CINCO POTENCIALES CREADORES
Recuperó Joaquín de Luz los Talleres Coreográficos de la CND. Anoche, cinco de sus bailarines se atrevieron a cruzar al otro lado en el Círculo de Bellas Artes y así valoramos su valentía…
Texto_OMAR KHAN Fotos_ALBA MURIEL
Madrid, 10 de marzo de 2023
Más allá de la calidad de los cinco estrenos vistos anoche en la Sala Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes madrileño (con función adicional hoy), vaya por delante celebrar el acierto de Joaquín de Luz al recuperar los extintos Talleres Coreográficos de la Compañía Nacional de Danza (CND), iniciativa que permite a sus bailarines incursionar voluntariamente en la creación, disponiendo de recursos e intérpretes de la agrupación, lo cual no deja de ser lujo y estímulo.
En este sentido, aún cuando tuvo el respaldo externo del Centro Cultural Coreano de España, es improbable que YaeGee Park hubiese podido montar por su cuenta Chum (en la foto), la obra más relevante y ambiciosa de la noche. Ocho bailarines del ala más clásica de la CND, una cuidada puesta en escena, una curiosa alternancia de lenguajes y una producción atenta a los detalles, con una clara intención cromática de azules y rojos, y un vestuario adecuado, elegante y acertado, fueron las buenas señales que desvelaron anoche el indiscutible potencial coreográfico de esta solista de la CND, de la que ya conocíamos su fuerza y delicadeza como intérprete. Con una premisa sencilla y clara, contrastó las dos culturas que le son cercanas: la ancestral y espiritual de Corea con la de la tradición y afición occidental por el ballet clásico.
En cambio, Mijaela, del israelí Shlomi Shlomo Miara, se nos presentó como una suerte de sátira social sobre los estereotipos femeninos, un sexteto sobre el poder que da el poder hecho desde un glamour exagerado, con las bailarinas intencionadamente impostadas y falsas, moviéndose en un registro peligrosamente cercano al de la conocida coreógrafa Sharon Eyal, también israelí. El trío central, francamente acertado, delirante y divertido, destacó por encima del resto.
Par de solos
Un tema más comprometido estimuló al exbailarín del Ballet Nacional de Cuba José Becerra, en Éxodo, coreografía sobre asuntos tan actuales y candentes como migración y exilio. Pero le falló la dramaturgia, no supo cómo contarlo desde la danza y se le quedó en un trabajo con dos vertientes que alterna momentos de danza pura, algunos muy bellos, con una línea dramática que resultó obvia y directa, donde sobraban consignas, gritos y exageradas gesticulaciones, pero sobre todo, ese simulacro de bebé de trapo.
Coincidieron los dos solos de la noche, Red Skin, del vasco Iker Rodríguez, y Bálsamo interrumpido (en la foto sobre estas líneas), de la andaluza Sara Fernández, en ser vehículos para el lucimiento de sus autores, a su vez dos fantásticos y sensibles bailarines. Al creador donostiarra se le podría reclamar que no coincide demasiado lo contado en el programa de mano -su resistencia y lucha contra la dermatitis atópica que sufre-, con lo escenificado. Pero es que lo bailado está tan bien bailado, que se caen los argumentos. Rápido, preciso y dueño de brazos prodigiosos, es además intérprete emocionado y emocionante.
También expresiva, ataviada de rojo fuego, Sara Fernández se decantó por la danza teatro y colocó a su vera, como asistente, al más que idóneo creador Pau Arán, ex bailarín de Pina Bausch. Tarareó boleros de despecho, bailó deambulando por el espacio y sentada en una silla, solo desde la precisión del gesto, nos contó sus pesares en esta miniatura coreográfica formalmente impecable.