SANGRE NEGRA
Conmovió Poliana Lima ayer en el Festival Dansa València con su personalísima propuesta ‘Oro negro’, en la Sala Carme Teatre. Te contamos lo que sentimos…
Texto_OMAR KHAN Fotos_JOSÉ JORDÁ
Valencia, 21 de abril de 2023
Metafóricamente, podría decirse que el petróleo es sangre negra de la tierra. Y a ello parece jugar la creadora brasilera anclada en Madrid Poliana Lima en Oro negro, un trabajo íntimo e intimista, en el que su cuerpo hace de planeta y el petróleo, que es negro y no rojo, de su sangre. Una foto, hace poco, le desveló un custodiado secreto familiar: su abuelo era negro. Después de las sorpresas vinieron las preguntas, la necesidad de verter el incidente en coreografía y a su reflexión constante sobre identidad, ese quién soy tan presente siempre en sus anteriores creaciones, añadir ahora componentes de racismo y colonialismo. Oro negro, que nos conmovió ayer tarde en la Sala Carme Teatre, en el marco del Festival Dansa València, es una excavadora hacia su pasado y lo que extrae es un recurso escondido que razonablemente explica, no solo su mestizaje, sino probablemente, el de toda la humanidad.
No hay nada obvio, narrativo ni explícito en esta hora de tensión coreográfica pero sí muchas pistas y referencias que ponen marco al borbotón de emociones que desprende la intérprete, que comienza pequeña y encogida sobre el escenario blanco de su Oro negro, con un temblor ligero que va entrando en agitación creciente que la lleva a los extremos de una verdadera e incontenible turbulencia corporal que deriva en trance.
Poliana Lima se desvela bailarina resistente, poliédrica, polifacética y de insólitos registros. Su cuerpo expresa con precisión los muchos estados emocionales que atraviesa durante esta intensísima propuesta. Bailan sus párpados que ocultan los ojos íntegramente teñidos de negro petróleo y le procuran ese aire demoníaco. Baila su vientre dorado, baila su culo de sambódromo… toda ella puede ser espiritual y conmovernos pero también vulgar, muy vulgar, e increparnos y arengarnos. Es insólito. Ahora parece la niña del exorcista y ahora la stripper ordinaria de un club barato. Y siempre resulta creíble.
Un negro dorado
Pero hablamos de Oro negro como si fuera un solo, cuando todo el rato, él está ahí. El bailarín negro Chumo Mata, enigmático, cordial y vestido de dorado, es algo que más que una presencia. Ella lo ignora por completo pero nosotros no podemos. Aparentemente no hace nada, salvo estar, pero es portador de mucha información y una parte fundamental e indisociable de su espectáculo como lo fue en la familia aquel abuelo negro, al que todos escondieron.
Oro negro está muy cuidada también en los aspectos formales, y aparece atenta a los detalles. Sus maquillajes estrambóticos o los festivos brillos de sus trajes le dan aire retro, de resaca de carnaval, de película pop de los setenta, de Barbarella intelectual. La música inteligente y sensible de Pablo Sánchez le ofrece las percusiones atronadoras y el beat carnavalesco cuando toca o se repliega en sonidos atmosféricos cuando el cuerpo de Lima así lo reclama. Ocurre lo mismo con la iluminación expresiva de Carlos Marquerie, a veces íntima y a ratos discotequera retro.
La creadora brasilera nos descubre aquí facetas desconocidas y fascinantes de su buen hacer como creadora e intérprete. El conjunto de su obra, aparece ya claramente dividido entre una vertiente en desarrollo de trabajos grupales más expandidos donde no baila y éstos, intimistas y vinculados con lo personal, con su pasado en Brasil, su condición de inmigrante, sus raíces y tormentos existenciales, que acaban de subir no uno sino varios peldaños en su ascenso, con Oro negro, coreografía de la de la que sales atiborrado de contrastadas emociones.
