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¿POR QUÉ FASCINA TANTO GISELLE?

Diciembre llenará de willis a Madrid. La CND y Kor’sia estrenan simultáneamente dos versiones totalmente contrastadas. Hemos hurgado en los orígenes de este ballet y con esto nos hemos encontrado…

 

Texto_OMAR KHAN

Madrid, 28 de noviembre de 2020

Las Willis son espectros con un halo vampiro-zombi. Cada noche se levantan de sus tumbas como walking dead y les repele el sol como a Drácula. Pero hay algo, entre conmovedor y macabro, que las distingue. Allí donde unos comen gente viva y otros succionan yugulares, ellas tan dignas del Romanticismo y tan precursoras del #metoo, se ensañan únicamente con hombres, dado que la condición de willi se obtiene solo si en vida estuvieron enamoradas y fueron traicionadas por el muy canalla. Materializan su venganza nocturna contra todo macho vivo que se les atraviese aplicando un castigo severo y bastante contradictorio, teniendo en cuenta que se trata de un ballet: les hacen bailar hasta morir, como si bailar fuese una covid cualquiera capaz de aniquilarlos.

En estos espectros reside la esencia verdadera de Giselle, el ballet Romántico más grande jamás bailado. Se le ocurrió, en 1841, a Théophile Gautier, conocido literato que poca experiencia tenía en escribir historias para ballet. Tanto así que se hizo acompañar por Jules Henry Vernoy, experto en estas lides. Pero no se lo sacó de la nada. Por aquellos días, Léon Pillet, director de la Ópera de París, estaba buscando un título potente que fuera el cohete que lanzara al estrellato a su mega diva Carlotta Grisi, su mejor bailarina. Gautier, que consta había estado años atrás en el estreno de La Sylphide (1832), imaginó que un ser etéreo y fantasmal, clavadito a aquella María Taglioni que entonces triunfó vaporosa y en puntas como gran sílfide, encajaría a la perfección en la Grisi.

A la cabeza se le vino De l’Allemagne, libro recopilatorio de leyendas alemanas de Heinrich Heines, que ya proporcionaba descripción exacta de las willis, reverso maligno de las sílfides, descritas como tétricos y voraces espíritus vengadores, incluida Mirtha, líder fanática de este escuadrón femenino de espectros. Del libro las cogió y, tal cual, las puso en el segundo acto (blanco) de su ballet, que aparece llamativa, narrativa y estilísticamente divorciado del primero, cuya inspiración le vino de otro lado, de Fantômes, un poema de Víctor Hugo que cuenta la desdichada y rebuscada historia de una quinceañera española que muere de frío danzando. Agitó Gautier todas estas referencias en su cabeza y salió Giselle.

 

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Giselles reinventadas

La coreografía original la firmaron Jean Coralli y Jules Perrot. Adam compuso la música en dos meses y Carlotta Grisi se pasó prácticamente diez años bailándola. Todo un éxito. La tragedia de amor de una campesina que es víctima del capricho de un príncipe burgués, y su insólito desenlace fantasmal, han seducido y conmovido a públicos del mundo durante décadas. Pero no todas han sido fieles al original.

El siglo XX, tan dado a las trasgresiones, ha hecho ir y venir a Giselle trastocada de formas y maneras inimaginables. Un discurso contra el racismo en Creole Giselle (1984), que Frederic Franklin montó con elenco íntegramente afroamericano para Dance Theater of Harlem, ubicándola en la Louisiana esclavista de 1841.

Una inmersión psicoanalista en manos de Mats Ek, director del Cullberg Ballet sueco, que eliminaba toda fantasmagoría en su versión de 1982, al suponer que en vez de morir en el primer acto, Giselle queda loca para el segundo, apareciendo encerrada en un manicomio donde imagina que las otras internas son las willis.

Y mucho más reciente, la de Akram Khan para el English National Ballet, vista hace poco en el Teatro Real y el Liceu. El tono aquí era político, ubicando la acción en una fábrica y subrayando las distancias insalvables entre la ostentosa clase pudiente y la empobrecida y explotada masa de obreros.

Esta temporada Madrid convierte a Giselle en trending topic, ofreciendo en muy poco tiempo dos contrastadas versiones, que dan cuenta de la versatilidad del título. Respetando sus directrices pero ambientándola aquí mismo, en Aragón, la estrenan Joaquín de Luz y Borja Ortiz de Gondra con la Compañía Nacional de Danza, en el Teatro La Zarzuela (del 9 al 22 de diciembre). Descontextualizada y deconstruida la han imaginado Mattia Russo y Antonio de Rosa, que la montan en Teatros del Canal, del 11 al 13 de diciembre, con su compañía Kor’sia.

*En la foto superior, Giselle, por el Australian Ballet. Y en la foto inferior, por el Royal Swedish Ballet.

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