AURORA VUELVE A DESPERTAR EN PARÍS
Tras más de deiz años de espera, el Ballet de la Ópera de París ha vuelto a poner en escena la versión de Nureyev de La Bella Durmiente. Así lo vivimos...
Texto JUDIT GALLART
París, 30 de marzo de 2025
Una década después de su última representación, el Ballet de la Ópera de París vuelve a despertar a La Bella Durmiente poniendo en escena una de las obras maestras de Tchaikovsky. Coreografiada originalmente por Marius Petipa en 1890, la agrupación francesa hoy dirigida por José Carlos Martínez ha programado un total de 29 representaciones de la versión que Rudolf Nureyev crearía para la compañía en 1989 y que podrán disfrutarse en la Ópera de la Bastilla parisina hasta el próximo 23 de abril. Una magnífica producción como solo la Ópera de París puede ofrecer que, a pesar de contar con un hilo narrativo un tanto endeble, otorga a la coreografía un papel protagónico en una avalancha de variaciones cargadas de opulencia y elegancia.
Con Vello Pähn al frente de la Orquesta de la Ópera de París para llenar de color y grandilocuencia la atmosfera de la pieza, el pasado 22 de marzo sería Héloïse Bourdon la encargada de dar vida a la Princesa Aurora, la única solista principal de la compañía que, de todas las interpretes que asumirán el rol en esta nueva puesta en escena, ya había bailado este papel en el año 2013. Con un estilo delicadamente “francés” y una técnica limpia, la bailarina supo estar a la altura de uno de los roles más complejos de bailar de todo el repertorio, especialmente cuando hablamos del conocido Adagio de la Rosa y sus eternos equilibrios en attitude. La acompañaría en escena el belga Thomas Docquir, un bailarín con la capacidad de parar el tiempo en cada uno de sus saltos antes de regresar al suelo con una pulcritud fascinante. Una encantadora pareja que ya se pudo disfrutar en producciones de la casa como Don Quijote y El Cascanueces.
Medio centenar de bailarines ataviados con pelucas barrocas y trajes que juegan con curiosos contrastes de color quedan envueltos en un decorado grandilocuente altamente ostentoso que recuerda a las fiestas de Versalles del siglo XVII en el que, a pesar de encontrarnos con alguna caída, la geometría y verticalidad de la escena quedaría realzada por un potente cuerpo de ballet que derrocha simetría y precisión en cada uno de sus pasos. Un desfile de hadas, a cada cual más encantadora que la anterior en el que la gentileza benévola del Hada de las Lilas (Fanny Gorse) contrastaría exitosamente con la perversidad e histrionismo de su antagonista, Carabosse (Katherine Higgins).Los reyes del tercer acto fueron sin duda Manuel Garrido y Claire Gandolfi en su representación de El Gato con Botas y la Gata Blanca. Una coreografía sutil, pero traviesa cargada de toques humorísticos y una deliciosa teatralidad que conseguiría enloquecer a los allí presentes.
Un cuento de hadas imprescindible que en cada representación consigue reafirmarse, tal y como lo proclamaría el propio Nureyev, como el “ballet de los ballets”. Bravo.






