MARCOS MORAU: “ME PERSIGUE EL SÍNDROME DE PETER PAN”
La creación ‘Firmamento’ de La Veronal sigue ruta esta tarde en Girona, antes del estreno de ‘Afanador’ con el BNE y tantos otros proyectos, de los que hemos conversado largamente con él…
Texto_OMAR KHAN Fotos_Jean LOUIS FERNÁNDEZ / MAY.ZIRCUS / RUVÉN AFANADOR
Madrid, 16 de noviembre de 2023
Como artista, Marcos Morau (Ontinyent, Valencia, 1982) vive un ascenso indetenible. Desde anoche el Ballet de Zúrich repone su visualmente deslumbrante Nachtträume (Pesadillas) y el Ballet de la Ópera de Lyon ha vuelto hace unos días sobre su versión personalísima de La bella durmiente (en la foto). Esta tarde, con su agrupación La Veronal, de Barcelona, llega al Festival Temporada Alta para presentar Firmamento, su más reciente creación para público adolescente, que regresará a finales de año al Mercat de les Flors, donde se estrenó en el marco del Festival Grec el pasado verano, para recalar luego en el Centro Cultural Condeduque, de Madrid, en enero, y en el Teatro Central sevillano para febrero. Entre medias, su debut al frente del Ballet Nacional de España (BNE) con Afanador, su primera incursión en el mundo del flamenco, que se estrena en el Teatro de La Maestranza, de Sevilla, los días 01 y 02 de diciembre, antes de subir al escenario de Teatro Real madrileño, del 09 al 11 de febrero de 2024.
Reputación y reconocimiento le acompañan en este viaje meteórico. No ha arrancado aún como coreógrafo residente en el Staastballett (su debut será en abril del próximo año, con Overture, inspirada la Quinta Sinfonía, de Mahler) y ya la Asociación de la Crítica de Alemania le seleccionó como el Mejor Coreógrafo de 2023, gracias a las visitas de La Veronal al Festival Tanz im August, de Berlín. No es poca cosa llegar a ser residente en esa macro-agrupación que en otro tiempo dirigió Nacho Duato. Habría que recordar que esta compañía nació de la fusión de los dos colectivos de ballet que existían en Berlín antes de la caída del muro, y es sin duda la casa de ballet más importante de Alemania ahora mismo.
“Creo que tras mis experiencias con el Ballet de la Ópera de Lyon, el Zúrich Ballet, Les Grands Ballets Candiens o el Royal Danish Ballet ya conozco lo que significa una agrupación de esta categoría y sé lo que es una compañía de repertorio. Christian Spuck [nuevo director del Staastsballett, que lo fue antes del Zúrich Ballet], me sigue desde hace tiempo. Ha venido siempre detrás de mí. Cuando le dieron este cargo, quiso rodearse de alguien que le generara confianza y me propuso se Coreógrafo Residente. Al final, me da igual si son clásicos, contemporáneos o flamencos, si son 30 o son 80 bailarines, porque ya he aprendido lo más importante, que es cómo gestionar tus ideas en un grupo, sabiendo que cada proyecto es único”.
Ascenso hacia el firmamento
La compañía La Veronal, constantemente de gira, forma parte fundamental del vertiginoso viaje ascendente de su director. Escuchó ovaciones cinco noches seguidas en el Palacio de los Papas, del Festival de Avignon, el año pasado con Sonoma, y su nueva producción Firmamento (en la foto), con la que vuelve mañana a Temporada Alta, está ya también en la senda de la gloria.
“Veo el resultado final de Firmamento y pienso que no es un espectáculo para todos los públicos ni para niños, no sé ni siquiera si es para adolescentes, porque afortunada o desafortunadamente, ya no soy uno, así que creo que lo que me ha salido es una especie de oda a la Creatividad, así con mayúsculas, un canto a esta vida, donde todo es transitorio y volátil, donde todo fluye. Hay que aprender a vivir las vidas que te sean posibles porque todo se acaba… y al final, la vida no es más que acumular vida. También hay algo nostálgico en la pieza alrededor del tema de la muerte, algo que siempre me ha costado verbalizar, por lo que durante todo el proceso tuve los fantasmas muy presentes”.
Marcos Morau está convencido de que todo ese raudal de creatividad, imaginación e ingenio que desborda en sus obras tiene su origen en sus propias experiencias de la infancia y temprana juventud. Quizá fue ese el detonante que le empujó a pensar que Firmamento sería su primera coreografía para público juvenil. “De alguna manera, yo sigo siendo un adolescente, hay en mí un síndrome de Peter Pan que aún me persigue y aunque acabo de cumplir cuarenta años, sigo siendo aquel chaval de Valencia al que le gustaba inventar, crear y perderse en realidades paralelas porque el mundo cotidiano no le era suficiente”, relata.
