencia muy estimulante. Una no es bailarina o actriz, sino que emplea sus habilidades en lo que hace”, concluye.
