FELIZ CUMPLEAÑOS MONTSE
Cumplirá Montse Colomé 65 años hoy en el escenario del Mercat de les Flors interpretando Rèquiem nocturn, de Pere Faura. Queremos felicitarla. Lee más…
Texto_JOAQUIM NOGUERO Fotos_TRISTÁN PÉREZ-MARTÍN
Barcelona, 5 de febrero de 2021
Los zombies atacan en la oscuridad. La muerte es nocturnal y vacua. Y Requiem nocturn, de Pere Faura, es una oración festiva elevada a los difuntos, recordando su presencia, siguiendo sus huellas, para reencontrarlas –como siempre ha hecho Faura– entre los vivos que los recordamos. Con el pretexto de una aproximación a las coreografías de Bob Fosse, igual que en otros momentos hizo con John Travolta o Anne Teresa de Keersmaeker, Faura se pregunta por quiénes somos a partir de cómo nos movemos y qué nos mueve. Su acercamiento a la cultura coreográfica mainstream ha sido siempre lo menos banal y venal del mundo. Sin duda, se divierte. Sin duda es amigo de sus amigos, como ahora dice cualquiera. Pero sus diversiones y sus amigos son nuestro mejor reflejo. El musical, el paso de idénticos pasos de Bob Fosse a Michael Jackson, la copia, el plagio, la repetición, no son más que herramientas al servicio de algunas preguntas: ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?, ¿qué celebramos?, ¿qué nos une?
A Montse Colomé (1956) la separa casi un cuarto de siglo de Pere Faura (1980), pero es mucho más lo que aúna sus sensibilidades. Por ejemplo, su interés desacomplejado por la cultura popular, tanto la tradicional (Montse estuvo de pequeña en un Esbart, ha colaborado de directora de movimiento en Comediants y ha trabajado con amateurs de todo tipo) como también la de masas, tan bien representada por el musical, el cabaret, la revista (el actor y bailarín Ramon Colomina, “Tornasol”, antiguo dibujante de la revista El Víbora, formó con ella la compañía Colomina & Colomé, bailarines de claqué, tras ver el musical Ginger y Fred, de Fellini). También los acerca su interés por la memoria, sobre cómo la creación no parte nunca de cero y arranca siempre del legado de otros, incluso de materiales de desecho, desprestigiados por la cultura mayoritaria, pero preciosos en lo que representaron o por su valor en la calle. La memoria siempre es identidad. Y así tienen también en común su voluntad de socializar la danza, de hallarla en todo tipo de cuerpos, de quererla integrada en la comunidad, de regalarla como herramienta expresiva y vínculo emocional. Cuando trabajan con otros, quizás por esto mismo empiecen sus rutinas de idéntica forma: un respetuoso primer paseo suave que desentumezca el cuerpo piano piano. Y, probablemente por este respeto, en ambos hay también una mirada de género: solo hay que recordar la colaboración de Montse en Las muchísimas, de Mariantònia Oliver, o 100femmes, d’Àngels Aymar, con mujeres de cierta edad expresando físicamente sus inquietudes en escena.
Vida de danza
Montse ha vivido la historia entera de la danza contemporánea en Cataluña. Con 16 años estaba ya con Anna Maleras, con quien su hermano Delfín (quien fuera en vida recordado y querido colaborador de susyQ), montaba los stages internacionales que fueron el principio de todo. Estudió danza española (como Faura, su cuerpo no tenía los cánones clásicos que según quién espera en un bailarín), y se formó en Nueva York con idéntica voluntad de hacerse con las herramientas clave que Faura hallaría veinte años más tarde en Holanda. También ha trabajado con mucha gente de teatro, de Joan Font (Comediants) a Carles Santos, Lluís Pascual, Josep M. Mestres, Xavier Albertí… Pero su fuerte son los grupos, la danza integrada, las coreografías de masas, trabajando con escolares, con gente mayor o en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona (1992) o la Exposición de Lisboa (1998). Montse es una mina. En Rèquiem nocturn, que sube el telón en el Mercat esta noche, día de su 65 cumpleaños, protagoniza un emocionante monólogo que relaciona los miedos de hoy a otra pandemia y su efecto demoledor en la profesión: la del sida a finales de los ochenta y primeros noventa.
El coreógrafo Carles Salas preguntaba a Montse en Julius y Montserrat: “¿Es difícil ser moderno?” Y ella respondía que es la mar de complicado, mucho, muchísimo: que hay que estudiar un montón y, encima, llevar una dieta durísima. Pero lo cierto es que coreográficamente Montse ha ingerido de todo, y por supuesto al estudio no le pone codos sino el cuerpo entero. Se mueve entre compañías, se acerca con curiosidad a mayores y jóvenes, y asimila, digiere, experimenta, observa, absorbe y vive todo lo que tiene que ver con el cuerpo, el movimiento y la danza. Ella no se esfuerza en ser “moderna”. Es plenamente de nuestro tiempo, vive en presente a la vanguardia de todo lo que es y ha sido, sea más o menos cool. Y sabe que toca arrimar el hombro. En su actual foto de whatsapp, con un pañuelo en la cabeza y la mascarilla, parece una guerrillera centroamericana. Y en otra de no hace tanto, a raíz de un trabajo en el carnaval de Canarias, lucía un casco rojo, como a pie de obra. “¿Tan peligrosa es la danza?”, le preguntaban. Y ella respondía que no, pero que todavía no hay más remedio que esforzarse a construir y construir.
Como el poeta Joan Brossa, Montse también piensa que el poeta es “un paleta” (un albañil y no un arquitecto). Y como Brossa, para ella el pedestal también son los zapatos. O sea, el artista a la altura de todos. No ha hecho más que construir desde que, de pequeña, se puso a ello. Por suerte, sigue siendo pequeñita. Y joven. Y entregada. Menuda es la Montse, memoria de nuestra danza.
Rèquiem nocturn, de Pere Faura estará en el Mercat de les Flors (Barcelona) desde hoy y hasta al 7, y del 12 al 14 de febrero.
