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A JESUCRISTO NO LE GUSTA BAILAR 

Hoy es Jueves Santo y se nos ha hecho difícil recordar cómo Jesús ha sido visto por la danza, siendo muy fácil verificar cómo lo ha visto la música o la pintura. Creemos saber la razón y te la contamos…

 

Texto_OMAR KHAN

Madrid, 06 de abril de 2023

Hoy es Jueves Santo. Cabe recordar entonces la figura de Jesús, el hombre que dividió nuestra historia en antes y después. A difundir su vida y recordar su legado ha contribuido enormemente el arte en [casi] todas sus manifestaciones. En literatura, La Biblia sin lugar a equívocos. En pintura, La última cena, de Leonardo Da Vinci. La música aportó La pasión según San Mateo, de Bach, y el cine Jesús de Nazareth, de Franco Zeffirelli. ¿Y la danza?...

Habría que empezar por admitir que no existe el gran y definitivo ballet sobre Jesucristo. Las razones podrían estar en la naturaleza misma de un arte cuyo instrumento es el cuerpo. La Iglesia Católica, y en general todas las religiones, han perseguido y condenado libros, pinturas, canciones y películas por profanos y ofensivos pero al mismo tiempo se han servido de la literatura, las artes plásticas o el cine para difundir sus doctrinas. Han atacado obras concretas, no disciplinas artísticas. No condenan el violín, el papel o el pincel. El problema con la danza es que si le censuras el cuerpo, la exterminas.

Las religiones han tenido muy serios problemas con la idea del cuerpo expresivo y quizá eso haya procurado un distanciamiento por ambas partes. No hay que olvidar que todavía hoy, a 06 de abril de 2023, hay países como Irán donde, por razones religiosas, bailar es un delito severamente castigado.

Hay que escarbar mucho para cruzarte con Cristo en la historia de la danza. Hace un par de décadas, Edward Clug, coreógrafo rumano que gusta desacralizar (hizo Romeo y Julieta con música de Radiohead), aportó una aproximación, interesante pero no trascendente, en su Stabat Mater (en la foto), que estrenó cuando era director del Ballet de Maribor, en Eslovenia. Su delirante coreografía se centraba más en la figura de María madre, pero, cómo no, aparecía Jesús, que terminaba atándose él mismo a la cruz con cinta adhesiva. Muy bien bailada por Les Grands Ballets Canadiens, se vio en el Teatre El Liceu, de Barcelona, en 2019.

Es verdad que El traidor, coreografía relevante creada por José Limón en Nueva York, en 1954, narra al detalle la pasión de Cristo, colocando como protagonista a Judas y enfatizando el beso con el que vendió a Jesús. No obstante, estaba muy lejos de querer difundir ni el via crucis ni los principios cristianos. Era la época terrible de la Guerra Fría y del auge en Estados Unidos de la persecución de comunistas promovido por el macarthysmo, que incitaba a los ciudadanos a delatar a sospechosos de ser rojos. En el ámbito artístico las traiciones se contaban por cientos y para el público de la época el mensaje de Limón era cristalino. Aquella obra no quería hablar del tormento del Mesías sino de los numerosos judas que estaban delatando a sus amigos, vecinos y compañeros. De allí, que se llamara El traidor. Era pues, una obra política.

 

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Hosanna

Quién iba a decir que desde las artes escénicas sería el musical el que aportaría una obra, ésta sí definitiva, trascendente y con mucha danza, sobre el Mesías. Jesucristo Superstar, del tándem de oro Andrew Lloyd Weber y Tim Rice, se estrenó con éxito y polémica en Broadway en 1971, y aumentó su popularidad con la película de Norman Jewison, de 1973 (en la foto). Se trataba de una lectura libre, moderna y peculiar que no gustó mucho a los católicos.

Una de las premisas fundamentales de las que partió el musical era que Jesús no iba a resucitar ni habría nada que diera credibilidad a su origen divino, porque lo querían retratar como un hombre. Otra era revertir el papel histórico de Judas como el villano. Aquí protagonista, es mostrado como instrumento, el elemento clave que ayuda a Cristo a completar la misión de Dios que le trajo a la Tierra.

En aquel Nueva York, cada noche se reunían a las puertas del teatro grupos religiosos escandalizados que intentaban boicotear la función. Los cristianos no concebían que la historia de Jesús se contara desde el rock, que era por excelencia música del demonio, y mucho menos que se atreviera a negar la divinidad de Cristo, darle protagonismo a Judas y encima, sugerir un interés terrenal de Jesús por María Magdalena. Encolerizados, noche tras noche se plantaban a gritar “Blasfemia, blasfemia”, un acto que se repitió en cines de todo el mundo cuando se estrenó la película.

Pese a las protestas, Jesucristo Superstar (que en su versión teatral española con Camilo Sesto se estrenó coincidiendo con la muerte de Franco) terminó acercando a Cristo a muchos jóvenes hippies y rockeros de la época. El Papa Pablo VI, ante el alboroto tras el estreno del filme, solicitó una proyección privada de la película, y públicamente le dio su visto bueno.

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