ESCENARIO BÉLICO
En ‘Pharsalia’, Antonio Ruz se arriesga con una producción de gran formato, que se pre-estrena mañana en el MUN navarro y la próxima semana en Teatros del Canal. De guerra y belleza hablamos con él…
Texto_OMAR KHAN Fotos_ALBA MURIEL / MANUEL CASTELLS
Madrid, 13 de octubre de 2022
Las obras de encargo, casi siempre, tienen la facultad de poner al servicio del coreógrafo invitado infraestructura y posibilidades de las que él no dispone. Lo sabe Antonio Ruz (Córdoba, 1976), que ha tenido la rara oportunidad de montar como creador invitado para el Ballet Nacional de España (Electra, 2019) y la Compañía Nacional de Danza (In Paradisum, 2021), dos experiencias determinantes que, sumadas al hecho de haber rechazado el año pasado una oferta para dirigir una compañía alemana porque, en sus propias palabras, “había que hacer demasiadas concesiones”, le hicieron tomar una temeraria decisión personal. Por vez primera se arriesga con una producción de gran formato y once bailarines para su propia compañía privada que, desde 2009, ha venido presentando creaciones de mediano formato, algunas de ellas muy significativas.
A Ruz, la encerrona covid lo pilló en su Córdoba natal y la dedicó por completo a estudiar Farsalia, largo y complejo poema épico de su coterráneo Lucano (39-65 DC), nieto de Séneca el Viejo y sobrino de Séneca, el filósofo. Le sorprendió cómo un libro del siglo I podía describir con tanta certeza las guerras del XXI. La disputa entre César y Pompeyo por Tesalia, que es la base del libro, bien podría equiparase a Rusia/Ucrania o Israel/Palestina.
También encontró belleza en este relato bélico. Y, lo más sorprendente, los pilares de su nueva coreografía de gran formato Pharsalia, que tendrá pre-estreno mañana en Pamplona, en el Teatro Museo Universidad de Navarra (MUN) y premier en Teatros del Canal, en Madrid, del 21 al 23 de octubre. “Guerra y cuerpo, violencia y belleza, la universalidad de la guerra y la permanencia de la belleza”. Con esas palabras describe las motivaciones de su nuevo trabajo.
Todas las guerras…
“Sé que el concepto de guerra es cruel y duro, puede ser brutal o incómodo pero la historia del arte está llena de dolor y sufrimiento, la violencia es inherente al ser humano, forma parte de nosotros”, prosigue el creador andaluz. “He pensado amplio el concepto de la guerra, desde las guerras civiles a las guerras internas, familiares y de poder hasta las guerras psicológicas. Este libro me sugirió una serie de imágenes y visiones inconexas de gran potencia visual. Es verdad que es un catálogo de muerte, mutilaciones y desastres naturales, pero hay también mucha belleza”.
Todas las creaciones de Antonio Ruz vienen precedidas de una larga investigación, pero Pharsalia destaca por un trabajo de mesa mucho más profundo. Cuando hizo alianza con el teatro del MUN, su directora, Teresa Lasheras, se esforzó por poner a su disposición un equipo académico de alto nivel, en el que había historiadores, arqueólogos y especialistas en latín, que dieron sustento a su imaginario coreográfico. “Yo insistía en la belleza de la guerra pero ellos me recordaban siempre que era una guerra, lo que necesariamente implicaba violencia, dolor y muerte. Me dieron muchas luces para soltarme, me dieron confianza y me corroboraron ideas que ya yo traía. Es la primera vez que me acerco al mundo académico en una investigación para mis piezas y ha sido muy fructífero”.
Si fuese una película, sería fácil vaticinar cómo sería Pharsalia. La pregunta que surge es cómo llevar a la danza la complejidad épica de un libro que narra una guerra civil ocurrida hace veinte siglos. “No quería narrarla. No quería, por ejemplo, que los bailarines aparecieran disfrazados de romanos, y Alejandro Andújar me ha dado una solución que sin ser obvia, da esa idea de milicia, de soldados. Veremos una alegoría filosófica llena de imágenes, veremos cuerpos en guerra y conflictos humanos, pero todo se sustenta en la creencia de que en el cuerpo está la armonía, la fraternidad y la solidaridad. Planteamos la danza como un arma de salvación. Dentro de ese contexto violento, también he querido presentar el cuerpo como resistencia, como paz y armonía”, concluye.