RECLUSIÓN CREATIVA
Jon Maya, director de Kukai, pone fin a su trilogía A puerta cerrada con Gauekoak, que se verá este sábado en el Museo Universidad de Navarra (MUN), de Pamplona. Del confinamiento y la soledad del artista hablamos con él…
Texto_BEGOÑA DONAT
San Sebastián, 8 de octubre de 2020
Cuando en enero estrenó Gauekoak, Jon Maya no sospechaba, ni por asomo, la resignificación que su pieza sobre la reclusión creativa alcanzaría en tan solo dos meses. La pandemia ha dado una pátina universal a un proyecto que nació como una reflexión sobre el acto de inventar, en el que al bailarín y coreógrafo vasco lo acompañaban en directo los músicos Xabi Bandini y Arkaitz Miner.
Aquel solo forma parte ahora de una trilogía en coproducción con el Museo de la Universidad de Navarra (MUN) que lleva por título A puerta cerrada y este próximo sábado 10 de octubre escribe su último capítulo, insertado dentro del ciclo Danza en el Museo, que acaba de arrancar en el recinto museístico y teatral de Pamplona. “Había una necesidad de hablar sobre esas vivencia y conflictos con amigos, y a raíz de esas conversaciones, plasmar contenidos”, comparte el coreógrafo guipuzcoano.
Las otras dos entregas se estrenaron en junio y combinaron el baile presencial y la videodanza. La primera fue Bihar, etzi, atzo da / Hoy y mañana son ayer. El punto de partida fueron las fotografías de 1920 Roncalesas, de Ortiz Echagüe. Como indica su título, la pieza establecía un paralelismo entre la epidemia de gripe del siglo XX y la desencadenada por la COVID 19. Para ligarlas, Maya reinterpretó la estructura circular del baile tradicional del valle del Roncal llamado ttun-ttun.
La segunda se llamó Egoerak/Situaciones, y de nuevo dialogaba con la obra expuesta en el MUN en el contexto de la crisis sanitaria. En este caso, la exposición Universos, de David Jiménez, le servía al director de Kukai, Premio Nacional de Danza 2018 en la modalidad de creación, para indagar en dualidades tales como interior/exterior, oscuridad/luz, soledad/contacto y equilibrio/desequilibrio.
Este sábado pone punto final a la trilogía con la reposición de Gauekoak, una propuesta muy íntima y personal, en la que combina creaciones propias con la de los coreógrafos Cesc Gelabert, Israel Galván y Sharon Fridman, que traducen el baile de Maya desde sus propios lenguajes contemporáneos.
Bizimina
“Durante el confinamiento, había una reflexión que me rondaba la cabeza: cómo ese triángulo conformado por publico, artistas y lugar de exhibición, siempre en marcha y en relación, estaba en esos momentos totalmente parado y separado. Hoy en día tenemos medios, argumentos y contenidos para seguir manteniendo esa relación, simplemente hay que explorar cómo trasladarlos. Son alternativas que para nada pueden sustituir un directo, pero sí complementar y adaptarse a las condiciones del momento”, explica el coreógrafo vasco, que a la trilogía sumó un cortometraje codirigido junto a Pablo Iraburu y Migueltxo Molina. Se titula Bizimina (para nosotros) y fue proyectado durante la Gala del cine vasco de la pasada edición del Festival de San Sebastián, de cuyas ceremonias de inauguración y clausura también se hizo cargo.
La pieza es un crisol de paisajes y bailes, donde el hormigón se alterna con los espacios abiertos y naturales. De una estación de tren a una plaza porticada al amanecer, de una carretera secundaria a un prado verde. Son coreografías vibrantes, enérgicas, poéticas, que remedan las sensaciones vividas estos meses extraños.
“Es una pieza audiovisual pensada para ser testimonio en tiempos futuros”, explica el bailarín, coreógrafo y ahora también realizador.
Hay una sola escena donde no se baila, una cámara avanza por el pasillo central de la platea de un teatro y se eleva sobre el escenario, en cuyo centro hay una mesa donde una sábana blanca cubre un cuerpo: “Puede simbolizar muchas cosas: la muerte de la cultura, que la pérdida de vidas en esta pandemia se haya convertido en un espectáculo, y también un recuerdo de todas esas personas que han fallecido en un escenario y en soledad, a la vista de todos pero solos al mismo tiempo”, lamenta.
Maya se ha reservado en el corto un solo de Sharon Fridman desgajado de Gauekoak, palabra euskera que quiere decir pesadillas. Para él era fundamental incluirlo, ya que el confinamiento arrancó un día más tarde de una función. Después, la gira se paralizó.
El bailarín la ejecuta en el pasillo de una casa, sin aliento y presa de la desesperación. Prima el movimiento vertical, en coherencia con las raíces de la danza tradicional vasca.
“Representa una lucha desde el interior de cada uno y la constancia en el día a día del encierro para seguir. En el camino te topas con diferentes obstáculos, pero lo importante es continuar. Son lecturas que en Gauekoak estaban presentes, pero ahora mismo son totalmente extrapolables”.