COMPÓRTATE COMO UN HOMBRE
Debutó en MadFeria la compañía catalana de Ángel Duran, con ‘Cowards’, una disección de la masculinidad que se vio en Matadero Madrid. Allí estuvimos…
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 22 de junio de 2024
Después de Matrix, Hollywood empezó a preparar de manera muy minuciosa y asesorada sus secuencias de acción, a las que llamó, mira tú por dónde, coreografías. Aquí el “coreógrafo”, que ya no es el director sino un especialista [que tampoco es bailarín ni parecido], diseña movimientos, interacciones, planos, tomas, velocidad y precisión durante una escena de pelea que sucede entre dos, ocho, cien o quinientos. Se puso muy de moda insertar unos segundos de cámara lenta en medio de la velocidad de la acción, una tendencia que aparte de quedar fashion daba un respiro a tanto mamporro junto.
Algo de esto ocurre en Cowards, que sí es una coreografía, la firma un joven coreógrafo de Cataluña, Ángel Duran, y la vimos antes de ayer en Matadero Madrid, en la recta final del encuentro escénico profesional MadFeria. A medio camino entre el fitness, las artes marciales, el street fighting, las citadas “coreografías” de Hollywood (cámara lenta corporal incluida, todo un hallazgo expresivo) y la danza contemporánea al uso, éste dueto de tensiones masculinas muy bien interpretado por el mismo Duran y el bailarín nicaragüense Yeinner Chicas, se desveló sorprendente.
El lenguaje corporal está hecho como traje a medida para una propuesta que, desde un vocabulario de danza de alta tensión con grandes dosis de testosterona, viene a hablarnos sobre mitos y estereotipos de la masculinidad. Nos recordó lejanamente al éxito internacional The Ascension Into Lazarus, pieza sobre los ninis de Belfast, de la coreógrafa irlandesa Oona Doherty.
Cowards se plantea como cuestionamiento y reflexión acerca de esas prácticas, gestos, modos y posturas que más que enseñar, inocula la sociedad a los varones desde niños para que encajen en unos estereotipos que, supuestamente los definirán como hombres y que deben quedarse allí fijados mientras vivan. La fragilidad se esconde. La sensibilidad se disfraza. Los sentimientos son femeninos. Los niños no se visten de rosa, no juegan con muñecas, no se sientan de este modo, no gesticulan de aquella manera…
Virilmente
Cowards, en apariencia, va de lo que se presume lícito en un hombre: masculinidad, virilidad, hombría, metrosexualidad y machirulismo. Va de varones y sus cosas de violencia, irascibilidad, potencia y prepotencia, fuerza física y mamporros. Se ubica en un lenguaje corporal que le sirve para ilustrar pero, a un tiempo, de allí mismo surge de manera sutil pero notoria una poética contraria a todas estas obsoletas imposiciones sociales de género, que –y aquí lo más interesante- también son resueltas y verificadas desde lo corporal.
Y es que la coreografía no está exenta de una constante tensión sexual entre los dos que, en teoría, ningún macho alfa debería permitirse. Hay homoerotismo, belleza y ternura. Escenas de lo cotidiano como los dos colegas orinando o metafóricas como ese solo de Chicas apenas iluminado por una linterna que Duran sostiene y recorre por ese cuerpo de arriba abajo, son claras señales del mensaje subyacente. En la danza está implícito el mensaje. Muy inteligente.
Ya no hacía falta nada más. Por eso el empeño y obstinación del coreógrafo por explicarnos insistentemente lo que se propone con su pieza enturbia el resultado final. Ha tenido poca fe en la capacidad de su público para inferirlo y quizá del temor a ser críptico, incomprendido o mal entendido, surge lo explícito, esa necesidad de insertar añadidos aclaratorios e innecesarios que, en vez de contribuir, entorpecen el discurso. Van desde momentos de teatralización (un cerco policial, una manada de hooligans), pasando por un vídeo prescindible sobre cómo es la infancia de dos niños, hasta la inserción de una voz en off (falsa, engolada, forzadamente masculina) que, ahora con palabras, quiere dejar claro qué se propone el espectáculo. A la lista de equívocos en este renglón, habría que sumarle una pésima selección musical, que solamente sirve para poner un fondo sonoro pero no hace ni una sola aportación dramática.
Pero hay buenas ideas y buena danza en Cowards, y pesan mucho más que los desaciertos. Ángel Duran es joven y prometedor. Su propuesta es adulta, ambiciosa y muy válida. Se impone seguirle la pista. Por lo pronto, el Mercat de les Flors, casa de la danza de Barcelona, le coproduce Monument, su nueva creación para cinco bailarines, que tendrá su estreno en marzo del año próximo en este teatro.