ESOS CUERPOS OLVIDADOS
Cristian Martín reinterpreta su concepto de belleza en Márgenes, la coreografía que estrena mañana en el ciclo Canal Baila. De la belleza, de la danza y de la vida hablamos con él…
Texto_OMAR KHAN Fotos_marcosGpunto
Madrid, 22 de septiembre de 2020
Las define como fotos crueles. “Mostraban una realidad horrible, la de esos cuerpos que usualmente rechazamos, y sentí necesidad de buscar la belleza desde esos márgenes, encontrar la belleza que hay en esos cuerpos olvidados”. De estar viva, la celebrada fotógrafa norteamericana Diane Arbus estaría emocionada con el estreno mañana y pasado en Teatros del Canal, de Márgenes, segunda coreografía firmada por el destacado bailarín Cristian Martín (Ávila, 1985), que no solamente se sintió conmovido ante la belleza (en apariencia oculta) de toda esa gente marginal de Nueva York que ella obsesivamente retrataba sino que el visionado de su exposición movió sus cimientos de artista y fue inspiración para su nueva coreografía.
“Comencé a replantearme mi concepto de belleza”, confiesa. Aquellos retratos, bellos en su fealdad, le llevaron a un proceso largo de investigación en la formación de un ideal de belleza occidental hoy todavía vigente. El arte en todos los tiempos, Umberto Eco y su Historia de la belleza, posturas de otros filósofos y pensadores, pero sobre todo su propia reflexión sobre los cuerpos olvidados. De ahí surge Márgenes, su segunda incursión como coreógrafo después de SER, primer y personal trabajo creativo, que clausuró el Festival Madrid en Danza 2018.
Son apenas dos años y dos coreografías, pero lejos está Cristian Martin de ser un recién llegado. Le precede una larga trayectoria como intérprete, que ha viajado desde la pureza de la danza española hacia formas más abiertas, especialmente en trabajos para el coreógrafo Daniel Doña, pareja sentimental y artística, que a su vez le ha acompañado en la dirección escénica de sus dos propuestas como creador.
Etiquetas no, por favor
“Hay una influencia de Dani”, admite. “Son más de doce años bailando sus coreografías y es un estilo que está en mí. Nosotros venimos de la danza española pero hemos querido desarrollar un trabajo sin etiquetas. Claro que la danza española y el flamenco están ahí, no podría sacarlos de mi cuerpo, pero también está el contemporáneo que hice con Teresa Nieto, las experiencias con Manuel Liñán… es un abanico muy amplio. Todo está implícito, todo junto conforma una visión. En este momento, un estilo único limitaría mi capacidad de creación”.
No reniega de su pasado. Viene de la danza española pero a día de hoy no parece sentirse capaz de volver a ser un intérprete riguroso de aquellas danzas perfectamente tipificadas y estructuradas. “Podría pero no me interesa. No estaría cómodo metiéndome de nuevo en esos cánones tan rígidos, obedeciendo esas normas que ya no quiero respetar. Cuando estuve, estuve de verdad. Pero desde hace un tiempo, los artistas jóvenes estamos cambiando los conceptos y hoy ya no se baila igual que antes. Es falso que esos códigos sean inamovibles porque la danza, como la vida, tiene que evolucionar”.
Se siente navegante solitario por rutas poco exploradas pero parece bastante seguro de remar hacia buen puerto. “La danza española ha tenido muy buenos intérpretes pero pocos creadores. Es verdad que en el flamenco hay más, pero a mí me hubiese gustado tener unos referentes, gente de la danza española que hubiese arriesgado más, que lo entendiera como un arte vivo que tiene que evolucionar”. Por lo pronto su compañía, Proyecto Lanza, va creciendo sin prisas pero sin pausa.
“La primera creación era un solo y ahora ya somos dos en escena. Me acompaña la cantaora Sandra Carrasco que hace mucho más que cantar, estableciendo conmigo un juego de antagonismos. Si ella es el poder, entonces yo soy la sumisión. Esto crece progresivamente aunque un solo en realidad es un equipo, donde hay una dirección de escena, un escenógrafo, un iluminador o músicos”.
En lo creativo sigue Cristian Martín la misma norma de crecer de manera natural, sin forzar los acontecimientos. “Cuando vi aquella exposición de Diane Arbus no estaba buscando una nueva coreografía pero supe que allí estaba el germen de un nuevo trabajo”, concluye.
