LA ÚLTIMA PRIMA BALLERINA ASSOLUTA
Con la muerte de Carla Fracci ayer, se va una de las últimas grandes divas del ballet, durante un mes que está siendo trágico para la danza. Lee más...
Madrid, 28 de mayo de 2021
El último mes ha sido trágico para la danza, que no sale de un duelo para entrar en otro. Raimund Hoghe y hace apenas dos días, Anna Halprin, dos pioneros de la nueva danza y las vanguardias, nos dejaron. El mundo del ballet ha sido también severamente golpeado. El aparente suicidio del joven coreógrafo Liam Scarlett, la gran promesa del Royal Ballet, en abril pasado, marcó el inicio de una estela trágica que ha incluido las muertes de Jacques D’Amboise, el que fuera el favorito de Balanchine, y ahora la desaparición de la gran dama Carla Fracci (Milán 1936-2021), una de las últimas divas que quedaban con título de prima ballerina assoluta.
Los tiempos del ballet han cambiado y la prima ballerina assoluta es hoy una especie de título nobiliario en extinción, una distinción que separaba a las más grandes bailarinas del mundo del resto, ubicándolas muy por encima y más allá de la estrella. Ya no quedan. No tanto porque ya no existan bailarinas extraordinarias como ellas sino porque nuestro mundo de velocidad, redes sociales, youtubers e inmediatez ha diluido su significado, importancia y repercusión. La bailarina más allá del bien y el mal ya no existe quizá porque no se puede medir en likes. Alicia Alonso era emblemática de este club y Carla Fracci, una de las últimas.
Considerada un icono de la cultura italiana, Fracci murió ayer presumiblemente de un cáncer a los 84 años en la ciudad que la vio nacer. Fue el personaje más influyente y emblemático de la Scala de Milán, la casa de ballet donde brilló en los papeles románticos, que fueron su especialidad, siendo Giselle el rol al que permanecerá asociada para siempre.
Aunque fue notable su debut en la Escuela de la Scala bailando El espectro de la rosa, de Fokine, le ocurrió como a Alicia Alonso, que una imprevista sustitución, ésta vez a Violette Verdy, en La cenicienta, la catapultó a la fama. Su Giselle en Nueva York supuso su consolidación mundial. También se apuntó un éxito como la primera Julieta, de la legendaria adaptación de John Cranko. Durante un tiempo fue además la estrella indiscutible del Ballet de Roma, del que fue directora artística.
Durante todo el día de hoy, los fanáticos, que se cuentan por cientos, podrán despedirla en capilla ardiente en el mismísimo Tetro Alla Scala, de Milán. Mañana será sepultada. Con ella se va no solamente una grande del ballet sino también una de las últimas en ostentar la distinción de prima ballerina assoluta.