CALIENTE, CALIENTE
Nos sentamos a hablar con Toni Espinosa, el coreógrafo de la película Explota, explota, con música de Raffaela Carrá, que se ha estrenado ayer en España. Esto es lo que nos ha contado…
Texto_BEGOÑA DONAT
San Sebastián, 3 de octubre de 2020
De no haber crecido en los años setenta, el espectador de la película Explota explota no experimentará un viaje en el tiempo al reparar en el guiño al Ballet Zoom. La comedia musical, en cines de toda España desde ayer, rinde tributo a las primeras bocanadas de libertad en la televisión pública española, con una trama protagonizada por una novia a la fuga que sueña con formar parte del grupo de baile de un programa de máxima audiencia. La excusa argumental es un remedo del espacio de variedades Señoras y señores, emitido en TVE en 1974 y 1975. En su dirección se alternaban José María Quero y Valerio Lazaraov, quien cada dos sábados irrumpía con una modernísima combinación de baile desenfadado, colores pop y tomas zoom, algo que, en palabras de su creador “marea más que la montaña rusa”, y eclipsaba al resto de invitados. Los números venían firmados por el italoamericano Don Lurio, y a su sello se ha encomendado el coreógrafo de Explota explota, Toni Espinosa. “Me he inspirado en este ballet admirado por toda España y también en el que acompañaba a Raffaella Carrá en Italia”, comparte.
All That Jazz
Si el creador también ha prestado atención a la cantante de éxitos indelebles como Caliente caliente y Para hacer bien el amor, es porque los temas de esta italiana siempre a un tris del latigazo cervical son la columna vertebral de esta comedia ya en los cines. La disciplina por la que se ha decantado para la película ha sido el jazz, pero con los tapujos del tardofranquismo. “En la actualidad, el mundo de la televisión es ultra sensual en cuanto a la mirada y a los movimientos, pero en los setenta había censura y estaba prohibido bailar con los pies anclados al suelo, porque creían que incitaba al contoneo de caderas y a una expresión erótica en la cara. Así que he optado por un baile súper cardio. Y como una de las indicaciones de la época era que enseñaran los dientes para no poner morritos, les he pedido que no dejaran de sonreír”, revela el coreógrafo.
Parte del fenómeno
Su respuesta a la pregunta del millón sobre por qué no se hacen más películas musicales en España no alude a la falta de talento, “porque sí lo hay, tenemos materia prima y centros de formación de teatro musical”, sino al hecho de que sea un género “residual y desconocido, en el que las productoras tienen miedo a invertir”. Para rastrear un ejemplo reciente hemos de remontarnos hasta 2017, año de estreno de La llamada, de los javis (Javier Ambrossi y Javier Calvo).
Espinosa es optimista, y piensa que la ópera prima de Nacho Álvarez va a cambiar la mentalidad de potenciales financiadores, ya que existe un público curtido en los musicales de la Gran Vía madrileña. De hecho, él forma parte de este fenómeno. Suyas son las coreografías de Billy Elliot y de los inminentes montajes de Grease y Matilda. “El teatro musical estaba de moda, pero ahora está en pleno apogeo. Antes sólo traían a Madrid los títulos más comerciales, vinculados a los grandes éxitos de taquilla, pero ahora ya hay una cultura musical y se programan obras que no se conocen”, aplaude Espinosa.
La diferencia de su trabajo para la gran pantalla con respecto al que realizó para Billy Elliot reside en la libertad de la que ha dispuesto. Para la adaptación escénica de la película de Stephen Daldry, recibió una biblia coreográfica desde Londres en la que se le marcaban unas pautas que él debía adaptar a la escenografía del Nuevo Teatro Alcalá.
Para la película que se estrenó ayer, en cambio, tenía autonomía y partía de un guion estimulante: “El presupuesto me ha permitido volar con mayor tranquilidad. Poder llevar a la práctica lo que tienes en mente es puro morbo”.
Esa fantasía hecha realidad pasa por una escena inicial de una coreografía en un avión. No disponía de un suelo ideal ni de suficiente tiro de cámara, pero lidió con ello.
También diseñó un número de baile en una estación de metro en plena actividad cotidiana, lo que implicaba bloquear el funcionamiento del servicio público de transporte o en su defecto, filmar de madrugada. Optaron por la famosa estación fantasma de Chamberí, inoperativa ya en los tiempos en que se ambienta Explota, explota.
Natalia e Ingrid
Durante el rodaje ha vuelto a colaborar con Natalia Millán, que interpreta a la profesora de Billy Elliot. En Explota explota da vida a una vedette veterana: “Es la diosa del teatro musical. Lleva muchos años y es un ejemplo. Tiene una sensibilidad, una paciencia, unas tablas y una elegancia que no tienen las actrices de su generación”.
El trabajo con la protagonista de la película, Ingrid García-Jonsson fue más largo y laborioso. Juntos ensayaron diariamente durante mes y medio, de lunes a domingo. “Viene de la danza clásica, pero en el Conservatorio le metieron en la cabeza que no daba el físico, así que traía de fábrica inseguridades de las que nos hemos deshecho. Hemos conseguido un trabajo muy potente. Siento por ella una admiración máxima”.
Toni Espinosa se formó en el Institut del Teatre, de Barcelona, donde le inculcaron que las tres ramas hacia las que debía decantarse eran clásico, contemporáneo o español. “Pero con los años descubrí que para ser un bailarín multifacético tienes que empaparte de todas las disciplinas”.
En su opinión, el problema que tienen los profesionales del arte dramático en España es no empezar de niños con estudios de interpretación, cuerpo y voz, algo que sí sucede en Londres.
Para Billy Elliot abrieron una escuela de formación que puso en práctica esa formación tres en uno de la que se siente muy orgulloso, “porque se está formando la cantera del musical en este país”.
Y ahora repite jugada en Matilda con la puesta en marcha de una escuela oficial en el que se seguirá forjando al futuro patrio del género, ya sea en el teatro o en el cine.