ELOGIO A LA FRAGILIDAD
Puede que por aquí no suene de nada pero en Estados Unidos, Trajal Harrell es el coreógrafo relevante que reivindica voguing, derechos LGTBI e inclusión racial. Condeduque lo ha programado esta semana y nosotros hablamos con él. Léelo…
Texto_BEGOÑA DONAT Foto_RETO SCHMID / BEA BORGES
Madrid, 18 de febrero de 2024
Trajal Harrell (Georgia, Estados Unidos, 1973) ha hecho de la necesidad virtud. Hace dos décadas que el coreógrafo estadounidense le daba vueltas a una coreografía a partir del Köln Concert de Keith Jarrett. El empujón para hacerlo realidad se lo dieron la pandemia y Joni Mitchell. Para desarrollar una obra que se ajustara a las reglas del distanciamiento físico, se le ocurrió sentar a los bailarines del Schauspielhaus Zürich Dance Ensemble en banquetas de piano. Pero darle al play y que sonara aquella obra maestra de la música no era lo que estaba buscando.
Un día, durante el confinamiento, todo cobró sentido al escuchar a la cantautora canadiense. Enmarcaría su homenaje al solo de piano más famoso de todos los tiempos en un concierto del que Mitchell sería la telonera. Aquella rara inspiración y oportunidad que le brindó la crisis sanitaria sube ahora al escenario del Centro Cultural Condeduque, de Madrid esta semana, los días 23 y 24 de febrero
¿A quién está rindiendo tributo con esta pieza?
Igual que el butoh trata de dar espacio a los enfermos, a los discapacitados y a aquellos que sufren y tratan de sobrevivir, yo intento dedicar mi trabajo a la debilidad, porque la danza ha tratado mucho sobre la representación de la fuerza, pero a veces somos débiles y eso también requiere una constatación. Nosotros mostramos cuerpos que se desmoronan, pero son voluntariosos. Creo que eso es lo que conmueve al público de esta pieza. El arte puede ser uno de esos lugares donde la gente puede contar con un espejo y sentir algo de solaz, sentir que son vistos en su fragilidad. Y esto no se refiere a ser victimizado, sino a señalar que los momentos de zozobra forman parte de nuestra humanidad.
The Return of La Argentina fue un punto de inflexión en su carrera como bailarín, ¿se podría decir que The Köln Concert lo ha sido en su trayectoria como coreógrafo?
Sí, porque ha sido la primera vez en que he compartido mi danza con los bailarines con los que trabajo. No me interesaba duplicar mi singularidad, pero encontré una manera de compartir mi forma de bailar como un estilo en lugar de movimientos. No me atraía algo como la técnica Graham o Cunningham, donde se trata de crear a gente que emula exactamente tu manera de bailar. En The Köln Concert todos bailamos con el mismo estilo, pero cada cual es diferente. Yo no puedo hacer lo que ellos, ni ellos lo que yo, que también bailo en la coreografía.
Ha citado el butoh, ¿qué es lo que tanto le fascinó de este baile para querer dedicarle diez años de estudio?
Mi interés se remonta a la primera vez que vi el documental Dance of Darkness [Edin Velez 1989]. Cuando terminé mi primera etapa de trabajo, que tuvo que ver con el baile voguing en relación con la tradición de la danza posmoderna [su proyecto más exitoso, la serie Twenty Looks or Paris is burning at the Judson Church -2009/17], quise cambiar. Fue entonces cuando empecé a leer sobre el cambio en la moda protagonizado en los ochenta por Yohji Yamamoto y Rei Kawakubo cuando desfilaron en París. Su estética era post-Hiroshisma. Tras la bomba nuclear había surgido una tendencia monstruosa y andrógina. De esa misma manera se hablaba del butoh, pero sus fundadores eran de otra generación, así que empecé a preguntarme si había una conexión. Conseguí una beca para ir a Japón con la idea de hacer una investigación histórica. Mi traductor me propuso visitar los archivos de Tatsumi Hijikata [fundador del butoh], y cuando vi su trabajo en un dvd fue como un terremoto, así que decidí estudiarlo. Después me dí cuenta de que el butoh había sido influido por la danza moderna y que el voguing plasma la decadencia y la muerte de la moda y el glamur, así que pensé que esas dos capas juntas podían dar como resultado algo muy potente.
¿Podemos utilizar la palabra yuxtaposición para referirnos a su trabajo?
No practico la fusión. La gente piensa a veces que en mi trabajo tomo esto del butoh y aquello del voguing, pero en realidad, lo que me interesa es la estructura teórica subyacente, no la parte superficial. Por ejemplo, no practico el voguing, pero como ellos, transformo las poses de la moda en movimiento.
¿Se siente nostálgico de los setenta, un tiempo que no vivió?
No, hubiera sido horrible ser una persona morena en esa época, pero me fascina la forma en que la danza occidental se convirtió en una forma artística. Hasta el momento había baile social, religioso, danza erótica... pero la idea de que la gente bailara como una forma de arte no existía, como tampoco apoyo institucional. Sin embargo, estas mujeres forjaron un espacio para la innovación y la inspiración. Pensar en ese periodo me resulta muy empoderador, porque querían democratizar la danza. Esta noche puedes ir a un club a bailar, pero ¿por qué ir a ver bailar a otros? Ahí es dónde reside mi búsqueda de significado, siempre estoy pensando qué comunicar y de qué forma hacer que la danza sea importante para la gente.