“Yo aprendí a ser el niño que fui en una edad donde no eres consciente de todo, a una edad en que se me atravesaba ser el hijo pequeño de unos hermanos con los que me llevaba nueve y diez años, y en la que el arte no estaba cerca de mí. Me tuve que hacer a mí mismo, descubrirme, identificar mi yo creativo y aprender a vivir con mis miedos, porque siempre he sido una persona miedosa, pero nunca he perdido la curiosidad por las cosas”.
Danza jonda
Está claro que a Marcos Morau le gustan los retos y las sacudidas. Por eso se declara emocionado con la propuesta que le ha hecho Rubén Olmo, de crear una pieza para el Ballet Nacional de España (BNE) que dirige. Nunca ha trabajado con flamencos pero allí, precisamente, radica la fascinación para él. “Tengo ganas y miedo por igual. Me es ajeno y lo ajeno siempre me parece atractivo”, confiesa. “Tengo mucho respeto por el flamenco y la danza española. Me han dado toda la libertad del mundo para volar y yo rápidamente supe que mi proyecto iba a estar vinculado con Ruvén Afanador, un fotógrafo colombiano que admiro. Está siendo un proyecto increíble porque tengo permiso y apoyo de Afanador para partir de su universo y acercarlo al mío, con todo lo que supone empezar a crear desde un mundo ajeno, pero él trabaja la imagen muerta y quería, justamente, que yo se la dotara de movimiento”.
Afanador, que se así se llama la coreografía, supone la reunión de dos outsiders, un par de artistas que sin pertenecer al mundo del flamenco se asoman sin temor a caerse, por lo que necesariamente aportarán una mirada externa y ajena pero también innovadora. Los libros de fotografías Mil besos y Ángel gitano, en que se inspira Morau, suponen un conjunto de fotos más bien surrealistas sobre el flamenco, el mundo de los toros, el cante y el baile, que oscilan entre lo grotesco y lo sublime, instantáneas realizadas no desde el sentir jondo sino desde la mirada, entre sorprendida y fascinada, de un artista colombiano.
“Mi mundo y el suyo no están tan alejados”, admite Morau. “A ambos nos gusta la amplificación de la forma, la exageración, la caricaturización y la exaltación, y aquí es donde entra la parte que mas respeto me da en este proyecto, que es ese acercamiento al flamenco con todo el amor del mundo”.
Reconoceremos, desde luego, el mundo único, inequívoco de Ruvén Afanador, pero al mismo tiempo, lo que se espera también es encontrarse con el universo fascinante de Morau. Entonces, la propuesta no debería ser un choque de estéticas sino un idilio entre ellas.
“Como artista, lo que quieres es cambiar, porque la gracia de todo esto es que la gente viene a ver Firmamento porque quiere ver a La Veronal, y me gusta que el público reconozca mi universo, pero al mismo tiempo, quiero sentir que voy cambiando, que no soy el mismo de hace cinco años, y hacerles saber que si vienen a ver Firmamento no van a ver Sonoma ni Afanador, no van a ver Opening Night… Este mundo va tan rápido y todo es tan parecido que intentar abrirte camino hacia tu voz propia es bastante complicado. Vivimos un mundo donde son fáciles los plagios, así que intentar salir a flote y ser único es todo un reto”.
Caravaggistas
El reconocimiento y fascinación por la estética, los modos y constantes de La Veronal, no vienen solamente del público. La profesión también se ha admirado, y una parte de ella, pequeña pero llamativa, no ha tardado en apropiarse, a veces de manera descarada, de esos códigos. Morau lo sabe. Se lo han dicho en todas partes. “Al principio, cuando era joven y frágil, me molestaba mucho pero desde hace unos años pienso en que había un Caravaggio y muchos cravaggistas, y eso a quien perjudica es a los caravaggistas, a mí no. Hay que encontrar una voz propia, y entiendo que pasa por fascinarte por otros. Yo me he fascinado por Romeo Castellucci, Lloyd Newson o Luis Buñuel, pero con ellos he ido construyendo mi propio castillo. Lo que ocurre es que hay gente que ha construido su castillo directamente a partir del de otros, sin filtros, sin pasarlo por ellos mismos. Ahora mismo agradezco que me copien porque significa que les gusto, aunque ellos sigan creyendo que no lo vemos ni lo notamos”, zanja el creador.