MEDEA FEROZ
La Compañía de Antonio Márquez repone este sábado en El Escorial el título más emblemático del maestro Granero. Revisamos la grandeza de esta coreografía. Léelo…
Texto_ALBA ANZOLA Fotos_SILVIA DEL BARRIO
Madrid, 19 de agosto de 2021
El próximo sábado 21 de agosto, en el Festival Internacional de El Escorial, en Madrid, la compañía de Antonio Márquez repone Medea, obra fundamental del maestro José Granero y de toda la danza española. Márquez, que fue discípulo de Granero, emprende con su compañía esta necesaria reposición interpretando él mismo a Jasón y teniendo como artista invitada a Helena Martín en el rol de Medea. Curiosamente, pese a su éxito internacional, especialmente en Asia, Medea es una obra poco representada en nuestro país. Tras su estreno, en 1984, la tuvo el extinto Ballet de Murcia a principios de los noventa, y la retomó años más tarde Antonio Najarro para el Ballet Nacional de España, en 2012. Márquez la reestrenó en 2019 antes de la pandemia y ahora comienza a moverla. La ocasión parece propicia para revisar la relevancia de este título para la danza española.
Tras el referencial estreno de Bodas de sangre (Antonio Gades, 1974) hubo, una década más tarde, en 1984, este nuevo chispazo que abría aún más ese difícil sendero en la búsqueda de posicionar al flamenco fuera de su propio ámbito, contaminándolo con otras artes y usándolo al servicio de una narrativa dramática con miras a hacerlo más universal.
Medea, de José Granero (Argentina, 1936- España, 2006) supuso un notable paso al frente y también el respaldo a las ideas revolucionarias de Antonio Gades, con quien ya Granero había puesto en pie un Don Juan (1965) que, a pesar de sus virtudes, conoció el fracaso, en parte por la poca aceptación que tuvo la idea de sacar al flamenco de sus casillas. Tardaría más de 20 años el maestro Granero en solidificar la idea. Nuevos aires de apertura en torno a la danza en general y la española en particular condujeron al éxito instantáneo de su Medea, pieza superlativa que congregó en un mismo proyecto los desmesurados talentos de Granero en la coreografía, Miguel Narros en el guión y Manolo Sanlúcar en la música.
Puede que hoy luzca simplemente curioso pero en 1984 coger la tragedia clásica y narrarla desde la fuerza y fiereza del flamenco tenía aires de epopeya vanguardista. El éxito nacional de público fue indicio de la aceptación rupturista de Granero y el internacional, no menos sonado, llevó al planeta las buenas nuevas de renovación de un arte que pujaba por salirse del marco exótico y de folclor español en el que parecía haberse quedado atrapado.
Amor desquiciado
La Medea de Granero sabe cómo trasvasar el desgarro, organicidad y visceralidad propios del flamenco en la tragedia griega, en esa historia de amor desquiciada, en la que una hechicera, que había traicionado a su propio pueblo por amor al aventurero Jasón, veía ahora cómo éste se iba a casar con otra, por lo que diseña una terrible venganza que incluye la muerte de los dos hijos que tuvo con el traidor, la de la nueva prometida y la suya propia en acto de autoinmolación. La mezcla es contundente y recae en la intérprete de este difícil papel la responsabilidad de conmover y sobresaltar a la platea. Artistas sólidas, de importante reputación, como Manuela Vargas, Marche Esmeralda, Maribel Gallardo o Lola Greco han siempre acertado con las exigencias interpretativas y dramáticas del rol.
Medea ha superado el paso del tiempo, prueba de fuego para cualquier clásico. Desde luego acusa, desde su puesta en escena, una estética muy vinculada a los años ochenta pero sigue intacta y vigente su fuerza dramática, su capacidad para transmitir con nitidez la dimensión trágica de lo que narra y esa habilidad de Granero para las grandes escenas corales.
Quizá junto a la trilogía de Gades (Bodas de sangre, Carmen, Amor Brujo), sea Medea uno de los clásicos más destacados de la danza española y una obra pionera en la apertura del flamenco hacia otros derroteros temáticos y estilísticos.