EL EXORCISMO DE MANU
Esta noche inaugura Manuel Rodríguez el ciclo ‘Canal Baila’ en Teatros del Canal con ‘Manu’, su nuevo unipersonal. Nos interesaba saber qué lo ha motivado y esto es lo que nos ha contado…
Texto_OMAR KHAN Fotos_M.R. / PABLO LORENTE
Madrid, 01 de septiembre de 2022
Ahora, con el pelo largo y desordenado luce un poco más moderno, también más canalla. Pero debajo de ese matojo de greñas sigue estando Manuel Rodríguez (Úbeda, 1980), el que fuera del 2004 al 08 el tímido pero destacado bailarín al que parecía costarle un mundo desnudarse cuando Carmen Werner, su directora en Provisional Danza, estaba tan obsesionada con quitarles (y quitarse) la ropa. Allí debajo también está el elegante y preciso intérprete que, de alguna manera, se convirtió en emblema e imagen de La Veronal, la célebre agrupación catalana de Marcos Morau. Pero esa melena oculta además el cerebro de un coreógrafo. Uno auténtico, que no se parece a sus maestros.
Lleva diez años ya alternando producciones propias y ajenas. Las suyas, como creador, se iniciaron hace una década con Limits, un solo enigmático y sorprendente, al que siguieron otros como Screensaver (que volverá a representarse este noviembre, en el Festival Dantzaldia, de Bilbao) o Body on Paper, un introspectivo proyecto de inspiración y estética japonesas.
Esta noche y mañana, en Teatros del Canal, inaugurando el Ciclo Canal Baila, dedicado a los artistas en residencia de esa casa, estrena Manu, un nuevo unipersonal. No es un egotrip pero sí una revisión personal de lo vivido, lo creado y lo bailado, el testimonio de una trayectoria creativa que amalgama baile y cultura hip hop, artes visuales, ballet clásico y contemporáneo. “Tiene algo de retrospectivo”, nos confiesa. “Hay cosas que he querido retomar pero más que mirar atrás es mirarlo desde donde estoy hoy, ver cómo hago las cosas, cuáles son mis visiones, los posibles yo que fueron o serán. Es una especie de autorretrato artístico y personal”.
Aunque nunca fue bailarín ni creador de piruetas y proezas sino uno más sosegado y performativo, flirteando siempre con las artes plásticas y alardeando de una ductilidad corporal que parecía ilimitada, admite que paralelo a su crecimiento como creador, su cuerpo ha ido dibujando también su propia trayectoria. “En Limits yo estaba en una búsqueda con mi cuerpo, descubriendo el oficio y lo llevaba de otra manera, lo quería deshumanizar, pero han pasado diez años y ahora mi cuerpo está también de otra forma y miro más por cuidarlo, intento no dañarlo. Pienso en su fragilidad y ya no tengo esa necesidad de exteriorizar el virtuosismo sino trabajar desde lo que no se ve. Hacer un trabajo más interior”.
Un poco de intimidad
Entiende que hay un público que paga y él sabe que muchas veces quiere ver hazañas escénicas pero a cambio, quiere ofrecerles esta noche un poco de intimidad, abrirles la puerta de su propia interioridad plantándose en un escenario austero y desnudo. “Una cosa es el esfuerzo, que la gente vea y sienta que te has esforzado, eso es bonito, y otra complacer al público con el dolor y la flagelación. Son líneas fáciles de cruzar, especialmente en disciplinas como el ballet o el flamenco. Yo antes me dejaba llevar por ese efectismo, pero ahora prefiero algo más subjetivo que físico”.
Como todos, Manuel Rodríguez también tiene su gran anécdota trágica de la pandemia. La suya duele porque vio cómo una buena oportunidad de visibilidad y proyección internacional se la llevaba el maldito virus. Había sido seleccionado hace dos años para Aerowaves, plataforma europea de impulso al talento coreográfico, y todo se suspendió. Ese tiempo liberado lo ocupó en Elamor, novísima productora escénica madrileña, en la que vivió aventuras excitantes.
“Me apoyaron con el libro que acompañó Body on Paper y trabajé con ellos en muchos de sus proyectos. Ha sido una oportunidad de contactar con gente y expandir la danza a otros formatos. Hicimos la producción Alicia, un proyecto en el Jardín Botánico, la película Aún, de Antonio Ruz, muchas cosas… y justamente por ser muchas cosas, me he distanciado un poco, llevan un ritmo frenético. Ahora estoy más centrado en lo mío”.
Manu se suma a su lista de unipersonales y cualquiera diría que es una decisión, que únicamente le interesa la autoexploración. “No te creas. Cada vez me interesa más coreografiar con gente. Mi trabajo anterior, Entertainment, que estrené en Barcelona, estaba conformado por un dúo de chicas y un solo. Pero no me quiero pillar los dedos. Para contratar a cuatro bailarines necesitas dinero y espacio”.
Lo que sí es invariable es que en sus creaciones, sean solos o coreografías grupales, intenta rodearse siempre de un equipo creativo de altura. En Manu, quizá por aquello de la revisión de su propio pasado, le acompaña en la iluminación Víctor Colmenero, el mismo que dio luz a su primer solo. “Trabajar con otros artistas es una manera bonita de aprender sin ir a la escuela. Esta carrera tiene eso, te permite conectar con gente interesante. Yo nunca me posiciono como el súper director, siempre abro posibilidades de diálogo con los que están en el proceso”, concluye.