UNA FIERA SUELTA EN LOS JARDINES DEL GENERALIFE
El próximo sábado 18 de julio, Jean-Christophe Maillot estrena con Los Ballets de Montecarlo su version de La fierecilla domada, en el Festival de Granada. Lee la entrevista…
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Texto_OMAR KHAN Fotos_ALICE BLANGERO
Madrid, 14 de Julio de 2020
Del amplio catálogo de obras teatrales que nos ha legado Shakespeare, su comedia de enredos La fierecilla domada parece de las menos adecuadas para adaptar al ballet. La complejidad argumental, que descansa más en la palabra que en las acciones, su texto abundante y esos numerosos personajes cruzados, se cuentan entre las dificultades que le pone El Bardo a cualquier intención coreográfica.
Sin embargo, el creador francés Jean-Christophe Maillot, director de Los Ballets de Montecarlo, no le teme al reto y este sábado 18 y domingo 19 de julio se planta con su potente compañía en Los Jardines del Generalife para hacer alarde de narrador con su inteligente adaptación a la danza de este Shakespeare, que es una de las apuestas más llamativas este año del Festival Internacional de Música y Danza de Granada.
La creación de ballets narrativos, tan poco usuales en la coreografía de nuestro tiempo, es justamente una de las especialidades de Maillot. De los numerosos ballets que ha creado para el equipo de Mónaco desde 1993, cuando fue apuntado por Carolina de Mónaco para llevar la compañía que ella preside, los más potentes y reconocidos títulos que ha montado vienen de la literatura (Cendrillon, en 1999 o Faust, en 2007), incluidas otras dos adaptaciones de Shakespeare (Romeo y Julieta, en 1996, y Le Songe, en 2005, a partir de El sueño de una noche de verano).
“Viene de una vieja frustración”, nos explica el coreógrafo francés. “Siempre tuve la sensación de que cuando los creadores coreografiaban estos ballets narrativos, que contaban una historia, lo tomaban simplemente como un pretexto para la danza, pero yo me he visto siempre más como un cineasta que hace coreografías y para mí lo que se cuenta sí que importa”.
Y lo que cuenta Shakespeare en La fierecilla domada es una historia en clave de comedia de enredos en la que una doncella enamorada no puede casarse hasta que, en honor a la tradición familiar, su hermana mayor, una chica rebelde y malhumorada que es la fierecilla del título, no se comprometa primero.
Cuidadoso en la narrativa, detallista en las acciones, ingenioso en la puesta en escena, Maillot, como siempre, ha confiado en la música como soporte de todo lo estrictamente coreográfico. “Creo que la música es la que dicta los estados anímicos. No puedo concebir una coreografía sin la música, es lo primero, es desde donde arranco, no sabría cómo idearla sin saber qué música será”.
Al no existir una música específica inspirada en La fierecilla domada, echó mano de ingenio y cultura musical. “Lo más importante de la fierecilla ha sido la música. Construí la pieza a partir de unos quince trabajos de Shostakovich y encajar todas esas músicas en la narrativa de Shakespeare me hacía sentir como si fuese el compositor. Se necesitaba la autorización de la viuda de Shostakovich para usarla y ella originalmente no entendía mis pretensiones. Tuve que explicarle paso a paso qué es lo que yo quería. Tengo formación musical, tengo oído y una manera de entender la música que terminaron convenciéndola. Me siento muy contento porque es la primera vez que pude armar de esta manera la música de un ballet creado por mí”.
Experiencia moscovita
Pero La fierecilla domada también le supuso el reto de abandonar su zona de confort en Mónaco y enfrentarse a una rígida institución como el Ballet Bolshói, uno de los pilares del ballet académico ruso, que le hizo este encargo en 2014, que luego fue trasladado, en 2017, a los cuerpos de su colectivo monegasco. “La experiencia rusa fue difícil pero excitante. Hubo mucha dificultad pero me quedo con lo bueno. Entras a una estructura muy sólida donde no puedes experimentar ni inventar nada. No hablar ruso ha sido otra limitación importante, así que usé mi experiencia y les hablé desde la danza, que era nuestro idioma común”.
Sin embargo admite que en 2017, cuando la remontó para sus bailarines en Mónaco, que es la version que veremos en Granada esta semana, pudo ajustar lo que en Rusia no fue posible. “En el Bolshói la hice con un elenco completamente ruso y en Los Ballets de Montecarlo tenemos más de veinte nacionalidades, y eso marca. Yo hice la pieza en Moscú y no volví a tocarla pero había cosas con las que no había quedado tan contento y después, ya en casa, he podido trabajarlas a fondo. También he sentido diferente el trabajo con el cuerpo de baile. Yo tengo una relación más individual con mi gente y esto ha hecho que crecieran mucho las partes corales pero en general, la pieza que veremos en El Generalife es la misma que se estrenó en Moscú”, concluye sonriente.