SEÑORES Y SEÑORAS... LA BELLA OTERO
El Ballet Nacional de España estrena esta noche en Madrid la visión de Rubén Olmo sobre la estrella española de la Belle Époque. Te lo contamos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_MARÍA ALPERI
Madrid, 7 de julio de 2021
No era simplemente un apodo. Nacida con todas las estrellas en su contra, el cielo le concedió a La Bella Otero (1868-1965) la gracia de la belleza. Y ella la supo explotar. Su belleza solía traerle amantes, principalmente ricos, que morían por ella. Literalmente. En ciertos ámbitos le decían “la sirena de los suicidios”. Pero nada tenía que ver La Bella Otero, bailarina emblemática de la Belle Époque que enloquecía al público en el Folies-Bergère de Paris, celebraba su cumpleaños en el Maxim’s y se jactaba de haber sido amante de seis monarcas, entre ellos Alfonso XIII, con Agustina Otero Iglesias, la hija de una madre soltera que había nacido en una aldea gallega de Pontevedra, en el siglo XIX.
Violada a los diez años por un zapatero que huyó dejándola tirada en una zanja y posteriormente repudiada en todo el pueblo, Agustina huyó a los 12 años, reapareciendo más tarde en Barcelona como Carolina Otero, bailarina incipiente y eventual prostituta. Su primer enamorado rico, un empresario norteamericano, le señaló el camino hacia la fama y la cabeza de cada millonario que la amó desde entonces era un peldaño más que impulsaba el ascenso de la ahora conocida en París como La Bella Otero, una mujer insólita que se reinventó a sí misma a base de mentiras. En consecuencia, su biografía, de 1926, es un compendio de medias verdades.
Separar lo cierto de lo inventado para acercarse a la verdad, ocupó buena parte de la labor del coreógrafo Rubén Olmo, director del Ballet Nacional de España (BNE) y el dramaturgo Gregor Acuña-Pohl, quienes hicieron alianza para poner en pie La Bella Otero, el [gran] espectáculo que desde esta noche y hasta el 18 de julio presentan en el Teatro de la Zarzuela. El montaje no supone el debut de Olmo con el BNE (ya ha estrenado fuera de Madrid Invocación y Centenario Antonio Ruiz Soler) pero sí la primera producción argumental de gran formato de su gestión.
Larga gestación
Sube el telón esta noche, pero La Bella Otero ya existía en la imaginación del veterano Rubén Olmo mucho antes de bailar para el BNE y ser su director, incluso antes de tener su propia compañía o montar su primera coreografía. “Estaba como bailarín invitado en la Compañía Metros, de Ramón Oller, y andaba siempre buscando esas historias que algún día me gustaría hacer. Me llamó la atención la de La Bella Otero, siempre creí que ahí había un gran ballet, pero necesitaba las condiciones adecuadas para hacerlo. Cuando llegué a la dirección del BNE tenía claro que al fin lo haría”.
Grandes recursos de producción requiere poder reactivar en escena una vida loca que transcurre entre el Liceu de Barcelona, el Folies-Bèrgere, los banquetes fastuosos en el Restaurant Maxim’s, las jugadas arriesgadas en el Casino de Montecarlo y la grandilocuencia de la corte del zar de Rusia. Pero también una intérprete descomunal, que pudiera ser falsa y auténtica a un tiempo. Rubén Olmo tiene dos. “Necesitaba una bailaora con más magnetismo que técnica. Patricia Guerrero, que es una de las artistas con mayor proyección en la actualidad, lo tiene, tiene esa gracia. Empezó muy niña, estuvo en mi compañía y después voló sola. Nos entendemos solamente con mirarnos a los ojos. Era perfecta para La Bella Otero joven pero para la madura, tengo a Maribel Gallardo, histórica en el BNE, que sigue con la misma ilusión, como si hubiese empezado en esto ayer”.
A pesar de los oropeles, La Bella Otero es más bien un ballet trágico. El de una mujer valiente que se hizo a sí misma en tiempos difíciles, que nunca amó a nadie de verdad porque no podía, que ganó mucho dinero con sus amantes y lo dilapidó al mismo ritmo en los casinos, una ludopatía que la terminó arruinando. Cuando se retiró empobrecida a los 40 años, le quedaban por delante 50 de soledad, tristeza y añoranza de esos tiempos. A los 86, vivía de una pensión del gobierno francés. Pero fue, sin equívocos, una de las primeras grandes estrellas españolas que conquistó los más codiciados escenarios internacionales. “Es un ejemplo de dónde te puede llevar la ambición y el dinero”, concluye Olmo a manera de moraleja.