ELEGANTES PÁJAROS
Hasta el próximo domingo baila en Teatros del Canal, de Madrid, el Malandain Ballet Biarritz, con un llamativo programa dedicado a Stravinsky. Fuimos a verlo y esto nos pareció…
Texto_OMAR KHAN Fotos_OLIVIER HOUEIX
Madrid, 20 de diciembre de 2024
Elegancia, belleza formal, buen gusto y limpia ejecución. Con estas herramientas estéticas muy bien asimiladas se presenta en Teatros del Canal, de Madrid, el Malandain Ballet Biarritz (hasta el domingo 22) con un programa doble dedicado a Stravinsky, de quien reinterpreta (reinventa sería más justo decir) dos de sus grandes ballets. Por un lado, Pájaro de fuego, concebida por Thierry Malandain, director de esta compañía de neoclásico que es Centro Coreográfico Nacional francés, y por otro, La consagración de la primavera, en emocionante versión del joven creador del País Vasco francés Martin Harriague, que fue Artista Asociado del colectivo de Biarritz entre 2018 y 2021, año en el que firmó esta creación.
A punto de jubilarse, Malandain concentra y ahonda en esta versión de Pájaro de fuego, las constantes que han mantenido su reputación como director del Ballet de Biarritz, esas que le han identificado como un coreógrafo inequívocamente neoclásico, con un gran respeto por la técnica, la línea y la limpia ejecución de sus jóvenes bailarines, además de un sentido del espectáculo, elegante y sin estridencias, que rezuma una sobriedad y belleza incuestionables en el todo.
Aunque mantiene la historia, la de una pareja obsesionada por atrapar a un pájaro maravilloso hecho de oro y fuego, Malandain resta valor a la narrativa y se decanta más por cierto simbolismo, convirtiendo al ave codiciada, según sus propias palabras, en “un traficante de luz que lleva al alma del ser humano consuelo y esperanza, como San Francisco de Asís”. La resolución escénica es coherente con esta espiritualidad, en tanto se desarrolla con especial placidez, levedad y serenidad, alternando sus formalmente impecables secuencias y recurriendo al canon como recurso coreográfico. Se apoya en una estudiada variedad cromática de vaporosos trajes negros y blancos, amarillos y grises, para el colectivo, que tiene en el rojo feroz del traje del pájaro su punto focal.
En los solos, duetos y tríos recuerda a aquel inspirado Nacho Duato de la CND. En el trabajo colectivo, remite de forma directa a Maurice Béjart, que también versionó este título y es influencia reconocida por el propio Malandain.
Ritual telúrico
Todo un descubrimiento resultó el joven creador Martin Harriague, que se atrevió con La consagración de la primavera en un montaje realizado cuando era Artista Asociado del Ballet de Biarritz. También en esa casa se inició como bailarín, lo que claramente explica la influencia innegable que ejerció Malandain, con sus formas elegantes, en el joven pupilo que aspiró alto en su intención de versionar un título difícil que, siendo originalmente de Nijinsky, se ha hecho famoso en las versiones de Pina Bausch, combativa, y Maurice Béjart, grandilocuente.
El primer mérito de su versión radica justamente allí, en huir y no imitar en lo posible los estilos y formas de esos dos clásicos ya profundamente incrustados en el inconsciente colectivo de los espectadores de danza, aunque sí mantenga la línea argumental: una aldea remota que el día del solsticio ha de escoger una doncella virgen para ofrecerla en sacrificio a los dioses.
Desde el arranque, Harriague es original y sorprendente. Un músico (¿Stravinsky, quizás?) se sienta al piano y entona la primeras notas. Del mismísimo instrumento emerge una anciana (¿los ancestros, tal vez?) que va sacando por allí a la veintena de bailarines, como si los intérpretes surgieran de la música misma. Bella metáfora.
A partir de aquí, el grupo cabalga guerrero sobre la partitura, orquestando un rito escénico telúrico, vibrante y emocionante, que nos va conduciendo por los meandros de la música a través de espasmos, temblores, agitaciones, repeticiones y paroxismo coral hacia el fatídico desenlace, que se resuelve espectacular a la manera de un sangriento deux-ex-machina.
Aparte de una velada magnífica de danza, Malandain y el Ballet de Biarritz nos han traído una información relevante, que nos habla de las muchas posibilidades y salidas estéticas que todavía son posibles en el neoclásico, un estilo medio olvidado que, sin alejarse de los rigores de la técnica (gran nivel en este sentido, el de su equipo de bailarines), se abre sin prejuicios hacia las libertades del contemporáneo, incluso en ballets narrativos como los dos que nos han presentado en Madrid.