CUATRO MUJERES
La compañía vasca Lasala llega esta semana al Festival Madrid en Danza para estrenar Dead, en la Sala Cuarta Pared. Su directora, Judith Argomániz, nos lo cuenta…
Texto_OMAR KHAN Fotos_ETANOWSKI
Madrid, 24 de mayo de 2021
“No se trata tanto de la muerte como de la vida”, advierte Judith Argomaniz a un día del estreno de su nueva creación Dead, en el marco de dFeria, en su ciudad, San Sebastián el pasado marzo, y a muy pocas semanas de estrenarla con su compañía Lasala en el Festival Madrid en Danza, con una única función el próximo viernes 28 de mayo, en la Sala Cuarta Pared. “La muerte no tiene que ser negativa y oscura. Se llama Dead pero para mí es importante que al terminar, el espectador sienta que esto no es sobre la muerte sino que habla de la vida”.
De la vida cuatro mujeres habría que especificar. Cuatro mujeres que empiezan bailando como espíritus libres en un limbo blanco y que pronto son llamadas a atravesar el torniquete que les da acceso a este mundo en el que seguro vivirán lo que las mujeres, por ser mujeres, ya tienen predestinado vivir. “La mujer ha sido muy importante en mis trabajos pero aquí directamente es que no cabe el hombre. He querido hablar de cuatro vidas de mujeres en el contexto de la sociedad actual y cada una aborda diferentes aspectos: la soledad, el miedo al abandono, la persecución de un canon de belleza impuesto, los abusos, los imperativos de ‘hay que ser fuertes, hay que estar bonitas y hay que tenerlo todo controlado’”.
Afín al #metoo
Desde luego su obra nos recuerda que fuera de la sala hay un movimiento social creciente por los derechos de la mujer. “No la hice desde allí pero soy afín al #metoo y al feminismo. No me importa si vinculan la obra a ello, porque creo que sigue siendo muy necesario. Durante el proceso hablábamos de las mujeres y su situación, y pensábamos cómo ningún hombre ha tenido jamás estas vivencias”.
Reconoce, además, que esta obra ha sido especial en su trayectoria, ya larga, que se inició con Hooked (2013), aquel exitoso dueto poético que fue su trabajo de fin de carrera en el Conservatorio María de Ávila, de Madrid, y la primera obra del repertorio de su compañía donostiarra. “Cada pieza pertenece a una etapa de mi vida. Al final, todas las obras nacen de una misma pero con Dead siento que he ido un paso más allá. Hubo una conexión muy fuerte desde el principio. Recuerdo cómo empezó… me desperté una noche a las 4.44 de la madrugada, me senté y la escribí del tirón. Yo flipaba, era como magia”.
Por lo demás, Dead sigue todos los patrones y exigencias formales que son ya característicos en las propuestas de Judith Argomaniz para Lasala. “Y es que para mí, todo es importante. La danza, claro, pero también la luz, el color que voy a usar, el vestuario, la escenografía, la dramaturgia… todo hay que cuidarlo porque cada aspecto es lo que hace que crezca”, concluye.