PICASSO Y LA DANZA
Se conmemoran hoy los 50 años de la muerte del célebre pintor cubista y hemos querido recordar su aportación al ballet. Léelo...
Texto_OMAR KHAN
Madrid, 08 de abril de 2023
No hay que olvidar la aventura de Picasso con Los Ballets Rusos, en la conmemoración de los 50 años de su muerte, ocurrida tal día como hoy en 1973. Es cierto que su aportación a la danza fue mínima y circunstancial en comparación a lo que hizo por la plástica, pero juega un papel importante en la ruptura con los convencionalismos del ballet que había emprendido Serguei Diaghilev su compañía parisina. El empresario, ávido de modernidad e innovaciones, estaba fascinado con los cambios radicales que se estaban dando en la pintura y quería, de algún modo, que la danza se incorporara, muy especialmente al cubismo, que era entonces la cumbre de la vanguardia.
Era el año 1915 y el poeta Jean Cocteau estaba enamorando a Diaghilev para que montara un ballet a partir de una idea que tenía. La música la compondría Erik Satie y había convencido a Picasso de que se encargara de los trajes y la escenografía. Fue el poeta quien los presentó, y pronto el pintor y el empresario congeniaron. De la coreografía de Parade, que así se llamaba el espectáculo, se encargó Leonid Massine, y su estreno, el 18 de mayo de 1917 en el Teatro Châtelet, de París, fue un sonado fracaso. Las bombas de la I Guerra resonaban entonces y ni siquiera París parecía estar entonces preparado para un ballet absurdo y cubista, que mostraba los esfuerzos de unos artistas callejeros circenses –un prestidigitador chino, una niña americana y una pareja de acróbatas– por conmover a los viandantes de una gran avenida, todo mostrado desde la distorsión cubista de la realidad. En su reposición en el Teatro de los Campos Elíseos, en 1920, fue cuando se convirtió en un atronador éxito. Y se convirtió en obra fundamental del repertorio de la compañía.
Un tren azul
Picasso, en realidad, no tenía mayor interés por el teatro ni el ballet, pero sí fascinación por el circo, los espectáculos populares, los arlequines y saltimbanquis, como demuestra cierto período de su obra, en el que solía pintarlos. Pero conectó con el extravagante círculo de Diaghilev, al punto que terminó enamorado de una de sus bailarinas estrella, Olga Khokhlóva, con quien se casó en 1918. Para fascinación del empresario ruso, vinieron otras colaboraciones.
Una importante fue la producción de El sombrero de tres picos, con música de Manuel de Falla y tema español. También el trabajo de decorados para Pulcinella. Adicionalmente, Coco Chanel creó los trajes y Picasso la escenografía de El tren azul, que después de Las bodas, es la coreografía más importante de Bronislava Nijinska, hermana del por entonces ya enloquecido Nijinsky.
Pero el encanto duró lo mismo que su matrimonio con Olga Khokhlóva. Las peleas entre la pareja y el mal trato que el pintor le dispensaba, procuró un distanciamiento de Diaghilev, que no aprobaba esos comportamientos. Así que rompió con el célebre pintor, pero ya había demostrado la viabilidad de un ballet cubista, y se volcó entonces a la idea de un ballet surrealista, entablando colaboraciones con pintores de esa corriente como Joan Miró o Max Ernst. En cualquier caso, el paso de Picasso por la danza, aunque breve, fue determinante en la historia de los avances del ballet hacia las vanguardias.
*En las fotos: reposición de Parade, por el Ballet de la Ópera de Roma